CAPÍTULO 8

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—¿Por qué le hicieron creer a Alexa que había matado a su madre y a su amigo?

—Para que ella se debilitara, para que dejara de pelear y desobedecer a Valget —me responde Kim.

Hemos regresado a mi hogar y el me aclaraba algunas cosas que no tenía muy claras.

—¿Y por qué siguen vivos?

Kim se prepara un café y se sienta en la mesa, lo imito y espero su respuesta.

—Porque no les conviene desaparecer a nadie, el mundo tiene que seguir igual. Si las personas empiezan a desaparecer, los de las Castas pueden levantarse en contra de Valget, las pobres personas suficiente tienen con sus hijos.

—Kim —dudo si en preguntarle o no, pero al final decido que sí: —¿Valget es realmente malo?

Él duda en si responder. Asiente con la cabeza dándome la respuesta que tanto temía.

—Valget tortura a las personas, les roba de sus familias para volverlos sus esclavos.

—¿Qué hacen con ellos?

—Al cumplir los dieciocho años hacen una prueba, si eres seleccionado te mandan a un entrenamiento, y al final a la batalla.

—Ellos son valientes, ¿No crees? —él asiente—. Se sacrifican por nuestro bien estar, por nosotros, para que nada malo nos pase.

Kim me mira con el ceño fruncido, sin entender.

—Runa... ¿Qué te ha dicho realmente Valget?

—Qué ellos se sacrifican por nosotros, que hay personas malas que nos quiere hacer daño, personas que quieren alterar nuestra paz, que ellos luchan para derrocar a los malos —le explico, como si fuera lo más obvio.

Kim suspira entre sorprendido y exasperado por algo.

—Runa... —me toma de las manos y me mira fijamente a los ojos, intentando decirme algo con delicadeza, como si lo que me fuera a decir fuera algo grave—. Valget manda a esos chicos a luchar entre ellos, para que se maten y solo muy pocos lleguen vencedores, para al final volverse sus esclavos... Runa, todo lo que te han dicho es una blasfemia, es mentira, no hay malo aquí, no hay batalla para salvarlos, no hay héroes allí, sino villanos, y son ellos, nosotros queremos devolverles la paz a las Castas, liberar a esas personas que son esclavas.

Luego de hablar durante un rato con Kim, hicimos, o mejor dicho, hizo de cenar, cenamos y nos disponemos a despedirnos, aunque, realmente deseo que no se vaya.

—¿Realmente tienes que irte? —pregunto encogiéndome de hombros.

Me siento en mi cama con las piernas cruzadas y lo observo limpiar los trastes.

—Sí, mi madre debe de estarme esperando para que lleve a la cama a Cindy.

—¿Cindy? —pregunto curiosa.

—Mi hermana menor —me explica mientras deja todo a un lado y se encamina hacia mí. Me da un tierno beso en la frente y se dispone a irse, pero antes de que se aleje lo suficiente, le tomo de la muñeca izquierda y lo hago girarse hacía mí.

—¿No puedes quedarte? En realidad me siento demasiado sola, me cuesta en ocasiones dormir, doy miles de vueltas en la cama antes de caer rendida, ¿Puedes quedarte hasta que me duerma?

El comienza a dudar, los segundos pasan y él sigue en silencio. Se humedece los labios y al final asiente con la cabeza.

—Bien —comienza a decir—, solo iré a casa a avisarle a mi madre que me quedaré más tiempo aquí, e iré a acostar a Cindy.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora