Capítulo 22

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Santiago Moya

S

algo de la habitación derrotado, aunque sé que no todo está perdido, me ha ido mucho mejor de lo que pensé. Ahora tengo que lidiar con Paolo y todo lo que se me viene encima. Antes de salir pongo llave a su puerta, pero no me quedo conforme, sé que no se va a levantar a poner la alarma y mucho menos vendrá a poner el pasador de seguridad, además soy consciente de que Luz no dormirá en casa.

Me subo al elevador y le marco a Max.

—Diga, señor —responde de inmediato.

—Max, has subir a algún chico de seguridad, que pida una silla al portero; necesito que alguien se quede vigilando el piso de Delhy mientras vuelvo.

—Sí, señor.

Cuando salgo del edificio, veo a Max dando direcciones al joven que se quedará a pasar la noche.

—Todo listo, señor —confirma.

Me subo en el asiento del copiloto, Max no necesita instrucciones y se sube rápido como conductor; ahora maldigo no haber traído a mi chofer. Viajamos en silencio, y veo la hora en mi reloj, es pasada la medianoche.

—Max.

—Diga, señor Moya.

—¿Tienes alguna idea de dónde puedo conseguir un mariachi a esta hora?

Con lo eficiente que es, interpreta mis palabras.


—¿Quiere que contrate uno?

—Ahora mismo —ordeno.

—Con gusto, señor.

Mientras escucho como Max hace unas llamadas para la contratación del mariachi, tomo mi laptop del asiento trasero y me pongo a buscar en internet alguna lista de canciones, para dar una buena serenata al estilo mexicano. Me sorprendo de toda la información que estoy encontrando. Al mismo tiempo que Max me cuestiona lo que tengo en mente, le explico sobre mi plan de reconquista, como si fuéramos mejores amigos.

Intento memorizar unas cuantas canciones, pero no tengo mucho tiempo, así que al final me doy por vencido y decido mandar a mi impresora portátil las letras de varias melodías que ya he escuchado antes.

—Max, necesitamos tequila —le informo.

—¿Tequila? —pregunta confundido.

—Claro, mira, aquí dice que es recomendable afinar la voz antes de ir a dar una serenata, y lo mejor es con varios tragos de aguardiente, así que es lo que necesitamos. ¡Manda a los chicos! —exijo—. Mientras ellos van, tú y yo nos vamos a conseguir un gigantesco ramo de flores. Haz esas llamadas, Max, necesitamos muchas, muchas rosas rojas —le comento extremadamente emocionado.

Qué Será De MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora