Chocolate

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- Kim - exclamé sorprendida escondiendo la bolsa detrás de mis piernas - ¿Qué haces aquí?

Ella guardó las manos en los bolsillos traseros de su pantalón, mientras elevaba la cabeza apartando la mirada, para responder mi pregunta.

- La pregunta más importante es ¿que haces aquí? - dijo analizándome con la mirada - Estás en el barrio fantasma de la ciudad, cuando deberías estar en el cumpleaños de tu mejor amiga.

Mi cuerpo se congeló. La sangre cálida que corría por mis venas se convirtió en pequeños fragmentos de hielo. Duro y frío.
La culpa se adueñaba de gran parte del peso en mi espalda, acompañado por la vergüenza y la decepción de la mirada de Kim.

Lo olvidé. Tan simple y tajante como esas dos palabras. Esas palabras que pueden significar el comienzo de algo tenebroso o el final de algo tan hermoso.

Mis labios se entreabrieron, pero no podía salir ninguna palabra de ellos. La garganta atentaba contra mí, haciéndome querer toser o algo así. Haciéndome querer justificarme por haber olvidado la fecha. Haciéndome querer revelarle mi gran secreto y poder eliminar parte de la carga. Poder compartir con alguien más lo propio oscuro y complicado de un secreto. De un secreto que, tarde o temprano, tocará la luz del horizonte, cayendo como un suave vestido, dejando ver la verdad. Rompiendo con la imagen que todos tenían de mí.

- Lo siento - fue lo único que pude formular.

Ella asintió con la cabeza mientras se mordía el labio inferior. Recorrió mis brazos con la mirada, hasta que desembocó en mis manos, que contenían el comprobante que necesitaba para dejar de sentir esta horrible incertidumbre. Que lentamente cosechaba una inmensa desesperación en mi mente, y era manifestada por mi cuerpo. Mis ojos, totalmente ojerosos, mi maraña de cabellos y el hecho de que seguía con la misma ropa del entrenamiento, lo demostraba.

Era tan fuerte el sentimiento que se apoderaba de mi ser y me hacía perder toda cordura y sentido. Como si fuera nuevamente una niña encaprichada por tener una respuesta concreta.

Necesitaba urgentemente saber hacia dónde llegaría mi futuro.

- ¿Qué tienes ahí? - me paralizó haciendo la pregunta que no quería tener que responder.

El mal ya había dominado mi cuerpo por hoy, por lo tanto, pese a que me sentía una persona totalmente horrible, le mentí.

- Son solo artículos de higiene - respondí rascándome la nuca.

Pero luego de haber pasado tanto tiempo con falsas personas que no conocía realmente, ya que tal vez quería convencerme a mí misma de que no eran las mismas personas que me habían causado dolor durante años, había olvidado lo que significaba que alguien sea cercano a mí.

Lo pude percibir en la perplejidad de su rostro, sus labios separados, listos para indagar en mi inusual respuesta. Aunque la original sea igual de inusual que la primera.

En cuanto dibujó una sonrisa en su rostro, supe que se había dado cuenta de mi mentira. O que hace tanto tiempo que no nos veíamos, que esperaba que fuera diferente. Que fuera como la Clary de  antes. Una buena amiga. No la persona que era ahora. No esta chica que ya ni reconocía.

- Pues, bien. No me desesperes. ¿Estoy perdonada? - dije tomando sus manos y sacudiéndolas, mientras ella reía a carcajadas.

Kim frunció el ceño, antes de saltar a abrazarme, haciéndome sentir apreciada de una manera en la que nadie había logrado en mucho tiempo. No dudé en rodear su espalda con mis brazos, y cerré los ojos, para recordar esta sensación y su fuerte esencia.

Caminamos juntas por las calles empedradas, que pese a estar descuidadas, nos permitían volver a nuestra infancia. Volver a sentir la inocencia de todo niño, junto con la incapacidad de mentir y el don de no tener filtros para la verdad y las opiniones.

Decidí colocar la bolsa oscura en mi bolso, ya que Kim no le había quitado de encima los ojos, durante todo el camino hacia mi casa.

- ¿Y qué tal las cosas con Hunter? - preguntó haciéndome sonrojar.

Comencé a patear una lata, a medida que reflexionaba la respuesta, llevando junto a mí, la pequeña porción de metal, completamente vacío, como mi corazón en aquel momento, en el que dudaba de nuestra relación y de todos los posibles finales.

- Bien. Es raro volver a sentir el amor, luego de que él se haya ido.

- Puedes nombrarlo, no es ningún pecado - rió dándome un codazo.

Negué con la cabeza al mismo tiempo en que buscaba las llaves de mi casa en el bolsillo trasero de mis jeans.

Al ingresar en ésta, encontramos a mi madre, que parecía anciosa cuando vil que venía acompañada por Kim.

Sentí una punzada en el vientre, cuando mi madre corrió a abrazarla para desearle un feliz cumpleaños. Al parecer ella sí lo recordaba.

Subimos las escaleras hasta llegar a mi habitación, donde finalmente, pudimos hablar tranquilas de aquellos temas con los que solíamos pasar horas conversando.

Si bien, estaba enfadada conmigo misma por haber olvidado esta fecha, mis problemas se disiparon momentáneamente, permitiéndome dejar de estar perseguida por posibles consecuencias que modificarían mis planes futuros. O que alterarían mi rumbo, empujándome al lado opuesto de lo que busco.

Su sonrisa y la sinceridad de su ojos verdes, me recordaron a esos tiempos en los que, en lo pasillos de la escuela, sumergida en el temor a relacionarme con los demás, Kim me consolaba, e incluso, lograba quitarme una sonrisa en momentos duros.

- Necesitamos celebrar. ¿Qué te parece una tarta de fresas? - pregunté mientras me esforzaba para levantarme.

Ella hizo una mueca torciendo sus labios de costado.

- ¿Chocolate? - pregunté riendo al ver que su rostro cambiaba como si fuera una niña a la que le entregan un dulce.

- Me conoces, y sabes que, aunque respete tu régimen del equipo de animadoras, porque créeme, pienso que debes tener mucho valor para apartarte del chocolate, este siempre es mi primera opción.

Había olvidado lo mucho que la extrañaba.

Bajé las escaleras corriendo. Mi estómago hace mucho tiempo que no había ingerido chocolate, y loco por este, me reclamaba a gritos. La dieta deportiva a la que me había sometido el estar nuevamente en el equipo de animadoras, no incluía la carne, el chocolate y la leche, pero haría una excepción en el cumpleaños de Kim. Tomé el teléfono de línea y marqué a la confitería.

Llegué a mi habitación, aspirando el fuerte aroma del chocolate, y al abrir la puerta encontré a Kim observando, sin aliento, el test de embarazo.
La torta cayó de mis manos, chocando estrepitosamente contra el suelo.

Chica de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora