Capítulo 29

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asan los días y, aunque todo es muy reciente, poco a poco las cosas comienzan a doler menos. Aún no encuentro trabajo o, mejor dicho, todavía no me pongo de lleno a buscar uno. El ánimo no me da para mucho, trato de limitarme a mis prioridades, que son mis padres, he comenzado a escribirles más seguido por correo electrónico, me limito a ese medio de comunicación porque cualquiera que platique conmigo se da cuenta que no todo marcha bien.

No le he contado a nadie sobre lo que pasó con Santiago y en casa me he vuelto más callada. Mi mejor y ahora única amiga, Luz, trata de animarme, pero nada da resultado; constantemente me amenaza con recurrir a Jacobo para sacarme de mi "cueva". Nunca cumple sus amenazas, creo que muy en el fondo se da cuenta que necesito mi propio espacio para pensar y organizar mis sentimientos.

Hay días en que mi cabeza comienza a aceptar que no todas las relaciones amorosas son de telenovela, ni todos los amores son correspondidos, que en el mundo existen miles de hombres y uno debe de estar hecho para mí; mi madre todo el tiempo dice un refrán muy típico en mi país, "Siempre hay un roto para un descosido". Pero bueno, al final del día, por alguna extraña casualidad su recuerdo se cruza, lo vuelvo a recordar y mi corazón termina fallando al llenarme de preguntas e inseguridades.

Dejé de correr desde que me encontré a Mario, necesito tiempo para procesar todo lo que sucedió, la rutina de hoy en día es muy básica, me pongo cómoda con mis pants de yoga y playeras, que cada día me quedan más flojas, me entretengo viendo televisión y las noches me las paso leyendo interminables historias de amor.

A veces olvido comer, pues he perdido el apetito; solo cuando cierro los ojos a medianoche, mi estómago me recrimina gruñendo,


sin embargo, estoy tan cansada para levantarme que únicamente tomo un vaso de agua que procuro tener siempre en el buró junto a la cama.

Con regularidad me enojo conmigo misma, porque no puedo entender cómo es posible que me encuentre en esta situación, después de casi dos semanas que lo vi por última vez. Soy como un gatito lamiendo sus heridas; es triste, doloroso y sofocante, verme en esta condición y no poderme ayudar.

Siempre fui de las chicas que no podía entender cómo algunas mujeres se azotan tanto después de un truene amoroso, pero en estos momentos ya no sé qué me duele más, si el haber terminado con él, o el hecho de que él no haya corrido hacia mí para detenerme.

En días como hoy, mi mente y mi corazón vuelven a jugarme una mala pasada, porque me vuelvo loca analizando lo que nos pasó. Las lágrimas de tristeza se van convirtiendo en odio, maldiciéndome por haber sido tan débil y tonta.

Lo que me consume de odio por dentro es que yo lo llegué a sentir, no pudo ser mi imaginación, cada partícula de mi cuerpo lo sintió. Cuando sus manos rozaban mi piel con veneración y sus besos se perdían comiéndose mis labios, logré probar una conexión única y exquisita entre los dos. Al recordar esos momentos, un nudo de sentimientos mezclados se sitúa en mi garganta, al no poder entender lo inexplicable.

Es entrada la noche, estoy leyendo una nueva novela cuando escucho voces altas; decido salir de mi recámara para ver qué pasa. Jacobo y Luz están en la sala discutiendo por mi culpa, sin percatarse que yo me encuentro en el pasillo y los escucho claramente. Él está molesto con mi mejor amiga por mi situación, le echa la culpa por mi estado, acusándola de no ayudarme a pasar página, mientras ella se defiende y le repite que nadie puede ayudarme si yo no quiero ser ayudada. Regreso corriendo a mi habitación, maldiciendo el haber salido.

Qué Será De MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora