NUEVAS

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La madre de lapis entró como rayo a la casa.

–¡¿ya viste que tenemos vecinos nuevos?!–fueron las primeras palabras de la madre en cuanto lapis cerró la puerta.

–si, ya lo había visto.–se dirigió a la cocina.–Vi cuando llegó el camión, tiene como una hora ahí.

–se ve que tienen un montón de cosas. Muy finas por cierto.

–si, si. Gente rica que viene a pasear su edor de dinero.–dijo lapis molesta.– gente que viene a comprar incautos desesperados.

–no seas tonta lapis. Son gente humilde como nosotros.

–¿¡que?! ¿esa gente humilde?!

–hija, no sabes por qué se mudaron. Quizá tengan ese montón de cosas de lujo pero tuvieron que abandonar su casa por algún problema familiar que las trajo hasta acá.

–madre, si fueran gente humilde no tendrían ese carácter que se ve que es de "Mirame pero no me toques"

–no juzgues sin conocer.

–sin conocer?! Madre, se ve. No necesito conocer a esa gente para saber que son gente presumida.

–no señorita. Usted tiene que conocerlos para juzgar.-empezó a preparar algo.– Así que... tu vas a ir personalmente y les darás la bienvenida en mi nombre y en tu presencia.

–¿¡QUE?!–dijo enfadada.– ¡sabes que no me gusta salir! Si ni siquiera le doy los buenos días a los vecinos que ya conozco, menos a unos nuevos.

–oportunidad perfecta para empezar a hacer algo nuevo.

–ademas!–replica lapis.– yo se como son. ¿recuerdas a Azul? ¿¡Por que crees que ya no la dejan salir de casa si no está su madre.?!

–será acaso por que dejaste a esa pobre chica con un trauma de por vida.?

–se le llama exageración.! Además de que esa gente adinerada es muy delicada.

–yo creo que cualquiera estaría traumado si le enseñas un bote de sangre de vaca. ¿que pensabas en hacer eso?

–ya te dije. Ella dijo y presumía de que sería una buena doctora. Yo solo le adelanté un poco de lo que vería en su futuro.

–y así es como te dieron una orden de restricción.

–no fue sólo por eso.¡¿pero ves a lo que quiero llegar?! Estas personas capás y me demandan por trauma psicológico.

–no seas exagerada! Pero en fin, sigue arreglando tu habitación. En un rato te llamo para comer.

Lapis no dijo más, volvió a subir a la habitación.

Hora y media, aún seguían bajando cosas del camión.

–¿que tan grande sería la casa?–reflexiona lapis.–¿cabrán todas en la casa?

Si la casa de enfrente tenía las mismas proporciones que la suya , sería casi imposible que todo tuviera un espacio sin amontonar.

–¡agh!–salió del auto la chica albina súper enfadada.–¡mamá mira lo que hizo!

Lapis pudo notar mejor la complexión delgada de la chica, casi una astilla.

Lapis buscaba de que se quejaba la albina. Pero de lo que escuchaba, supo que se había ensuciado su vestido amarillo, o mejor dicho, alguien le había manchado su vestido.

–no venía sola. Ya sabía yo.–volvió a hablar lapis con tono molesto.

–mamá!–se escuchaba el berrinche de la delgada atraves del ventanal.–es el vestido de brigehall que me regalaste en primavera.! Lo manchó de sus estúpidas frituras.¡Dile algo!

La señora ignoraba a su hija por completo.

–creo que le hizo falta sus buenas palizas de pequeña.–comentó lapis.

La puerta del lado contrario se abrió. Lapis trataba de ver quien era el acompañante de la delgada, pero fue distraida por su madre que la llamaba a comer.

Lapis, de mala gana, baja con su madre a lo que vendría siendo una merienda.

–¿y como van los vecinos con la mudanza?–pregunta su madre.

–no e terminado de limpiar mi habitación.–responde.–no tengo tiempo de andar de paparazzi con los vecinos.

–oh bueno, es que cuando llegué de las compras estabas muy entretenida en la ventana.

–¿¡yo?! Yo solo me asomé a asegurarme de que habías llegado.

–claro.

–ademas, iba a empezar a ver cuando me hablaste para comer.

–Entonces si te interesa lo que hagan o no.

–no, bueno... quizá si. Quería ver si traían algún muerto embolsado o algún animal disecado.–dijo bromeando.– o de pérdida la caja de cenizas de algún familiar.

–ya te e dicho que pienso llevarte al psicólogo?

–ya te e dicho que no es en serio?

La comida prosiguió con tranquilidad. Lapis pensaba en lo genial que hubiese sido que los vecinos tuvieran algo de lo que mencionó.

La tranquilidad se esfumó cuando se escuchó el cerrar del camión de mudanza y su arrancar.

–por fin e de pensar que se les acabó el camión.–menciona la madre.–¡es tiempo!

La señora se levantó de la mesa y del refrigerador sacó una charola tapada con aluminio.

–bien, ahora escuchame bien.–le dijo su madre.–vas a ir, saludas CORTÉSMENTE y les das la charola ¿de acuerdo?

–¿segura que quieres que vaya? Además, no te entiendo. De pequeña me decías "no hables con gente que no conozcas"¿¡y ahora me envías a darle comida a gente que apenas se mudó?!

–anda ya y no reniegues!–le señaló la sala.

–entonces...–toma la charola.–¿llego, les digo hola, dejo esto y me regreso?

–de cierto modo. Pero tienes que presentarte también.

–en serio?!

–¡corre ya! Que si alguien te gana juro que duermes afuera.

–¿¡ganar que?! Tu eres la única maniática en preocuparte por la presentación.

–ya anda!

A base de empujones sacó a su hija de la casa y casi de inmediato se cerró la puerta.

Lapis sólo suspiró y avanzó hacia la acera de enfrente. Repasaba como presentarse y lo que su madre le había dicho.

Deseaba que el camino fuese más largo, pero obviamente no es así.

Se quedó parada frente a la puerta, temerosa en tocar el timbre. Volteó a su casa y vio como su madre cerraba rápidamente las cortinas.

–bien, otra casa habitada.–con una mano tocó el timbre que difícilmente pudo alcanzar.

Se escuchó algunos pasos dirigirse a la puerta.

Lapis trató de poner el porte más serio que pudo.

Walls Covered In BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora