CAPÍTULO 3. DECEPCIÓN

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Me había pedido que participara en el concurso. Era demasiado emocionante. Estaba muy feliz. Tomé el bus para ir a mi clase y pensé en todo el camino en qué libro podría escribir. Luego recordé un pequeño detalle. Tenía que pasar mucho tiempo con el insoportable de Stephan. Fantástico. Ahora me tocaba aguantarle todos sus cambios de humor sin sentido. Sus torpezas. Y sobre todo tenía que ver sus increíbles facciones después de clases. Qué habría de pensar la gente. ¿Y si inventaban rumores y entonces me echaban del colegio?

-Sólo estás pensando estupideces- me dije calmándome.

Era algo netamente educativo. Y era un concurso con el colegio. No iba a pasar nada grave. O eso creía...

Al llegar a clase estaba muy feliz. Daniel, mi profesor me saludó con una sonrisa.

-Hola Daniel. ¿Qué tal?

-Muy bien. Aunque creo que no mejor que tú.

Tomé un caballete, mi bastidor. Y empecé a pintar. Estaba pintando unas rosas rojas y rosadas. Estaba quedando muy lindo para decir verdad. Y estaba tan concentrada que cuando menos pensé, la clase había terminado.

Al llegar a mi casa saludé a mis padres, y subí a mi pieza llamé a mi mejor amiga Andrea y le conté todo lo que había sucedido. Después tomé mi portátil y empecé a buscar en mis escritos. Tenía unos horrendos que había escrito hace mucho. Pero también había unos con mucho potencial.

Miré la hora y estaba tarde. Así que metí los escritos que me habían gustado en una memoria y los puse sobre mi mesa de noche. Apagué el portátil, me puse una pijama de chores y blusa de manga corta y me acosté en mi cama. Largo y hermoso día, pensé antes de quedarme dormida.

Al día siguiente la alarma sonó, y como a los tres minutos me levanté de mi cama. Odiaba madrugar.

Mi cama era más bien sencilla y no muy cómoda, pero dormía bien en ella. Mi habitación era estrecha, pero tenía un baño. Y estaba repleta de los afiches de mis bandas favoritas como Arctic Monkeys, AC/DC y Sleeping With Sirens. También había afiches de Harry Potter, Vincent Van Gogh y frente a mi escritorio tenía algunas fotos mías, un microafiche de El Principito y unos dibujos que yo había hecho.

Estaba a gusto con mi habitación, a veces me gustaría que fuera más moderna; pero no tenía la oportunidad de remodelarla.

Después de bañarme salí, cogí mi uniforme y me miré al espejo. Pero esta vez sin lágrimas o enojo. Sólo me miraba, me detallaba. No era la clase de mujer en la que un chico se fija. No era la clase de persona a la que se le quedan mirando en la calle. Lo único lindo en mí era mi cabello. Tenía un tono café claro que a veces se veía algo rojizo o con iluminaciones rubias, la verdad era bastante "exótico". Pero no tenía un buen cuerpo. No era gorda, pero tampoco tenía curvas o una silueta moldeado. Mi trasero era completamente normal. Mis ojos eran cafés. Mis pestañas eran pocas. Mis cejas eran aún más pocas. Mi Nariz era linda si me mirabas de frente, pero de perfil, tenía el sello de mi familia, una curva. Mis manos eran delicadas, pero nunca estaban bien arregladas, no solía pintármelas, ya que al pintar siempre las estropeaba. Mi boca era demasiado pequeña, no tenía nada de carnuda; era del estilo de que si hacía el Kylie Jenner Lip Challenge, seguirían como unas pequeñas líneas en mi boca.

Arregle mi cabello un poco. Me eché un brillo y nuevamente me detallé. El uniforme sí que no me favorecía a ser bonita. Digo, no es que fuera fea. Yo era linda, era aceptable. Pero eso nunca es suficiente. Bueno, de hecho, nunca es suficiente. El uniforme era una falda a cuadros azul, que debía ser a dos dedos arriba de la rodilla, una blusa blanca sencilla y un suéter azul rey.

Miré el reloj y vi que todavía quedaba tiempo para salir, pero debía desayunar. Así que bajé y como no estaban mis padres, me hice unos panqueques y un café con leche. Desayuné despacio y terminé justo a tiempo. Salí al paradero de bus y fui al colegio.

Quizá Algún día sea una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora