Capítulo 20

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Santiago Moya

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Santiago Moya

Estoy cansado y muerto de miedo, como jamás en la vida pensé estar.

Después de salir del despacho, donde Paolo me acorraló para ofrecer a Delhy, me fui a casa. Al llegar destruí toda mi habitación, no pude contener toda la rabia, coraje e impotencia que embriagó todo mi ser. No estoy acostumbrado a que me presionen, mucho menos a que las cosas se me salgan de las manos. Sigo confundido, no sé cómo voy a arreglar toda esta situación de mierda en la que me encuentro, pero de una cosa si estoy seguro, ella no saldrá de mi vida, permanecerá a mi lado.

Siento algo inexplicable, he caído en sus redes de la peor manera. Me ha llegado tan profundo que no entiendo cómo he sido tan ciego para no darme cuenta, o quizás solo no quería reconocer al mediocre y jodido blandengue chalado en el que me he convertido. Jamás imaginé perder la cabeza de esta manera por una mujer, pero todos ellos me han hecho abrir los ojos con sus peticiones, y ahora de una extraña manera se los agradezco. Les doy las gracias por darme una llamada de atención, haciéndome despertar de mi idiotez para dejarla escapar.

Ahora sé lo que quiero, y es a ella en mi vida; tener a Delhy entre mis brazos, a mi lado. Formar una familia, quizás sería la única manera de arreglar todo, podrá ser apresurado, pero mi ser interior me pide a gritos ir por ella, raptarla y hacerla mi esposa. De esa manera nadie podrá atraparla, ni tratar de manipularla con palabras erróneas para que acepte ser de otros y no solo mía.

Delhy está en mi cuerpo, se ha metido en cada poro de mi piel. Sin su presencia me siento vacío; ahora mismo estoy aquí con un hueco en mi pecho, nada me queda sin ella, soy una mierda. Haberla dejado ir sola a media noche ha sido mi peor error, pero lo primero que pensé fue que en su casa estaría mucho más segura que conmigo en esos momentos. Estar a mi lado la hace una presa más apetecible; ellos lo han sabido mucho antes que yo, por eso presionan y presionan para arrancarla de mi lado.

Ahora entiendo porqué Delhy insistió tanto en irse a su casa; ya que jamás me pasó por la cabeza que su deseo de marcharse a su piso era porque sabía lo que estaba ocurriendo. Traté de disimular, de ser indiferente, y ahora soy un perro infeliz, sin idea de cómo arreglar las cosas entre nosotros.

Después de salir de la fiesta me puse a deambular un rato, en el jardín delantero de la mansión, mientras regresaba el chofer a recogerme. Solo necesitaba relajarme y pensar, pero la relajación no me duró mucho. Todo mi mundo se vino abajo cuando regresaron por mí, pues Max me contó lo sucedido con ella.

Aún resuenan en mi mente sus palabras...

—Señor, necesito hablar con usted.

—Ahora no, Max. Por favor, llévame al piso de Delhy —le pedí, antes de subirme a la limusina.

—Es de lo que quiero hablar, señor. —Se pasó una mano por su pelo rapado y se me quedó viendo, un tanto nervioso.

Eso no era habitual en él, no lo había visto de esa manera.

Qué Será De MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora