CAPÍTULO 23. EL HOSPITAL

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Era la una de la mañana cuando recibí una llamada de Stephan.

- ¿Pasó algo? ¿Por qué me llamas a esta hora? -Dije apenas despierta.

-Adam tuvo un accidente de auto y está en el hospital.

- ¿En qué hospital está?

-En el San Louis. -Dijo a regañadientes.

-Iré para allá.

Tomé mis cosas, me vestí en diez minutos. Corrí a la habitación de mis padres y les conté lo que había sucedido. Mi padre se ofreció en llevarme, y así fue, me dejó en la puerta del hospital.

En cuanto llegué al hospital me dirigí a la habitación que Stephan me había mencionado. Y efectivamente, ahí estaba; Adam conectado a miles de aparatos, con la cara llena de raspaduras y sus piernas vendadas. Y Stephan, sentado en una silla frente a la cama de hospital.

-Pobre. -Dije mientras me abalancé a verle y a abrazarle. Pero él estaba inconsciente.

Cuando miré a Stephan estaba apretando los dientes con furia.

- ¿Se besaron? -Dijo después de un tiempo en silencio.

-Tu amigo está en un hospital, inconsciente y ¿es lo único que puedes decir? -Dije molesta, pero luego caí en la cuenta de algo. - ¿Cómo lo sabes?

-Adam me lo dijo. Fue a mi casa, y tomamos unas cervezas y me lo dijo.

- ¿Dejaste que tu amigo se fuera de tu casa ebrio sabiendo que tenía que conducir? -Estaba furiosa.

-Yo estaba muy molesto y también estaba ebrio. Lo siento. -Dijo y comenzó a llorar. Sí que estaba ebrio.

Me acerqué a él y lo consolé, seguía molesta, pero no tenía caso, esperaría que estuviera sobrio para hablar de lo sucedido.

- ¡Él te beso mierda! -Dijo en medio del llanto. -Dime por favor que no lo amas.

-No lo amor, por favor cálmate.

Y así pasó la noche, Stephan se fue a eso de las tres de la mañana en un taxi y yo me quedé dormida a los pies de la cama de Adam.

De repente sentí que alguien me observaba y acariciaba mi cabello. Levanté la cabeza y vi a Adam mirándome fijamente.

-Buenos días dormilón, ¿Cómo te sientes?

-Como si me hubiera chocado con una camioneta y tuviera resaca al mismo tiempo.

-Me alegra que te sientas bien. -Dije y ambos reímos.

- ¿Sabes si Stephan estuvo por aquí?

-Sí, él fue quien me dijo que viniera.

-Le conté lo del beso.

-Ya lo sabía.

-Lo siento.

-Supongo que un poco de celos no le harán daño. -Dije y después me arrepentí de mi comentario. -Bueno, estoy molestando, no te preocupes por eso.

-Sé que lo quieres a él.

Y entonces todo fue silencio.

-Bueno, llamaré a un doctor y le diré que has despertado.

Caminé por los pasillos y el dolor en mi pie me molestaba bastante, así que paraba de vez en cuando.  Llegué donde el doctor que había estado dando rondas por la habitación y le comenté que ya se había despertado. El doctor me indicó que en un momento iría, así que me devolví a la habitación y espere sentada. Cinco minutos después ahí estaba el hombre de cabello blanco, corbata, barba desarreglada y bata.

-Hola, ¿Cómo te sientes?

-Me duele bastante la cabeza y la pierna derecha.

-Es normal, traeré unos analgésicos. Pero, debo comentarte que tenemos que realizarte una cirugía. Te fracturaste el fémur y está bastante desplazado.

Y así fue como me dijeron que debía irme. Adam debía ser operado. El procedimiento tardaría unas tres horas o más.

Tomé un taxi y me dirigí a casa.

-Hola. -Dije mientras cerraba la puerta de mi casa tras de mí.

Mi madre me respondió con un hola y un gesto de preocupación. Le conté todo lo que había sucedido, exceptuando que el amigo con quien él había bebido era mi profesor de literatura y que se había enojado porque me había besado. Sí, esa parte debía evitarla.

Quizá Algún día sea una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora