CAPÍTULO 6

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(Amo esta canción)

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Toco la puerta un par de veces, pero no parece que alguien irá a responder.

La tranquilidad que antes había sentido al encontrar la puerta había desaparecido. Esto no era buena señal.

Vuelvo a golpear la puerta, pero esta vez con más fuerza.

No hay ruido, no se escuchan pasos, murmullos, nada, solo nuestras reparaciones agitadas de Alec y yo, y los suspiros somnolientos de Jonah.

El sonido de una cerradura frente a nosotros nos pone alertas. Detengo mi respiración y espero.

La puerta frente a nosotros se abre y una luz me ciega por un momento.

—¿Sí? —una voz masculina.

—Soy Emily —digo.

Los murmullos que se habían escuchado detrás de la puerta son callados por mi nombre falso.

—Rápido —dice la voz luego de unos segundos en silencio.

Me toman por el codo izquierdo y me obligan a entrar.

Cierro los ojos ya que la luz aguda me deja completamente ciega. Los segundos pasan y mi vista se acostumbra a la luz. Miro alrededor en busca de Alec. Al encontrarlo, lo veo viéndome con sus facciones tensas.

Veo al que me internó en este lugar.

Es pelirrojo.

—¿Asher? —me atrevo a preguntar.

—Asher Skin —me confirma sonriéndome de oreja a oreja.

Mis ojos se agrandan en sobremanera y un jadeo sale de mis labios.

—¿Eres tú? —pregunto entre balbuceos.

—Él mismo que conociste en la batalla.

Un grito agudo sale de mi boca. Sin darme cuenta me encuentro saltando como una chiquilla y sin pensarlo me aviento a sus brazos llorando.

Jamás creí que lo volvería a ver.

Su aspecto es muy diferente, se ve más adulto, sus facciones son más duras, más cuadradas y marcadas. Se ve tan diferente.

Cuando me alejo sonrío como una vil estúpida. Tomo entre sus manos su rostro, beso sonoramente sus mejillas y balbuceo sin control.

—Deja de llorar —me pide mientras sus manos acarician mi cabello.

—No creí que volvería a verte —sollozo—. No después de... de... —soy incapaz de continuar ya que sollozo sin control.

—Deja de llorar —repite—. Todavía hay más gente por saludar.

Se aparta y me muestra a más gente, de pie, tomados de las manos, mirándome entre lágrimas.

No era necesario adivinar quienes eran, los reconocí al momento.

—Santo cielo —vuelvo a llorar y sollozar con fuerza.

Me llevo las manos a la boca y niego con la cabeza, mientras cierro los ojos.

Cuando vuelvo a verlo, todo parece tan irreal.

—¿Eider? —pregunta Thomas con voz estrangulada.

De mi boca no dejan de salir sollozos desesperados, atormentados.

Demonios. Los extrañaba demasiado.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora