Son después de las cuatro de la tarde y mi cuerpo se encuentra saciado, reposando sin vergüenza y muy a gusto sobre el suave sillón de mi actual trabajo. Los dedos de Santiago recorren mi espalda desnuda y siento su respiración al oído. Él está de lado, sosteniendo su cabeza con su brazo derecho, que se halla apoyado de su codo, mientras yo me encuentro boca abajo.
—Eres tan exquisita —me susurra. Las yemas de sus dedos siguen danzando de arriba a abajo sin parar; soy una mujer con demasiadas cosquillas, pero a su lado su tacto me tiene dulcemente domada—. Delhy —murmura, y yo volteo a verlo, mientras acomodo mis brazos, doblándolos para usarlos como almohada, al tiempo que descanso mi cabeza sobre ellos—. Te estás metiendo muy adentro de mí.
Saco una de mis manos y toco su pecho, donde está su corazón.
—¿Aquí? —pregunto.
—Sí, pequeña. Muy dentro —afirma deteniendo los relajantes movimientos, y pone su mano arriba de la mía—. Delhy, pase lo que pase, siempre existe un porqué... sé que no te merezco, no con la vida que he llevado, pero quiero ser merecedor de ti, de mi hija...
—Me quedaré siempre... —lo interrumpo, pero él me pone un dedo en mis labios y sonríe.
Sin pronunciar palabras, estamos conectados. Sé que el sentimiento está aquí, y nos envuelve en el momento. Comprendo sus miedos ante lo desconocido, a mí también me sucede. Lo que no entiendo es su estado volátil, su ceño fruncido refleja incertidumbre, su mirada manifiesta tristeza pura y remordimiento, eso es lo que ahora veo reflejado en sus hermosos ojos verdes, que me han ido conquistando cada día un poco más y por los que a cada minuto añoro su cercanía. Ojalá mi bello hombre esté a tiempo de enmendar esos errores que son los que lo perturban en este claro instante.
—Ven, déjame cambiarte. —Mira su reloj—. ¿Te parece ir a algún hotel para alistarnos?
—Como si tuviéramos otra opción, es tardísimo. —Sonrío consciente de lo dócil que me vuelvo a su lado.
Me levanto primero, le tiendo mi mano para ayudarlo a levantarse también, y este la besa. Al estar de pie, me abraza, y con los tacones le llego casi a la barbilla.
—Te quiero, pequeña. No sé cómo sucedió, pero te siento aquí... —Se pone la mano sobre el corazón. —Cada vez que te veo o te toco, me consumes.
Estando abrazados y desnudos, no puedo parar mis palabras.
—Es algo mágico. Sabes que me encantas, ¿verdad? —expreso endiosada ante el imponente hombre que me derrite desde la coronilla hasta la punta de los pies.
Le expreso el cariño que crece dentro de mí con un beso sin prisas, uno lleno de amor, que es una mezcla de sentimientos, cariño y ternura. Sus manos grandes recorren mi cuerpo y su gruñido de frustración me hace reír.
—Por más ganas que tenga de consumir tu magnífico cuerpo de nuevo, en este preciso momento me temo que es muy, muy imprudente. —Se despega un poco de mí, me recorre todo el cuerpo con su mirada profunda de deseo y expresa—. Además, quiero tomar mi tiempo para venerarte. —Me da un beso en la nariz y comienza a recoger nuestras prendas tiradas por todo el salón.
Salimos tomados de la mano, directo hasta la zona de pagos. La chica de hace unos momentos me sonríe con complicidad, pero, cuando su mirada cruza con la de Santiago, se le borra la sonrisa.
—Cargue este vestido y los zapatos a mi cuenta, por favor. —Le entrega la funda de ropa—. Señorita, mi hermana dejó una caja para mí.
—Por supuesto, señor. Aquí la tengo. Deme un segundo, vuelvo con ella.
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Qué Será De Mí
RomanceÉl era mi destino, era quien me mantenía a flote en este camino incierto. Diseño de portada: @HKramer L. RODRIGUEZ