XVIII: Caminos separados

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Heya: Bueno, sí, tarde mucho, lo reconozco y estoy consciente de ello, pero a ser sincero, no estuve en mis mejores días. Pero eso no importa ya, al pasado el pasado que lo importante es ahora, vengo con un capítulo nuevo de este fic, suponiendo que aun tenga lectores hehe, ya en verdad, lamento haber tardado tanto, espero les guste

Las luces, fugaces a sus ojos, mientras claramente se movía, no razonaba, no pensaba. Estaba perdido, se sentía flotar en el aire, pero bien sabía que se encontraba sobre una cama, y que aquellos breves destellos de blanco fulgor eran las luces del hospital. Sus ojos entrecerrados, sentía un ardor en la cabeza y un dolor profundo en el abdomen, se sentía pesado, incapaz de mover alguno de sus músculos, incapaz de gritar a los cuatro vientos que quería salir de ahí. La desesperación al no poder hacer nada solo volvía aquél interminable viaje en un martirio más grande.

Nick no estaba seguro de nada, no sabía si era grave, si tan solo era la conmoción inicial, si no era más que una pesadilla. Aun así, parte de su ser le dictaba que eso podría ser su último día, y de ser así, ¿Por qué no lo sentía de esa manera? Era bien conocido que, al estar cerca de la muerte, toda tu vida pasará frente a sus ojos, pero lo único que lograba ver entre los momentáneos destellos de luz, eran dos animales, su hija recién adoptada, quien sin duda alguna lo estaba esperando en casa, y por otro lado, orejas largas, pelaje grisáceo, nariz rosada, ojos color violeta, su mayor anhelo, reprimido por sí mismo, sin éxito obtenido, una vez más, trató de negarse su amor por su amiga, por su mejor amiga, el animal más importante en toda su vida, y ahora pagaba el precio, pero aun con todo eso, con ese dolor, y esa amarga agonía, era feliz pensando en ella.

-¡Está perdiendo la conciencia!- Exclamó la cebra que corría con la camilla.

-¡Ya vamos a llegar, dense prisa!- Soltó un tigre.

Detrás de ellos, tratando de mantener el paso, queriendo alcanzar al zorro, iba Cassie, asustada, sus ojos cristalinos, prueba de su llanto y los acelerados latidos de su corazón, solo pesando.

"No te mueras, no te mueras, no te mueras"

-Señorita debe esperar afuera-

Dos grandes puertas cortaron su camino por completo, solo se quedó ahí, sosteniendo sus propias manos, con la angustia y la melancolía, no tardó en proceder a la sala de espera, tomó asiento, y casi sin parpadear, con la vista clavada en el suelo, las lágrimas seguían deslizándose por sus mejillas hasta su hocico, goteando desde la nariz hasta el suelo.

Mientras tanto, como si en realidad nada hubiese pasado, creyendo que un simple retraso había retenido a Nick más tiempo de lo que afirmó, Marian continuaba cuidando de la pequeña Keira, habían pasado fácilmente 2 horas desde que el zorro abandonó su hogar, la zorrita había despertado, preguntando por él claro está.

-No tardará en volver- Aseguró su abuela.

-¿Tú eres la mamá de Nick?- Preguntó curiosa, aún se encontraba en la cama.

-Así es, puedes llamarme Marian, ¿Cuál es tu nombre?-

-Soy Keira, pero Nick a veces me llama Kei- Dijo acercándose más a la hembra mayor.

-¿Y hace cuanto que se conocen?-

-Como 3 semanas, lo conocí en la calle, me ayudó a regresar al orfanato-

-Dime Keira, ¿Qué edad tienes?-

-8 años- Era difícil para la niña ocultar la dicha que sentía, primero un padre y ahora una abuela, en verdad estaba pasando, tenía una familia, una de verdad -¿Vives aquí?-

-¿Eh? No, claro que no, solo, vine a ver a mi hijo-

-Oh- Musitó Keira –Entonces ¿Vas a irte?-

Zootopia: Algo más que una esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora