CAPÍTULO 3

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—Volveré más tarde cielo —le digo a Jonah mientras beso su pequeña frente y lo veo irse a su salón de clases.

Han pasado días desde que estuve que fui a la oficina.

Una preocupación consume mi cerebro, me preocupan las personas que han sido asesinados, como también me preocupan sus familias.

—Deja de pensar tanto —la voz de Alec me saca de mis pensamiento.

Lo miro y este está hundido de hombros, viendo hacia donde Jonah se ha ido.

—¿Qué es lo que está ocupando tu mente? —me pregunta por fin mirándome fijamente.

Me encojo de hombros, paso una de mis manos por mi cabello y con un suspiro cansado emprendo mi camino hacia mi hogar.

—En muchas cosas y a la vez en nada.

Siento como Alec camina a mi lado. Permanecemos en silencio mientras, sin esperarlo me vuelvo a perder en mis pensamientos.

¿Cómo estarán mis padres, mi hermano? ¿Qué habrá sido de Ky de Matthew? Incluso de Noah.

Aunque realmente eso no me preocupa en sobremanera, sino el hecho de que nadie dice que se puede hacer, que siguientes pasos darán, que harán para que las muertes dejen de suceder.

Cierro un momento los ojos, intentando no pensar en nada importante, y, cuando los vuelvo a abrir me sorprendo al encontrándome con que ya estoy en casa, sentada en una de las sillas del comedor, mientras Alec coloca un vaso con agua frente a mí.

—Deja de pensar mujer —sonrío levemente mientras asiento con la cabeza y bebo el agua casi de golpe.

Cierro los ojos, forzándome a reprimir los recuerdos, miro al cielo, aún con los ojos cerrados y paso saliva de forma dolorosa y ruidosa gracias al nudo que se me había formado.

(...)

—¿Cómo te fue hoy cielo? —le pregunto a Jonah mientras deja su pequeño cuerpo sobre la isla.

Beso su frente con delicadeza y le sonrío antes de dar media vuelta y servir en una taza un poco de café.

—Bien, mamá.

—Me alegro, cielo —digo con sinceridad.

Doy media vuelta y me recargo en la superficie de la encimera, quedando frente a mi hijo. Deja la taza a un lado y me subo a esta. Tomo la taza entre mis manos, y, luego de un par de soplidos bebo un sorbo.

—¿Cómo te fue a ti? —pregunta levantando levemente una de sus cejas tupidas.

—Bien amor —le aseguro.

—¿Y a ti, papá Alec?

Jonah se había acostumbrado a decirle a Alec papá, no era que me molestara, pero solía ser incómodo.

Había intentado a toda costa que se le quitara esa costumbre, pero como será evidente, fracasé en el intento.

—Bien campeón —le responde Alec mientras su gran mano la pasa por su cabello encrespado, enmarañándolo aún más todavía.

Los hombres siguen hablando mientras que yo miro mis anillos y de pasada el collar donde están las imágenes. Lo extraño tanto.

En la forma en la que sus ojos brillan en sobremanera me siguen enamorando, su sonrisa tan perfecta hace que mi corazón se acelere un poco, en la forma en la que se ve feliz y radiante en la foto me hace recordar que todo fue verdad. Que si me he casado, que he amado plenamente a un hombre, el hombre que me ha hecho feliz dos veces, cuando nos mostramos el amor que sentíamos y cuando me dio tres hijos, los mejores hijos del mundo.

LOS ESPECIALES IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora