CAPÍTULO 1

46 7 1
                                    

No hay mucho que decir.

Estoy dando a luz a tres hermosas criaturas a las que ya tienen nombre.

Doy un último grito exhausta, tomando luego el mayor aire posible mientras dejo caer la espalda en la cama que está húmeda, de mi sudor y lágrimas.

Comienzo a llorar realmente agotada y emocionada por conocer a mis bebés.

Intento ver por sobre mi gran y enorme barriga, pero me es casi imposible.

La mano de Runa se cierra sobre la mía, intentando calmarme, pero quiero verlos, quiero conocerlos.

—Por favor —le suplico a la albina, a lo que ella solo responde con una leve sonrisa apenada, ya que no puede hacer nada, ni aunque sea la esposa  del gobernador.

—Se paciente —me pide pasando su mano que estaba en su regazo y ponerla en mi frente sudada.

—Solo quiero verlos.

—Ya los verás, ahora, descansa.

Resoplo frustrada, y sin darme cuenta, cierro los ojos y caigo rendida en un profundo sueño.

(...)

Han pasado un año y más contenta no puedo estar, por fin cumplen un año, pero... ¡Mierda! Siempre existe un maldito pero. Solo tengo a uno de mis bebés conmigo, ya que los otros dos murieron, la niña murió al nacer, y uno de mis hijos murió días después de haberlo dado a luz.

Tuve una niña y dos hermosos niños; la niña se llamó Jade Elizabeth, está de más explicar sus nombres. El segundo niño se llamó Noah Jay, y por último, el último en nacer, Jonah, si, solo Jonah. Aun me pregunto porque no le puse Ky, sencillo, porque no combina con Jonah, ni con Noah, ni Jay.

¿Por qué Jonah?

El nombre simplemente apareció, y le quise llamar así en nombre al hermano de Ky y Noah, y también en nombre de mi padre.

Los gimoteos de Jonah se escuchan por todo el humilde hogar que fueron tan generosos de otorgarme.

Me levanto de la cama y me dirijo a su cuna, lo tomo en brazos mientras mi hijo sigue gimoteando y cierra sus ojos, con la esperanza de que lágrimas salgan de estos. Me dejo caer de nuevo en la cama, flexiono mis pernas y ciento a Jonah en mi regazo mientras recargo su pequeña espalda en mis piernas, tomo sus manos y lo mantengo en su lugar, evitando que caiga.

—¿Qué sucede cielo? —pregunto aguantando la risa por la forma en que su nariz se arruga.

Jonah mueve sus piernas desesperado y sus brazos intentando zafarse de mí. Lo tomo por la cintura y este sigue gimoteando y bufando con fuerza.

—Pero si saliste igual de renegón que tu padre —exclamo exagerada. Jonah, al escuchar la mención de padre, deja de moverse y me mira, en la espera de que suceda algo.

Luego de unos largos minutos sin ningún cambio, se vuelve a mover, gemir, bufar y gimotear con desesperación. Tomo sus manos, me inclino hacia él y beso con un beso sonoro sus pequeñas manos, pero él grita con desesperación soltando nuestras manos y agitando sus pequeñas manitas al aire.

—¡No, a tu padre no, a mí! —grito haciéndolo saltar, pero a la vez callar.

Luego del silencio, hace una mueca divertida y comienza a llorar a todo pulmón.

¡Demonios! ¡Lo eh asustado!

—Lo siento mi cielo —susurro apretando su cuerpecito al mío, recargo su pecho al mío y comienzo a darle pequeñas y delicadas palmadas a su espalda intentando calmarlo. Comienza a surgir efecto, así que aprovecho el momento y lo vuelvo a dormir.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora