CAPITULO 4

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Ya han pasado cuatro semanas y Edgar aun no se ha ido y cada vez mas tengo esa sensación de que hay algo extraño en el. Me levante de mi asiento y camine hacia la ventana de mi habitación intentando recordar un poco de mi vida antes de la llegada de Edgar.

Mi Nana era mi única amiga, mi tío Calvin nunca sale de su oficina,  es raro cuando lo hace, mi institutriz me da lecciones todos los días, ah y una enfermera me visita dos veces por semana y me coloca unas cuantas dolorosas inyecciones.

— ¡Amelia ya llego la Señorita Rumsfeld! — gritó Nana sacándome de mis pensamientos.

 Baje rápido al llamado de Nana. Pasaba por los últimos escalones de la escalera cuando escuche esa melodía de nuevo, era un poco tenebrosa y me hacia tener ese sentimiento de melancolía, me erizaba la piel al solo escucharla. Me detuve en seco para escuchar mejor para ver de dónde provenía aquella melodía tenebrosa, pero parecía estar lejos de mi. 

—Nana ¿por que Edgar aun no se ha ido?  

—El ahora trabajo con tu tío, por eso pasa mucho tiempo con él en su oficina— dijo Nana mientras doblaba los manteles del comedor, yo me quede sorprendida, pues no tenía idea de que ambos trabajaban juntos, cuando Rumsfeld llegó a la habitación. 

— Buenos días señorita Rumsfeld 

— ¡Hola Amelia! toma asiento por favor — dijo señalando el sillón color crema que se encontraba cerca de un piano negro, el cual relucía por su brillante pintura.

—Me gusta el collar que llevas puesto, jamás te lo había visto— dijo Rumsfeld.

—Es verdad— dije bajando mi mirada hacia el dije de perla— Lo encontré hace poco en el bosque  

—Que interesante— dijo Rumsfeld con una gran sonrisa— Pues es muy bello Amelia

—Gracias— dije regalándole una sonrisa nerviosa, pues mis habilidades sociales eran truncas y raras—¿Qué estudiaremos hoy?— pregunte para dejar de lado lo embarazoso de la situación. 

— Un poco de álgebra y leerás una novela de setenta y cinco paginas. 

—De acuerdo, iré por mi libreta de algebra— dije mientras sacaba del estante de aquel salón una libreta de cuero blanco  y regresaba a mi asiento para comenzar la clase. 

Hice lo que Rumsfeld me había ordenado, ya casi había terminado la pagina sesenta cuando note que alguien me observaba, me encontraba  sola en la habitación  mientras que Rumsfeld tomaba té con mi Nana. Volví a dar un vistazo por encima de mi libro y mire que quien me observaba era Edgar, se encontraba frente a mi recargado en la pared de al final del salón. Levante mi cabeza un poco mas para que mis ojos no fuesen los único que se pudieran ver detrás de aquel libro, entonces le mire y le sonreí un poco .

—¿No sabía que te gustaba leer ? — dijo mientras se acercaba sigilosamente a mi. 

— Lo hago algunas veces, en realidad la mayor parte  del tiempo ¿tu lees ? — le cuestione mientras ponía el libro sobre mi pecho.

— Claro que si — dijo sonriendo, ya dentro del salón. 

— ¿Qué tipo de libros ?

— ¡Libros que no te han de llamar la atención! — dijo con gran ego — ¿Cómo cuales ? — al hacer aquella pregunta se acerco a mi, mientras  yo aun me encontraba sentada en aquel sillón y se poso sobre la pared por encima de mi. Lo tenia tan cerca de mi, que podía ver su rostro perfectamente, sus largas pestañas y sus ojos color negro ... un negro profundo y vacío. 

—Libros que te erizan la piel donde muestran sangre, odio, pasión, temor ... —Se acercaba cada vez mas a mi, que podía sentir su respiración en mi piel — Asesinatos, locura, cuchillos, venenos y lo mejor de todo "besos " — al decir aquella palabra sus labios ya estaban sobre mi, abrazaban mis labios jamás besados.

Sus labios cada vez me besaban mas apasionadamente  que creí que no podía parar, mientras sucedía eso yo apretaba con fuerza la portada del libro y el mantenía sus manos fuera de mi cuerpo, pero sus labios... sus labios tocaban los míos con gran desespero. 

Se alejo de mi sonriendo y dijo —Te espero en la cena — 

Pase saliva, sin poder explicarme lo que acababa de suceder, pero no me atreví a decir una palabra, mientras veía como el se alejaba de mi, para después darse la media vuelta e irse,  regrese mi mirada al libro, mientras mis mejillas ardían de calor por lo sucedido.

EL LADO OSCURO DE LA INOCENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora