CAPÍTULO 22. IDIOTA

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Sus labios eran cálidos, debía admitirlo. Y me había gustado besarle. Pero no era Stephan. No era con lo que soñaba, no era lo que quería. No había sentido mariposas.y en cambio, con solo ver a Stephan las sentía por todo mi cuerpo.

Adam se había ido antes de que pudiera decir algo. Esta vez, yo no era quien huía.

Mi madre seguía en la cocina cuando me dirigía a mi habitación.

- Hija, ¿Él era tu novio?

-No. No lo es. No tengo novio.

-Está bien.

Me recosté en mi cama y no sabía qué hacer. ¿Acababa de perder la amistad con Adam?

Narra Adam

En cuanto me acompañó a la puerta y cayó en los brazos no pude evitar contemplarla. Contemplar su belleza, su ternura. Era maravillosa y andaba sufriendo por Stephan. Él no la merecía, claro que no. Él debía quedarse con Sofía.

Y entonces no me controlé y la besé. Desde que la vi en esa tienda había querido hacerlo, pero no soy de ese tipo de hombres, no ando besando a todo el mundo. Y sé que hice mal, no quería confundirla. Pero no podía aguantar más. Sus labios eran justo como imaginé, pequeños e inocentes, pero también atrevidos y cálidos.

Sabía que me había equivocado. Que Stephan jamás me lo perdonaría. Pero había valido la pena.

Y entonces, para aumentar mi martirio, mi celular sonó.

- ¿Aló?

-Hola amigo. -Era Stephan. -Me preguntaba si podías pasar a tomar unas cervezas a mi apartamento.

-Yo, la verdad es que.... -Fui interrumpido.

-No acepto un no por respuesta. Te espero.

Así que tuve que ir.

Desvíe mi camino a casa y me dirigí a la de Stephan. No sabía que estaba haciendo, iba a acabar con toda nuestra relación. Pero, bueno, el no podía reclamarme o reclamarle a Maddie. El tenía dos mujeres. Dos grandes y maravillosas mujeres. Y yo solo quería a Maddie. No podía acabar nuestra amistad porque había besado a su próxima conquista.

Toqué la puerta y Stephan me abrió con una gran y patética sonrisa. Ahora lo veía como un idiota, ¿cómo puede tener alguien a una persona tan perfecta en sus manos y no apreciarla? Sí, era un completo idiota.

Y así transcurrió la noche. Bebiendo. Y el idiota de Stephan diciendo cosas que cada vez me molestaban más. Yo sólo estuve ahí callado. Pensando en el beso una y otra vez.

- ¿Qué te pasa? ¿Por qué no hablas?

-Besé a Madeline. -No lo aguanté.

- ¿Qué hiciste qué mierda? -Estaba tan molesto. Podía ver la furia en su cara. Se paró de su silla y estaba a punto de darme un golpe. - ¡Lárgate de mi apartamento!

-No puedes hacer un numerito y lo sabes. Ella no es tuya. Tú no la has apreciado. Mientras tú tienes a dos mujeres ella está sufriendo por ti. Reacciona y deja de ser un maldito bastardo.

Y así salí del lugar. En medio de gritos e insultos. Quizá a Stephan le importaba más de lo que pensé, pero eso no le quitaba lo idiota. Para ser sinceros, lo aumentaba; amaba a una mujer y dejaba que ella creyera que no lo hacía.

-Vaya el amigo que nos hemos conseguido. -Dije en burla, como si hablara con Madeline.

Me subí al auto. En una combinación mortal. Molesto y tomado. Pero no estaba en mis cinco sentidos para prevenirlo. Así que solo subí. Arranqué el auto y empecé mi camino.

Estaba llegando a casa, cuando vi unas luces aproximándose a mí. Parecía una camioneta. Pero no había tiempo de frenar.

Quizá Algún día sea una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora