Contemplo el edificio colonial, color beige, de cinco pisos que está frente a mí, llamativo por sus pequeños balcones, la mayoría colmados de verdes plantas y pintorescas flores, que le dan al lugar un ambiente más dulce y hogareño. Sin duda se puede percibir que es un sitio muy pacífico y con un tráfico moderado. Se encuentra ubicado a un costado de la Plaza Mayor, muy cerca de la Plaza del Sol, que por cierto me muero por conocer, así que fue la mejor elección para poder trasladarme a cualquier sitio sin la necesidad de un coche.
Miro el reloj, que marca las tres y media de la tarde, definitivamente llego tarde, el cambio de horario es terrible para mí y necesito adaptarme. Por otro lado, por desgracia, entre mis cualidades nunca ha estado la puntualidad como número uno, seguro que Luz lo comprenderá.
Llego a la recepción de mi nuevo hogar y me encuentro con un señor mayor, de ojos color aqua tan cristalinos que puedes perderte en ellos, pelo cano con una pequeña gorrita negra, camisa blanca, pantalón de vestir bien planchado con todo el almidón que merece su buena apariencia, y como toque final una bonita pajarita que lo hacen derrochar confianza hacia los demás.
—Buenas tardes, soy Delhy Lugo y busco a la señorita Luz Villeda. —digo muy segura de mí misma, al corroborar varias veces que es la dirección correcta.
El señor voltea a verme con una encantadora sonrisa, al tiempo que sus ojos se pierden en una pequeña rayita.
—¿No me diga que usted es la señorita Lugo? Lucecita no para de hablar de usted, ya hasta creo que la conozco. —Se limpia las manos en su pantalón y me tiende una—. Es un placer conocerla, quiero que sepa que cualquier cosa que necesite aquí me tiene, también puede contar con mi nieto, Mariano, quien no tarda en llegar para presentárselo. —Sonríe—. Bueno, bueno, mi bella dama, yo siempre tan despistado. Mi nombre es Manolo García y, como le comentaba, cualquier cosa únicamente hable a recepción que nosotros la atenderemos. Ahora pase, pase que Lucecita la espera. Pero recuerde, tiene que regresar para firmar todas las reglas del edificio. Yo soy muy amable, pero necesito mantener el orden, tal como un capitán dirige su barco. Por lo que no me tocaré el corazón para reprenderla o dejarla afuera por su comportamiento —comenta serio mientras me apunta con su dedo índice en advertencia.
Con eso último me quedo muy seria mirándolo, la verdad que no entiendo si está tratando de ser cómico o es una verdadera advertencia. Mi cabeza comienza a trabajar: «¿qué voy a hacer si se me hace tarde?». En eso el señor Manolo me regresa al presente con una sonora carcajada, y, cuando se recupera, me dice:
—No se preocupe tanto, que es Marianito quien trabaja en las noches, y, sinceramente, no creo que él sea tan cruel como para dejar a una señorita tan guapa como usted por ahí pasando frío. —Me guiña un ojo.
Sonrío, pues este hombre ya se encuentra en mi lista de personas favoritas de Madrid. Definitivamente, es un hecho que estaré pasando a conversar con el señor Manolo a menudo, para ponerme al día y comenzar a conocer a todos los inquilinos del edificio; creo que con él estaré bien enterada de cualquier chisme que surja en este lugar.
—Bueno, señor García, es un placer conocerlo. Prometo pasar mañana para que me muestre el edificio.
—Señorita, ¿la puedo llamar Del-hy? —pronuncia mi nombre en sílabas, muy despacio—. Así se pronuncia, ¿verdad? —pregunta tocándose la barbilla—, es que los nombres de hoy en día son muy complicados. Me acuerdo que en mis tiempos, Antonio, Manuel, Carmen o Isabel, eran los típicos en la región, pero ahora abundan los nombres extranjeros. Creo que ustedes, los jóvenes, solo quieren complicarnos la vida a nosotros, los viejos, con esas nuevas modas.
Suelto una carcajada y tomo mis maletas. El señor Manolo sale de atrás del mostrador y se acerca a un armario que está a un lado del ascensor. Observo el lugar pensando que todo es muy bonito y acogedor, tiene el estilo de un hotel. Me sorprendo cuando toma mis cosas y las sube sin dificultad a un carrito para equipaje.
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Qué Será De Mí
RomanceÉl era mi destino, era quien me mantenía a flote en este camino incierto. Diseño de portada: @HKramer L. RODRIGUEZ