CAPÍTULO 3

63 9 5
                                    

Mis ojos apenas se abren y quedo segada por una luz que me apuna fijamente.

-Aléjale la luz, la estás lastimando -dice una voz femenina desconocida para mí.

-Lo siento -se disculpa Kim.

A pesar de tener mis parpados cerrados puedo ver como la luz desaparece. Dudo unos instantes antes de volver a abrir los ojos, al hacerlo mi vista se ve borrosa, casi como si estuviera una enfermedad en la vista que hace que vea todo borroso.

-¿Runa? -me pregunta con un tono de preocupación la mujer.

-¿Dónde estoy? -pregunto desorientada. Miro a mi alrededor, la habitación está sumamente blanca, hay de tres a cuatro personas desconocida y a Kim.

Son dos hombres y dos mujeres, las dos son rubias, una de ellas tiene los ojos café oscuro y la otra es un tono miel, los hombres uno es castaño claro pero no mucho, ojos azules, y el único que está en la esquina más alejada, el que está mirándome atentamente pero parece que su mente está en otra parte, su cabello es negro, casi como carbón o azabache, sus ojos son grises oscuros, su tez es blanca y es apuesto, tiene incluso bello en el rostro, en la barbilla, es raro pero se le ve bien.

-Estás en un hospital -habla la chica de los ojos café.

-¿Kim? -lo miro con suma preocupación-. Quiero regresar a casa -le suplico sentándome en la camilla.

Todos los que se encuentran aquí son algo bajos, menos Kim y el hombre de la esquina, este último es incluso es mucho más alto que Kim, quizá mida uno noventa o quizá un poco más.

-Runa -Kim me toma del hombro, intentando tranquilizarme.

-Por favor -le suplico al borde del llanto.

El hombre castaño se acerca al hombre de la esquina y le susurra algo, este en respuesta se acerca a su oído y no sé lo que dice, o murmura, pero el castaño asiente y mira hacía mi dirección.

-Sédenla -dice con voz autoritaria y sin preocupación.

Miro a Kim aterrada.

-Kim -suplico intentando ponerme de pie.

Él me toma de ambos hombros y con delicadeza me recuesta en la camilla, no forcejeo, pero no quiere decir que esté de acuerdo.

-No te preocupes -me pone una mascarilla en mi boca-. Inhálalo -me pide, lo hago y a los pocos segundos siento como el sueño quiere apoderarse de nuevo de mi cuerpo-. Todo va a estar bien, solo, descansa, lo necesitas -con su mano libre acaricia mi cabello mientras me sonríe levemente.

(...)

Vuelvo a abrir los ojos, y ya no estoy en la habitación blanca.

-Buenos días -escucho la voz de Kim.

Miro a mi derechaa y lo veo parado enfrente de una estufa. Me siento en la cama y observo el lugar, es una pequeña casa.

A la derecha en una esquina está una pequeña cocina, una mesa y sus sillas, todo es de metal, estoy acostada en una cama para dos personas, a la derecha, en la pared que está a mi espalda está otra puerta, supongo que es un baño, y en la esquina izquierda hay unos pequeños sillones, y a su costado una puerta de vidrio.

Todo es demasiado... raro.

-¿Tienes hambre? -me saca de mi concentración.

-¿Disculpa? No escuché tu pregunta-pregunto poniéndome de pie.

-¿Siempre eres tan correcta?

-¿Correcta?

-Sí... olvídalo -suspira y sigue con sus actividades-. Solo pregunté que si tenías hambre.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora