CAPÍTULO 16. ROMEO Y JULIETA

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Terminamos los trabajos a las once de la noche. Porque aunque intentábamos solo trabajar, terminábamos jugando, o yo terminaba pérdida mirándolo.

-Está muy tarde.

-Lo sé. Arréglate y te llevo a tu casa. -Hace una pausa. -Aunque, la verdad es que estoy tan cansado. -Finge un bostezo. -Podrías quedarte a dormir hoy también.

-Eres un tramposo. -Dije corriéndolo y tirándolo en el sofá para hacerle cosquillas.

-Para. Para. Debemos ir a dormir. -Dijo entre risas.

Entonces yo paré, y en el siguiente segundo él cambio nuestras posiciones y ahora era quien estaba haciéndome cosquillas a mí.

-Para. Para. -No podía dejar de reír.

Y entonces paró, pero se acercó a mí e iba a besarme, cuando yo empecé nuevamente a hacerle cosquillas.

-¡Chiquilla tramposa!

Luego fuimos a su habitación. Pero esta vez fui yo quien cambió mi ropa.

-No puedo creer que esta vez no me hallas dejado cambiarte. -Dijo mientras yo me sentaba en la cama y él se acercaba y me abrazaba por la cintura.

-Si en serio me quieres, estaremos más tiempo juntos, y ya tendrás otra oportunidad. -Dije mirándolo a los ojos y acariciándole el cabello.

-Espero que sean muchas. Más te vale.

Entonces dormimos, y nos quedamos abrazaos toda la noche. Hasta que sonó el despertador.

Me volteé y me estiré.

-Sigo diciendo que te ves hermosa cuando duermes.

Ahí estaba Stephan mirándome sin camisa y con un pantalón desde la puerta. Sí que era lindo. No pude evitar morder mi labio inferior.

- Veo que te gusta verme sin camisa.

Y entonces le tiré una almohada y me tape la cara.

Se abalanzó en la cama y fue donde estaba. Yo seguía con la cara tapada por mis manos. Pero él me hizo quitarlas. Y ahí estaba, era completamente sexy.

-Debo ir a estudiar. -Dije mientras le pedía que se quitara.

Y se quitó. Pero se quedó ahí mirándome. Y entonces recordé.

-No tengo uniforme.

-No sabía cuándo ibas a recordarlo. Desayuna y te llevaré a casa.

Entonces desayunamos panqueques que Stephan había hecho y chocolate caliente.

Y como tenía una obsesión en que Stephan no conociera mami casa hasta que fuéramos algo, le dije que me iría sola. El respeto mi decisión.

Llegue a mi casa y me vestí tan rápido como pude. Para mí suerte, tenía literatura a la primera hora.

En cuanto entré al salón ya habían pasado cinco minutos de clase.

-Señorita Jones. ¿Llegando tarde? ¿Acaso durmió mal anoche? -Y me miró con picardía, sin que el salón se diera cuenta.

Yo solo negué con mi cabeza y le solté una pequeña sonrisa.

La clase transcurrió muy bien. Hablamos de Romeo y Julieta, y se le notó apasionado al hablar de ese amor imposible. Yo estaba completamente emocionada, me encantaba ver esa chispa en sus ojos, y más cuando la razón de eso era algo relacionado conmigo.

-Señorita Jones. ¿Puede acercarse un momento? -Dijo cuando estaba ya a punto de salir.

-Sí, señor. Cuénteme.

-¿Seguiremos escribiendo hoy o se embriagará y me llamará desesperadamente?

-No le encuentro gracia a su chiste. Pero creo que a usted le encantaría que nuevamente no estuviera en mis cinco sentidos para poder verme en lencería.

-Me declaró culpable.

-Nos vemos en el café Señor Rogers.

Quizá Algún día sea una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora