CAPÍTULO 5

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Era asombroso, es como si delante de mí tuviera otra persona, es como si mi alma se le antojara entrar en otro cuerpo y adueñarse.

El cabello era negro, increíblemente negro, largo y ondulado, mi tez era más oscura de lo que en realidad es mi verdadero color, mis pecas del cuerpo han desaparecido completamente, y la escultura de mi cuerpo. ¡SANTA MIERDA! Jamás creí que algún día tendría tantas curvas. Mis pechos eran mucho más grandes y pesadas, mis nalgas, parecía que me metieron dos pelotas en cada glúteo, mi cintura era mínima y mis piernas son largas, o eso aparenta, mis caderas son... Santo cielo.

Mis manos son huesudas, algo que me gusta, mis ojos son grandes y son de color café claro con toques verdes, mi nariz es delgada y respingada, mis labios son gruesos y atractivos.

Era una completa locura, con todas sus letras y en mayúsculas.

¿Era posible odiarse a sí misma por ser alguien diferente y mejor que tú?

Detestaba ser así, prefería que el mundo me viera como realmente era, sin curvas, pero no siendo alguien falso y que no exista.

Un silbido alargado me hace regresar a la realidad.

Un chico está silbando desde el marco de la puerta de esta pequeña habitación blanca, si es que se puede llamar habitación.

—¿Qué? —pregunto de mala gana mientras acomodo la ropa que casualmente se encuentra extrañamente ajustado a mi cuerpo.

—Sí que nos vemos diferentes —comenta esto mientras se acerca a mí y acomoda su cabello de manera chula.

Sus ojos se han achicado y se ve como si fuera el hombre más guapo del mundo. Sí, es guapo, muy guapo, estúpidamente guapo, pero detesto que hagan eso, que se crean los mejores del mundo, cuando en realidad siempre habrá alguien mejor que tú, siempre más guapo, más rico, más feliz, entre muchas otras cosas.

—¿Alec? —pregunto asombrada.

—Señor Grantham para ti —dice guiñándome un ojo. Acomoda su traje junto con su corbata y vuelve a hacer esa expresión.

Al escucharlo, una carcajada limpia sale de mis labios y giro sobre mis talones, encarándolo.

Su aspecto es muy diferente, su cabello es más claro, unos tonos más claros... ¡Es rubio! Tiene barba que lo hace ver más varonil y más apuesto. Su rostro era más cuadrado y notorio, su cuerpo era más musculoso. Su estatura seguía siendo la misma, y eso lo agradezco en sobremanera; Sus ojos eran grandes y de color gris claros, su nariz era delgada, pero no mucho, y alargada. Definitivamente estábamos muy diferentes.

(...)

Algo me molestaba. Demasiado diría yo.

Jonah. Fue muy difícil hacerle entender que era yo, su madre, no nos creía, pensó por un momento que yo lo había dejado de amar, y que lo estaba regalando. Tuve que cambiar de nuevo mi físico para que viera que era yo. Aun así, tardamos más de lo previsto en convencerlo de que fuera conmigo. Le expliqué con anterioridad de que iríamos a casa de mis padres y que se quedaría un tiempo allí. Por supuesto su respuesta fue un rotundo NO, pero con la sola mención de que se tenía que quedar ya que iba a buscar a su padre... bueno, eso bastó para que lo pensara mejor dos veces.

Fue difícil acoplaros al tren, ya que nadie podía vernos con Jonah en brazos porque podría traernos complicaciones.

—Se ha dormido —me comunica Alec.

Dejo de mirar por la ventana y presto toda mi atención a Alec con mi hijo.

—A tardado mucho —susurra acariciando el cabello encrestado de Jonah. Sus ojos observan con atención su lisa y delicada piel. Lo mira como una madre orgullosa y enamorada miraría a su hijo.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora