E
nfrente de mí tengo al asqueroso infame de Mario Arizmendi, pulcramente vestido de pies a cabeza.
Siento como el coraje empieza a hervir en lo más profundo de mi cuerpo. Soy muy bajita, pero impresionantemente tomo vuelo y me le voy encima, volteándole la cara de una cachetada que no ve venir. Abre los ojos impactado, pero no se sobresalta ante mi lunático pero justificado comportamiento, estas horas han sido las peores de mi existencia. Lo sigo golpeando hasta que levanta sus brazos y sostiene los míos poniendo presión en mis extremidades, pero sin lastimarme.
No puedo articular palabra, me encuentro en estado de conmoción; empiezo a patalear, y él me sostiene mientras me revuelco hasta que despacio voy cayendo en el piso, lo empujo y quedo libre de su agarre. No puedo creer que el amigo desde la infancia de Santiago es el cabrón que me trajo aquí. Cada parte del rompecabezas comienza a acomodarse en su lugar comprendiendo qué es lo que quiere. Con precaución trata de levantarme, y yo de un jalón me zafo de su agarre.
—¡¡¡No me toques!!! —exclamo enfurecida.
Me paro sin su ayuda, camino muy despacio, con paso firme, tratando de demostrar que no le tengo miedo, que me encuentro más tranquila, aunque por dentro sea todo lo contrario, pues no sé cómo tomará mi negativa, está claro que expondrá lo que yo ya sé sobre sus dichosas putas.
Por fin ha llegado el momento. Suspiro hondo, hay que finiquitar esta situación. Valiente, me acerco y tomo asiento en un sofá al otro extremo. Aguardo un momento, sin quitarle los ojos de encima.
Permanezco atenta, dándole tiempo para explicarme la razón de mi encierro, aunque esta es más que obvia, pero necesito que termine
con todo esto de una maldita vez. Estoy cansada, lo observo, perdida entre paranoia y temor, cual criminal ve a su verdugo antes de su sentencia final, aunque en esta ocasión sé con seguridad que yo soy inocente de cualquier cargo que se me inculpara.
Espero unos minutos que se vuelven interminables, mientras lo aniquilo con la mirada, con mis brazos cruzados. Me carcome la curiosidad por saber qué tiene que decir este hombre degenerado para excusar sus comportamientos inaceptables y ruines.
—No me vuelvas a llamar así, mi nombre es Delhy, Delhy Lugo —lo corrijo al recordar cómo me ha llamado cuando entré a la sala.
—Bueno, eso está por cambiar —me contesta muy seguro de sí mismo, con esos rasgos altaneros, su sonrisa de medio lado con coquetería y un toque de burla en sus palabras; hace unos días me habrían deslumbrado sus encantadores atributos, pero en este momento solo me causan repulsión.
—¿Qué quieren de mí? —pregunto sin rodeos esta vez, tratando de esconder el miedo ante mi pregunta.
Aplaude súbitamente y frota sus manos, al tiempo que sus ojos brillan como un depredador antes de devorar a su presa.
—Veo que ya estás al tanto —responde tomando asiento. —Primero que nada, quiero disculparme por traerte aquí a mitad de la noche, te prometo que esto no fue mi plan, es más, yo ni sabía que habían hecho esto, esta situación es tan inesperada para ti como para mí y la razón por la que te tuvieron tantas horas encerrada es porque uno de mis socios quería que viniera yo en persona a verte, y como comprenderás soy un hombre muy ocupado.
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Qué Será De Mí
RomansaÉl era mi destino, era quien me mantenía a flote en este camino incierto. Diseño de portada: @HKramer L. RODRIGUEZ