CAPÍTULO 7

53 9 10
                                    

Abro mis ojos de golpe, mirando al techo. Mi respiración está acelerada al igual que mi corazón.

Jadeo sorprendida.

Parpadeo repetidas veces, pero de forma muy veloz, casi sin darme tiempo a enfocar correctamente. Cuando dejo de parpadear cierro mis ojos con fuerza.

«¡¿Pero qué acabo de soñar?!»

Unos golpes a la puerta hacer que regrese a la realidad. Abro mis ojos y me dispongo a ver quién es, pero antes de abrir la puerta me doy cuenta que estoy sudado de forma exagerada, como si hubiera corrida durando horas, como si hubiera hecho una carrera de nunca acabar.

Abro la puerta y la imagen de Kim con cabello húmedo y rostro avergonzado.

—Kim —murmuro por lo bajo, con un gran alivio recorriendo mi rostro y cuerpo. Me hago a un lado, haciéndolo pasar.

Cuando lo hace se detiene frente a mí, con la cara algo baja y alborotándose su cabello.

—¿Qué haces aquí? —pregunto alegre de tenerlo de nuevo en mi vida—. Hace dos días que ni siquiera apareces... estuve preocupada —admito—. Pero la mujer de la florería —sonrío recordando a la hermosa anciana—, me dijo que te había visto merodeando por allí, así que creí que ya no querías estar conmigo.

—No pienses eso —me pide.

—¿Entonces qué quieres que piense? —pregunto dando un paso a él, pero retrocede, evadiéndome completamente, provocando que un dolor se aprisione en mi pecho y me golpee, no, golpear no, me aporrea de la peor manera, haciéndome sentir una completa mierda. Bajo la mirada avergonzada, como si esto hubiera sido mi culpa... ¿Lo fue? —. Lo siento —me disculpo.

—No te disculpes —me responde.

Permanecemos unos minutos callados, él mirándome fijamente, mientras que yo miro mis manos que se revuelven en mi regazo, mirándolas como si fueran lo más importante e interesante de mi vida.

—Runa —su voz sale suave, tan tersa que hace que los pelos de mi nuca se erizaran. Levanto la vista, mirándolo con pena, con miedo a que me vuelva a rechazar—. Perdón por no venir a verte como lo estaba haciendo últimamente —se disculpa.

Me mantengo callada observándolo, viendo como su cabello parecía una nada más largo que antes. Aunque eso es una tontería, ya que solo habían sido dos días que no lo había visto, pero en verdad fue como una eternidad.

—¿Aceptas mis disculpas? ¿O me quedo con la intriga que no me perdonas?

Sus preguntas me toman por sorpresa. ¿En verdad desea que acepte su disculpa? ¡Jamás había pedido que aceptara su disculpa! ¡JAMÁS! Siempre se lo había tomado por sentado que lo perdonaba aunque no se lo dijera.

—Te eché de menos —le digo, no respondiendo a sus anteriores preguntas.

—¿Eso es un sí?

—Eso es un, te eché de menos —digo.

—¿Entonces es un no? —pregunta aún más dudoso que antes.

—Es un simple, te eché de menos, no es un Sí o un No, es... un No quiero que te vuelvas a ir así sin avisarme antes —enfatizo el último no.

Una preciosa, la más hermosa de todas las sonrisas, aparece en sus bellos dientes blancos y tiernos labios, su intensidad de sonrisa fue tal, que hasta sus ojos se achicaron tanto que por poco estos desaparecen.

El da un paso hacia mí, extendiendo sus brazos para abrazarme, pero retrocedo un paso, alejándome, haciendo exactamente lo que hizo él; pero no para ofenderlo o por rechazarlo porque no quisiera sino por otra cosa.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora