CAPÍTULO 12

35 7 3
                                    

—Hola —es todo lo que él muy imbécil dice.

—Trae el café —lo ignoro.

Ahora mi corazón está más loco que antes, mucho más que antes.

Puedo ver en como su rostro se descompone al decir esas palabras. Le duele mi comportamiento.

¿Qué esperaba? ¿Qué corriera a él? ¿Qué lo abrazara? ¿Qué le dijera que lo había extrañado? ¿Qué lo amaba?

No lo haría, no mientras sintiera algo por Kim, no mientras él estuviera con su vida pendiendo de un hilo, no lo extrañaba, no correría hacía él, no lo abrazaría, realmente ni quiera lo recordaba hasta apenas hace... ¿Un mes? ¿Menos? ¿Más?... no lo amaba, ya no; soy dura, lo admito, pero no podía doblegarme cuando Kim estaba allí fuera, exponiendo su vida, pudiendo morir.

Claro que era Daylan, reconocía su aspecto, su forma un tanto encorvada de parase, sus ojos seguían reflejando esa ternura, esa calidez, seguía siento tan él, solo lo único que había cambiado, era su cabello blanco, tan blanco como el mío seguía siendo, sus ojos aún tenían esa nube que aún me era familiar, era él, pero con un cambio de aspecto.

—¿No escuchaste? —pregunto tratando de no desmoronarme. Ahora no—. El café.

Permanece unos minutos en silencio.

Miro a los demás, todos han dejado de hacer lo que hacían y se dedican a mirarnos, sorprendidos.

—Daylan —digo volviendo a él—. Ahora no —suplico en un tono un tanto brusco.

Abre la boca para decir algo, pero levanto un dedo para hacerlo callar.

—En verdad lo necesito. ¿Josh? ¿Has logrado contactar con él o con nadie? —pregunto ignorando lo demás.

Niega.

Suspiro frustrada. Doy media vuelta.

—Te juro, Sage —digo—. Sí algo le pasa, te juro que nunca me cansaré de restregártelo en la cara.

—¿Por qué lo harás? —pregunta en contra.

Escucho su voz más cercas de lo que estaba.

—Por qué será tu culpa.

—No será mi culpá-á, es-s su obliga-a-ación.

—¿Obligación? —pregunto con burla.

Me doy media vuelta y lo encuentro a un metro de distancia.

—¡Sí mueren será tu culpa! —lo culpo.

—¡¿MI CULPA?! —grita.

—¡SÍ!

—¡ES-ES-ES SU-SU-SU OBLI-OBLIACIÓN!

—¡NO, NO LO ES!

—¡SÍ QUIE-QUIE-QUIERO MAN-MAN...!

—¡HABLA BIEN MALDICIÓN! —espeté desesperada.

Sin esperar sus movimientos levanta un puño, lo lanza al aire y la estampa en una columna de concreto que estaba a mi costado. Su acto me hace dar un brinco hacia atrás, haciendo que me pegue al ventanal.

—¡SI QUIERO QUE ESTA MALDITA CIUDAD VIVA, ENTIENDE QUE TENGO QUE HACER SACRIFICIOS, PARA ATRAER A PERSONAS IMPORTANTES QUE PUEDAN SALVAR ESTE LUGAR, SEA QUIEN SEA! ¡Y TÚ... TÚ LO ÚNICO QUE HACES ES DESPERDICIAR AGUA, AIRE Y COMIDA! ¡ERES LA MALDITA MIERDA QUE NADIE NECESITA, PERO ESTÁS PRESENTE! —toma aire un momento y vuelve a gritar—. ¡SÍ ME DIERAN A ESCOGER DE ARREPENTIRME DE HABER TARIDO A ALGUIEN, ESE ALGUIEN SERÍAS TÚ!

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora