La mejor tranquilizadora

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Mi corazón se oprimió, nublándome la vista, haciéndome consciente de las lágrimas que se acumulaban en la parte inferior de mis ojos.

Pude, tratando de poner orden en mi interior, tanto sentimental como físico, comprender que mis pensamientos eran, ahora, bilaterales.

Una parte de mí, comenzaba su proceso de reorganización de rubro y de desecho de planes futuros previstos. Con tristeza, iba borrando escalón por escalón del camino que me dirigiría a mi objetivo. Cada uno de esos escalones se derrumbaron ante mí, como si fueran tan frágiles como el papel, que se puede derribar con un siniestro y suave soplido.

Pero, por otro lado, el orgullo y emoción de estar cargando con un bebé, me daban a entender que ya no era una pequeña niña. Ya era suficientemente adulta como para tomar mis propias decisiones, para no depender de los demás.

Por otro lado, eso suponía que debía razonar toda posible consecuencia antes de tomar cualquier decisión.

Analizando mi situación, claramente, en el momento en que todo inició no podía razonar, ya que gran parte de mi cerebro se encontraba sumergida en alcohol.

Me sorprendía cómo una sustancia tan simple podía silenciar la cordura humana, alentando a la inocencia sentimental. Tal como sucede con los niños, que no tienen pelos en la lengua y mencionan todo sin sentir vergüenza en absoluto.

Kim seguía sin comprender lo que dos líneas rojas significaban. Comenzó a desesperarse, agitando el pequeño artefacto tratando de encontrar una conclusión clara a sus ojos.

- Kim - chillé, sobresaltándola para llamar su atención.

La miré con los ojos vidriosos y sacudí la cabeza. No había forma de negarlo. Las posibilidades de que este incidente se borrara de mi memoria, eran tan reducidas como mi capacidad para cuidar a un bebé.

Ella comprendió mi mirada, y fue entonces cuando comenzó a caminar en círculos como si, dentro de estos, estuviera encerrando un torrente de ideas.

Enseguida, frenó en seco, colocando una mano debajo de su delicado mentón.

- Eso explica porqué accediste a una tarta de chocolate - murmuró pensativa.

Llevé una palma a mi frente. ¿Realmente seguía con el asunto de la torta? No pude hacer más que sonreír, al mismo tiempo en que negaba con la cabeza.

- No puede ser. ¿Ahora mismo estás experimentando uno de esos cambios rotundos de humor típicos de las mujeres embarazadas? - preguntó alarmada, acercándose para tocar mi frente y verificar que no tenía fiebre.

Definitivamente necesitaba un manual para entender de lo que se trata el hecho de que un pequeño ser esté creciendo dentro de una persona.

- Estoy bien - dije mientras quitaba su mano de mi rostro.

Me pasé las manos por la cabeza, mientras cerraba lo ojos, y por un segundo intentaba convencerme a mí misma, de que esto, era mi realidad. De que la vida es inoportuna, y resurge constantemente, cuando es necesaria.

- Discúlpame si te hago sentir presionada, pero creo que debes decirle a Hunter. Sé que recién te enteras, y es algo impactante, pero, por más de que sea estupéndamente genial haciéndolo, creo que no podré consolarte tan bien como lo haría él.- me susurró acariciando mi cabeza.

Asentí con la cabeza, estirándome sobre la cama para alcanzar mi teléfono celular.

- De acuerdo. No me tomaré a pecho tu gesto, porque sé que piensas que soy la mejor tranquilizando personas - dijo guiñándome un ojo, a lo que respondí poniendo los míos en blanco.

Una vez tuve el celular en mis manos, lo contemplé durante unos segundos. Solo tenía que informarle a mi novio, y ya se convertiría en un hecho real. Solo debía apretar un simple botón, para descubrir el tipo de persona que me estaba rodeando. Porque las situaciones que definirán cambios para nuestro futuro, son las que nos demuestran qué tan comprometidos estamos a atarnos junto con otra persona, a un largo viaje, que con suerte, durará toda nuestra vida.

Negué rápidamente con la cabeza, pero ya no existía ningún movimiento que pudiera negar la realidad.

- Lo siento. Debo ir al baño - dije cubriendo con una mano mi boca, sintiendo náuseas.

Cerré la puerta del baño detrás de mí, dejándome caer sobre ésta. Dejé que las lágrimas cayeran, sin siquiera buscar una justificación para ellas. Ya no podía, guardar más emociones, porque sabía, gracias a mis experiencias personales, que lo único que lograba escondiéndolas, era intensificarlas. Nadie es capaz de ocultar lo que siente; de esconder el dolor que viene lastimándolo durante años, porque si bien nos esforzamos por no demostrárselo a los demás, se manifiesta en nosotros mismos, cual espejo que permite a la mentira percibir la verdad. Y así, finalmente, quedan expuestos a nuestro alrededor.

¿Y ahora qué me pasaba? Me sentía pequeña, insegura de mí misma. Tenía miedo de fallar. De suponer una decepción para mi familia. De ser una pésima madre. De apartarme de mis sueños por no querer hacer otra cosa más que cuidar de mi bebé.

Me lavé la cara con agua fría, diciéndome a mí misma que era hora de enfrentar mis miedos y de dejar que los comentarios de los demás me afectaran.

Me dirigí a mi habitación, arrastrando los pies a lo largo del pasillo. Empujé la puerta de mi habitación, en la que se encontraba una inquieta Kim que no paraba de mecerse sobre los talones, al mismo tiempo en que mordía las uñas de sus manos.

En seguida, Kim corrió hasta llegar a la mesita de luz, donde había dejado mi celular. Lo tomó entre sus dedos y lo desbloqueó.

En cuanto comprendí lo que iba a hacer, la perseguí por mi cuarto, pero mis intentos habían sido nulos.

- Hola, necesitamos hablar contigo - murmuró mi amiga agitada.

- ¿Hola? - se escuchó del otro lado de la línea.

- No te alarmes. Hemos confirmado mediante un test, que Clary está embarazada.

Le quité bruscamente el aparato de sus manos y corté la llamada, dejando que el silencio se extendiera entre las dos tras una voz que decía "Llamada finalizada".

Y fue entonces que revisé la pantalla de mi móvil, a través la cual descubrí que Kim había confundido el destinatario de la llamada.

Pues no había llamado a Hunter.

En letras, claramente visibles, se leía su nombre...

Jace.

Chica de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora