Capítulo 21

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E

stoy asombrada con todo lo que Santiago me ha contado. Si no fuera porque, solo hace unos minutos, me aseguró que no lo permitiría, lo estaría corriendo ahora mismo de la casa ¿Quién cree esa gente que soy?

Ahora es el momento, tengo que aprovechar para sacarle toda la verdad; se encuentra platicador, nada habitual en él, y, si no lo hago ahora mismo, va a seguir escondiéndome cosas, y no es justo que, solamente por tratar de protegerme, me cuente verdades a medias.

Lo que me sigue preocupando es la reacción tan afectada que tuvo la noche del viernes, como si ellos pudieran encontrar alguna manera para presionarme a aceptar. Debe de ser algo solemne, no solo porque sí se pondría como un loco desquiciado frente a todos ellos.

—¡¿Qué diablos es todo esto, Santiago?! —Reacciono explotando en un segundo y me levanto de la silla como un rayo—. ¿Tú quieres meterme a eso? —le cuestiono ofuscada.

—¿¡Qué!? ¿Estás loca? Por eso estoy aquí, como un idiota, rogándote que no vayas aceptar. Que, sea quién sea el que venga a tocar esa maldita puerta para animarte, ¡tienes que decir, NO!

—¡Eres un idiota, Santiago! —Camino como una leona de un lado a otro, parloteando palabras ilegibles—. ¿Qué tipo de mujer crees que soy? Me he pasado dos malditos días como una tonta, pensando qué diablos te pasaba, preocupada e inquieta, y ¡¿vienes a contarme esta estupidez?!

—¿Cómo quieres que te lo explique? Jamás pensé que todo mi pasado llegara de la nada a salpicarnos, ellos no tenían porqué estar ahí. —Se levanta y se acerca más a mí—. Nena, desde que estoy contigo todo ha sido diferente, te has vuelto mi necesidad. —Me hace parar, pasa

sus manos dulcemente por mis mejillas, roza sus dedos por mis labios y se me queda viendo; yo muero por besarlo, así de tonta estoy por este hombre que me derrito al instante—. Cielo, sabes que no estás realmente enojada —me murmura, utilizando ese tono de voz por el cual le juraría ser su esclava de por vida.

Se acerca a mis labios muy lentamente, me comienza a besar y mordisquea mi labio inferior de manera tan devastadora que hace a mi cuerpo reaccionar al instante. Mi estómago empieza a agitarse con la misma necesidad de siempre. Me rodea con sus fuertes brazos y me levanta.

—Ahora no, Santiago. Tengo mucho que pensar —le digo bajito.

Me separo de sus labios, porque si no lo hago ahora terminaremos en la cama, perdiéndonos el uno en el otro, sintiendo nuestros cuerpos desnudos, sudados, revolcándonos como fieras, calmando nuestro instinto animal. Me abrazo a su cuerpo y dejo descansar mi cabeza exhausta en su hombro izquierdo, ajusto con más intensidad mis piernas en sus caderas mientras él comienza a caminar hasta sentarse en la cama y me acaricia la espalda, perdiéndome en su roce. Muero por estar con él, de eso no hay ninguna duda, quiero sentirlo dentro de mí, dejarlo poseer mi cuerpo, mi mente y mi corazón por completo, como lo hace cada que hacemos el amor, para que con el acto apague toda esta incertidumbre que me rodea.

Pero sé que esa no sería una buena opción, hay una inseguridad que no puedo contener y que me tiene en este debate mental para poder asimilar todo lo que me ha contado. Si quiero que nuestra relación tenga una oportunidad, tenemos que pasar página y comenzar una nueva, pero es necesario arreglarlo desde la raíz. No quiero vivir pensando que sigue en esas cosas, solo deseo enterrarlo y arrancármelo por completo de encima. Todo está mal mientras él no me asegure que está fuera de eso; no voy a compartirlo, o somos solo nosotros, o nada.

Ya resolviéndolo todo, por supuesto que me entregaré por completo, lo quiero, de eso no tengo la menor de las dudas, el sentimiento crece a cada segundo, es una necesidad sobresaliente que me inunda por completo, si no lo tengo a mi lado sé que seré muy infeliz, pero a la vez no quiero vivir con esto rondando nuestra vida, así que dejo salir la pregunta que me escuece el alma para despejar mis dudas.

—¿Sigues en esas cosas? —pregunto con firmeza en mi tono de voz, necesito su honestidad.

Lo siento pasar nervioso saliva, pero después contesta firme.

—No, Delhy. Desde que te conocí no he estado con nadie más. Tú eres la única mujer que está presente en mi cabeza a todas las horas del día —expresa sin dejar de mirarme a los ojos.

Sus palabras las tatuó en mi corazón y en ese momento puedo ver en sus ojos verdes un nudo de sentimientos y emociones que solo yo le provoco.

—Santiago, ¿eso es todo lo que tienes que contarme? —pregunto con recelo, esperanzada en que no haya más secretos que necesiten ser revelados esta noche, necesito prepararme para procesarlo todo y tomar una decisión.

—Por ahora, sí... —contesta, sin dejar de arrullarme.

No me gusta su respuesta, pero estoy muy cansada, han sido unos días terribles y por el momento tengo que aceptar que lo que me ha dicho esta noche es suficiente.

—Está bien para mí, por ahora... Necesito descansar —declaro en un murmullo un tanto adormilada, su calor es un bálsamo tranquilizador.

Se levanta conmigo en brazos, mueve mi colcha y me deja despacio en la cama.

—No me dejarás quedarme, ¿verdad? —Se hinca al lado de la cama.

—No, esta noche no —le digo agotada.

Me besa en la sien.

—Delhy, te quiero mucho, nena... eres algo importante en mi vida, no te voy a perder, lo arreglaré, estoy dispuesto a arriesgarlo todo.

Me arropa y se va sin hacer ruido. Es la primera vez que escucho una profundidad significativa en su voz al hablar de sus sentimientos y el acto me provoca ganas de llorar, pero al mismo tiempo mis emociones están congeladas, confundidas a tal magnitud que me quedo envuelta en una burbuja sin sentimientos como si no hubiera entendido nada de lo que me explicó.

Por un buen rato me quedo dando vueltas en la cama, ya estoy cansada de pensar, me siento exhausta, solo quiero dormir y continuar con mi rutina. Maldigo el día en que mi vida se volvió tan complicada.

Qué Será De MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora