Katherine

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Realmente no sentía el corazón latir. Solo la voz de la dulce niña que abrazaba a Jace, subida en sus brazos.

Si tuviera palabras para describir ese momento, no sabría cuales hubieran sido. Solo dejé de respirar y dejé que la sorpresa me invadiera de manera brutal.

Cuando la jovencita escapó del abrazo de su padre y me miró a mí, luego de que sus pies tocaran el piso.

- ¿Ella es la bailarina de la que me has hablado?

- Sí, Kat.

Dibujó una sonrisa en su rostro y me rodeó las piernas con sus pequeños brazos.

- Ven a jugar conmigo - dijo tirando de mi falda.

La alcé en mis brazos y me quedé mirándola detenidamente. Los ojos eran de Jace. La sonrisa... de Rosie.

- Por supuesto - le respondí besándole la mejilla.

No me creía ni por un segundo lo que estaba haciendo. ¿En serio? ¿A qué maldita chica se le ocurre jugar con la hija de su ex-novio?

Aunque era bueno pasar tiempo con una pequeña que tenía la misma mente que Jace, pero que no era él. Estaba enojada, pero no sabía el porqué.  Tampoco podía echarle la culpa a Katherine por haber nacido. Pero sí se la podía hechar a él. Fue él quien se fue prácticamente de mi vida y nunca volvió a dar señales de existencia. Fue él quien me rompió el corazón dos veces. Y no respondía a mis cartas, llamadas y mensajes.
No hasta que decide enseñarme a su esposa e hija, y demostrarme que pudo superar lo nuestro y ahora está formando una familia.

Katherine. Kat era hermosa, una niña muy particular con respecto a las demás. No se preocupaba en tonterías como vestidos de princesas ni cuentos infantiles. Solo le gustaba bailar y liberarse de todo lo que la hacía sentir mal. Ella era libre. Disfrutaba todos y cada uno de los momentos que la vida le brindaba. Justo lo que me faltaba a mí.

Unos minutos bailando con ella, y alcanzó para que quisiera ir a la cama para dormir.

- ¿Vendrás mañana? - me preguntó con una chispa esperanzada en los ojos.

Me froté las piernas porque no sabía cómo decírselo sin dañarla. Así que decidí meter la pata, tras haber dado un fuerte suspiro.
- Mañana no puedo venir. Pero puedes llamarme cuando necesites algo - Le dije dándole mi número y acariciando su cabeza.

Le di un beso en la frente y me fui, no sin haber apagado la luz de su cuarto. Y fue entonces cuando cerró sus hermosos ojos celestes.

Tomé una bocanada de aire, ya dispuesta a enfrentarme a él y escuchar la dura realidad.

Lo localicé sentado en un tronco de árbol, fuera de la casa y bebiendo una cerveza.

- Así que... ¿una niña?

- Sí, eso parece.

Me acerqué lentamente y me senté a su lado, haciéndole compañía por un rato.

Suspiró y dirigió su mirada hacia mí.

- Sé que esto es duro para ti. Digo, enterarse de todo esto en tres días, sin previo aviso puede ser...

- Como una cachetada - le interrumpí.

Un cortó silencio se armó entre ambos.

- Lo siento. Sinceramente lo siento.

Puse los ojos en blancos. En serio quería convencerme de que lo sentía, pero en el fondo sabía que no era verdad. ¿Va a sentir pena por haber tenido a una hija? Obvio que no.

Quería explicaciones. No. Merecía explicaciones.

- Y, cuéntame - dije sabiendo que me iba lamentar por querer escuchar esta historia - ¿cómo pasó?

Tomó un trago fuerte, y lanzó la botella por detrás de las plantas.

- Yo iba al Instituto para estudiar y poder ser un policía, y con un compañero se nos había hecho la costumbre de ir a un bar todas las tardes. Resulta que a la misma hora que íbamos, había una muchacha que siempre se escondía en una esquina. Un día, se acercó y comenzamos a charlar. Y fue entonces que la besé, y me enteré de que era la hija del jefe. Pues, éste se enojo y me echó del entrenamiento. Y como no tenía casa donde dormir, Rosie ofreció la suya. Y ya sabes, como vivíamos juntos, nuestro vínculo se empezó a fortalecer y a mitad de año reservamos un motel y...

- Alto ahí. Por favor no más detalles - dije con los ojos llenos de lágrimas y cara de disgustada.

Traté de cerrarlos para que estas pudieran desaparecer.

- ¿Entonces Kat ha sido un accidente?

- No, claro que no.

Auch. Realmente auch. Entonces, ¿desaparece de mi vida como si nada, encuentra a otra chica, se acuesta con esa otra chica y tiene una hija? ¿Y todo esto sin haber terminado conmigo?

Cretino, engreído, egoísta e idiota Jace. En este preciso momento se me habían ocurrido una enorme lista de insultos dirigidos al estúpido que tenía en frente.

Lo miré mientras él bajaba la vista.
Se veía preocupado. Apoyé mi mano en su hombro.

- Está bien. Sí fue un accidente. Es tan solo que yo no puedo hacer esto - dijo sollozando - nunca tuve la idea de ser padre. Temo decepcionarla. Temo arruinar todas sus ilusiones de un gran papá.
- Hey, hey - le dije agachándome frente a él - Puede ser algo difícil, pero lo haces bien, ¿no viste su sonrisa cuando te vio entrar?

Sus lágrimas caían sobre mis brazos. Me acerqué y lo abracé. Y fue entonces, cuando dejó que el llanto lo invadiera. Estuvo 5 minutos llorando en mis brazos, cuando empezó a sonar mi celular.

Nos separamos incómoda y rápidamente, y hundí mi mano en mis bolsillos para poder atender.

- ¿Hola? - pregunté algo confundida por la hora.

De repente, el sonido a través del teléfono, me sacó de ese momento triste y me metió en uno de felicidad.

" ¿Quiéres que pase por ti? "
- Claro, estoy a cuatro manzanas del Instituto - le respondí a Hunter con una sonrisa.

Pude notar, por el rabillo del ojo, la manera en la que Jace observaba. Quizás algo furioso por interrumpir el momento con la llamada.

- Es Hunter - le avisé apretando mis labios,una vez que ya había cortado - en unos minutos vendrá a buscarme.
- Sí... Entonces - dijo reacomodándose en su lugar - solo entra a saludar y te acompaño hasta la entrada.

Saludé a Rosie y agradecí por la invitación.

Miss Cariños no me dejó ir hasta darme un abrazo.

Cuando estaba saliendo escuché el ruido de la moto parando.

Le doy un abrazo a Jace y corro hasta llegar con Hunter, quien se estaba sacando el casco y esperando con los brazos abiertos para mí.

Salté, me alzó en sus brazos y me besó la mejilla.

Ahora que estaba sentada en la moto, mirando a Jace con su nueva familia (quizás algo celoso con el espectáculo que acababamos de montar), rodeando la cintura de mi novio con los brazos, me sentía feliz. Y ahora lo comprendía.

Por alguna razón no me había enojado tanto como me lo imaginaba. Quería estar furiosa, pero hasta me alegraba la idea de ver a Jace como un padre. Y el porqué ya lo sabía.

Ya lo superé. Amaba a Hunter.

Chica de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora