CAPÍTULO 4

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—Hay cosas que han cambiado en las castas —comienza a hablar Daylan, mostrándome unos papeles.

Sage ha decidido retirarse, ya que Runa mandó llamar por él. Jon prefirió irse a un rincón apartado de nosotros para hacer cambios en los registros existentes de Valget. Josh bobea como siempre con los papeles y Alec ha decidido quedarse a mi lado.

—¿De buena o mala forma?

—Por suerte. De buena.

—Prosigue.

—Ya está permitido que las personas de las castas pueden transportarse de una casta a otra, siempre y cuando nadie salga sin un permiso.

—¿Qué? —pregunto sorprendida mientras me coloco correcta sobre mi asiento.

—Lo que escuchas.

—Eso es asombroso.

—Lo es, y eso facilita en sobremanera las cosas.

—Más de lo que creí.

—Sí, también cambiaron eso, pero tiene sus desventajas.

—¿Cuáles?

—Las personas pueden ir y venir, pero no pueden mezclarse, en pocas palabras, no pueden casarse con alguien que no sea de su misma casta.

—¿Eso quiere decir...?

—Que tuviste demasiada suerte al haberte casado con Ky —bromea.

Río nerviosamente mientras niego.

—Eso no tendrá importancia después.

—No, pero quería que supieras lo afortunada que eres.

—Lo fui desde que me casé —le aseguro.

—Regresando al tema. Las cosas cambiarán, no podrás ir por las calles diciendo quien eres.

Lo miro, esperando a que termine.

—Lo que quiero decir, es que sus identidades cambiarán, para mantener sus verdaderas identidades fuera del alcance de Valget.

—¿Ósea?

—Ósea que ustedes serán señor y señora Grantham —dice de pronto Jon llegando a donde nos encontramos y nos apunta los papeles—. Serán una joven pareja estúpidamente enamorada sin hijos, ya que, el señor Grantham es estéril. Son de la casta número uno, eso quiere decir que están en la mejor posición de las castas, se conocieron en uno de los paseos que solían dar en solitario, ya que son personas sumamente solitarias y reservadas —exagera las palabras estúpidamente y Reservadas—. A pesar de los años de casados, en realidad cinco años, no se han dado por vencidos de tener hijos, lo intentan cada noche.

—¿Eso qué quiere decir? —pregunta Alec.

—Necesito que sean empalagosos, y, gritos de placer por las noches.

—¿Alguna otra cosa? —pregunto con sarcasmo.

—Sí, que cambies tu comportamiento. En el papel dice como es esa amable y piadosa mujer.

—¿Cómo me llamo ahora?

—Emily.

—¡¿Emily?!

—¿Y yo? —ahora es turno de que pregunte Alec.

—Magnus. Así que señores Grantham, necesitan trabajar en sus comportamientos erróneos.

—Vete a la mierda —le espeto.

—Y empezando por allí —me responde Josh apuntándome con un dedo de forma acusadora.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora