CAPÍTULO 10

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Camino por entre las calles en busca de Kim, preguntando por su paradero pero nadie me da una respuesta, si siquiera una duda de por donde se fue.

Mi corazón late con fuerza mientras en mi cabeza sufro fuertes punzadas en las cienes, mi sangre fluye por mis venas más rápido de lo que es normal. Miro a todo mi alrededor, como una madre que busca a su pequeño retoño al haberse perdido.

Pregunto a casa persona el donde vive o su paradero pero parece como si él hubiera sido un maldito producto de mi imaginación. No lo conocen o no lo han visto desde el día anterior.

Me detengo en medio de todas las personas que caminan sin tomarme en cuenta, topan mis hombros sin importarles si me dañan.

Mi respiración se entrecorta, mis ojos arden y a los segundos ya están llenos de lágrimas, un nudo se crea en mi garganta y me impide respirar, contengo un sollozo y cierro los ojos un segundo intentando contenerme pero es imposible.

Alguien me toma del ante brazo y me hace dar media vuelta.

Mi corazón late como loco, mi respiración era casi nula ya que me asfixiaba, mi mente había desaparecido, la desesperación había crecido y creí por un momento que moriría asfixiada, pero dos rostros conocidos me hicieron respirar de nuevo.

—¿Runa? —dice el rubio de ojos azules—. ¿Estás bien?

Suspiro aliviada mientras cierro los ojos y dejo derramar unas lágrimas que me ahogaban en mi garganta y mi mente.

Niego con la cabeza e intenta hablar pero el nudo me lo impide.

—Esto se ha llenado d-de mucha gen-gen-gente —tartamudea Sage.

Cuando tartamudea cierra los ojos y frunce su entrecejo, como si quisiera concentrarse en sus palabras, como si hacerlo le fuera a salir mejor, además de que abre más la boca.

El rubio aparta a la gente mientras hace un camino para Sage que me sostiene del brazo mientras me arrastra.

Miro a la gente que nos mira un tanto confundida y desinteresada. Miro más allá de las personas que apartaron veo a un chico, un chico de cabellos blancos, como los míos, su piel está igual que la mía, y su expresión es de interés, me sigue con la mirada, como queriendo saber porque tengo mi rostro lleno de lágrimas y hacen a todos a un lado por mí.

Cuando nuestros ojos se conectan, me regala una sonrisa, una sonrisa que me quiere tranquilizar.

Como un golpe, como si me hubieran golpeado el estómago, inclinarte para adelante y luego un golpe en la frente para enderezarte, eso, eso fue lo que sentía antes de recordar.

"Estaba entrenando, estaba en el edificio del entrenamiento, en el comedor, riendo, bromeando, insultando y relajada, con mis amigos, cuando siento que alguien se coloca a mi costado, levanto la vista y me encuentro a un chico, cabello castaño claro, sus cejas negras, sus pestañas largas, unos bellos e nocentes ojos color miel, piel es tostada y su altura es casi la misma que la mía. Cabello corto y lacio.

Sonrío levemente para incitarle a hablar, pero él se sonroja como si lo que le dije fuera la cosa más halagadora del planeta.

—Hola —digo levemente.

Abre la boca para hablar, pero las palabras quedan atascadas en su garganta, ganando unas risitas por parte de mis amigos; se sonroja más, claro, si eso ya es posible.

—Shhh —chito a mis amigos y vuelvo al joven—. Soy Runa —me presento al castaño ofreciéndole mi mano.

Él se lo piensa un momento antes de ofrecerme su mano con inseguridad. Sus manos tiemblas y su respiración se aceleró, su mano se ha extendido pero no la estrecha con la mía.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora