Capítulo 23 | Daria

605 38 4
                                    

¿Alguna vez han sentido que quieren confesarse ante todo el mundo y no pueden por miedo a ser juzgados?

Bien, ese es mi caso.

Admitir ante mi madre y su pareja —mi padrastro—, todo lo que yo había hecho, no era realmente lo que pensaba hacer a mediados de mi carrera universitaria.

Desde pequeña siempre soñaba con hacer sentir orgulloso a mi papá y por ende, a mi madre quién me dió la vida.

Pero los sueños no siempre son lo que parecen ¿no?

O más bien, no son lo que siempre creímos que iban a ser.

Zara no ha dejado de llorar y Daniel ha estado caminando en círculos por los últimos minutos, mis uñas que jamás en mi vida había tenido necesidad de morder están hechas un desastre.

Llevamos encerrados en el estudio más de media hora, lo primero que hice fue pedirle disculpas por haberle hecho una escena hace unas semanas, después le pedí de favor que me dejara hablar sin verme interrumpida. Me tomé unos minutos para pensar bien en la palabras correctas para decir las cosas sin ocasionar una discusión.

Tenía claro que diría la verdad y aunque no quería lastimar a mi madre una vez más, estaba segura que esta no iba a ser la excepción pero si la última, iba a reinventar mi persona. Yo lo merecía y ellos también.

—Lo lamento tanto —digo en susurro.

Me pongo de pie dispuesta a abandonar el estudio, no puedo con el silencio, me está matando.

—Alto ahí Daria —la escucho detrás de mí.

Miro por encima de mi hombro, la vista que ella me da me rompe el corazón, veo en su mirada la decepción total cuando alza la vista para mirarme de vuelta.

—¿Dirás algo? —pregunto. —De verdad no soporto tu mirada de decepción aunque la tenga bien merecida.

—Cuando recibimos a Ezra —habla neutra — sabíamos todo lo que había hecho, si ustedes no estuvieron presentes fue para evitar justamente ésto, no quiero ver a mis hijos destruirse la vida —niega y un par de lágrimas se le escapan hasta caer sobre su regazo. —Para una madre que ama a sus hijos es duro, es difícil. No soportaría perder a uno de ustedes. Yo sé que para ti no estuve nunca, soy culpable por darle más atención a tu hermano Colton, tú apenas tenías dos años cuando él nació, yo me centre en él y a ti te hice a un lado, tu padre no lo quería, no como a ti. Fue duro cuando supe que estaba embarazada de ti, tu papá era menor que yo, tenía 19 cuando naciste, nunca pensé que él iba a hacerse cargo, pensé que no iba a poder, pero lo hizo. Cuando naciste, nos trajiste mucha felicidad, sobre todo a él, eras la niña de sus ojos —toma una inspiración profunda antes de continuar. —A lo que voy, es que de ustedes tres, yo como mujer, como madre, nunca estuve para ti hasta hace poco cuando aceptaste venir a vivir con nosotros, es triste saber que Daniel tuvo que abrirme los ojos y hacerme ver que tú eras y eres así porque nunca recibiste cariño de mi parte. Cuando tu padre se fue, me deprimí tanto y tú me recordabas a él, te parecías mucho físicamente y también en tu forma de ser, no es tu culpa, yo lo sé. Te aislaste en tus libros y creciste, te hiciste fuerte. Entiendo porque elegiste esa carrera, te desahogas de esa manera, si yo hubiera estado ahí para ti, seguirías desahogándote en libros y pintura, no en drogas y alcohol, discúlpame tú a mi hija, de verdad lo lamento mucho —está llorando, ya no puede detener las lágrimas de nuevo. —Perdóname por no haber sido la madre que debí para ti, perdóname cariño....

Perdiendote » Dylan O'brienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora