Capítulo 8

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Su pregunta me toma por sorpresa, ¿cómo que es el presidente del senado de Madrid? ¿El abuelo, el evento, la familia? Son muchas cosas que procesar. ¿En qué diablos me he metido al aceptar venir aquí? Y Luz, ¿dónde rayos está esa mujer?

Me quedo tan aturdida que, sin meditar la respuesta, acepto su propuesta, pues, ¿quién en su sano juicio se negaría a ir del brazo de este adonis? Yo no, obviamente; así que nos dirigimos hacia la recepción. En el trayecto de regreso, observo que ya nadie se encuentra en los alrededores de la terraza, quiero suponer que están por servir la cena.

Entramos por la puerta que da al jardín, y sobra decir que voy del brazo de uno de los asistentes más guapos del evento. Que, además, según las últimas noticias, es el presidente del senado.

El aire se puede cortar con un cuchillo, pero sentir su brazo fuerte me trasmite un sentimiento de seguridad, de dominio, de llegar a ser capaz de pavonearme junto a él como la fémina más afortunada de la gala. Así que me meto en el papel de mujer con actitud y presencia, digna de caminar junto a él hacia la multitud. Sin embargo, somos abordados antes de entrar al recinto por una pareja que se encuentra junto a la puerta, todavía parada tomando una copa.

—Senador, buenas noches. Un placer verlo de nuevo, no sabíamos que ya había llegado —comenta un caballero en sus treinta, saluda a Santiago e instintivamente voltea a verme, sin esconder su cara de asombro.

No me pasa desapercibida su reacción, ¿será que está acostumbrado a ver a Santiago siempre con la misma mujer y le sorprende verlo con una diferente? ¿O suele encontrárselo solo en los eventos sociales? ¿Cuál es el caso? ¿O ya estoy alucinando?

—Señorita. —Se dirige a mí, mostrando en su cara un gesto de saludo, mientras se inclina para darme un ligero beso en la mano.

Siento a Santiago tensarse a mi lado, me pega más a él y toma mi mano con más fuerza, pero sin llegar a lastimarme.

—Alejandro, Carlota. Buenas noches, si me disculpan, Delhy y yo vamos un poco tarde, con permiso. —Siento una sensación indescriptible en el estómago al escucharlo pronunciar mi nombre, al darme cuenta que lo recuerda.

Avanzamos, pero el forzado saludo del senador deja mucho que desear. Al parecer tiene un temperamento reservado y hostil, totalmente diferente de lo que he conocido de él, solo unos minutos antes. La tal Carlota se queda con la palabra en la boca, cosa que creo que él ni nota, pero yo claro que me doy cuenta, junto con la mirada de odio y envidia hacia mi persona.

Santiago apresura el paso, y, al instante que pasamos el umbral de la puerta, siento que todas las miradas se concentran en nosotros. Creo que él percibe el nerviosismo y la inseguridad que se apoderan de mí en este instante, ya que suelta mi mano. Pero, antes de sentir su lejanía, mueve su brazo y deposita su mano en mi espalda baja, justo arriba de donde acaba el escote, por lo que siento un placentero escalofrío cuando presiona con suavidad.

«¡Por Dios! ¿Qué tiene este hombre que, en vez de darme tranquilidad, me transmite una sensación arrebatadora?», pienso pasando a un nivel peligroso, pues su contacto es una delicia suprema. Sentir su palma con firmeza y suavidad en mi piel, me hace parar automáticamente para verlo a los ojos, pues la sensación es sublime.

No solo mi espalda arde, en sus ojos verdes puedo ver reflejada la misma emoción que recorre mi cuerpo. Que es como la lava de un volcán activo, que está a punto de derramarse, cargada de deseos, anhelo, pasión y un hambre por ser tomada, recorrida por esas fuertes manos toda la noche. Entregarme a este hombre, que es un delicioso pecado, al cual podría rendirme felizmente en cualquier momento.

Me concentro en su profunda mirada, no existe espacio para nadie más, solo él y yo. Una sonrisa atrevida de lado aparece en su hermoso rostro, se inclina hacia mí, y me derrito con su cercanía al sentir su aliento en mi oído; mi razón desaparece y mi cordura junto a ella. Yo solamente quiero arrojármele y saciar mi necesidad de él, sin importarme nadie de los presentes.

Qué Será De MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora