Capítulo 23. Tradición Alderaaniana

33 1 0
                                    

Han me había invitado a cenar y yo había aceptado para evitar la cena con mis tías. Cumplía dieciocho años y, según ellas, era un momento muy importante, ya que era la edad con la que comenzaba a tener responsabilidades, no obstante, yo tenía responsabilidades desde el momento en el que definitivamente me convertí en heredera al cumplir con mis tres retos; así que para mí era un día normal. Aunque un día cualquiera no hubiese aceptado a ir a cenar con el contrabandista. O sí, no lo sé. Ya no lo odiaba como cuando nos conocimos. Seguía siendo un pedante y sacándome de quicio, pero esa era su forma de ser, me había demostrado como detrás de esa faceta era un buen hombre. Llegué a su chatarra voladora un poco antes de la hora establecida y al ver que estaba la compuerta abierta entré.

-¡Buenas noches! - Comenté y observé alrededor. No estaba como me había imaginado, todo sucio y cosas por el medio, sino más bien lo contrario, iba a ser cierto aquello de que cuidaba más a su nave que a él mismo. Han estaba en la estancia que funcionaba como salón colgando globos en las paredes. - Hola.

-¡Ay! - Exclamó sobresaltado. Estaba tan concentrado en su tarea que no me había oído entrar – Qué pronto llegas, no me ha dado tiempo a terminar de preparar las cosas, adiós sorpresa.

-No te preocupes, ya me la he llevado. Y tú también – Reí – Ya dejalo si quieres, ya estoy aquí.

-Tienes razón – Soltó los globos que le quedaban y vino a saludarme. Nos sentamos en unos asientos y comenzamos a hablar de cosas cotidianas. - ¿Quieres cenar ya? - Me preguntó tras ver que ya era una hora prudencial para hacerlo y se levantó para calentar la cena. La mesa ya estaba puesta así que me senté a esperar. Volvió con el primer plato, se trataba de un extraño caldo verde. Tenía mal aspecto pero exquisito olor. Las opiniones estaban equilibradas así que no me arriesgué en saber qué llevaba. - Luce horribe pero está riquísimo – Asentí y lo probé. En efecto ese caldo raro estaba riquísimo. Además, el sabor que dejaba en la boca mezclado con el del vino corelliano que me sirvió hacían una unión perfecta. De segundo hubo filetes de no me acuerdo qué, con más vino. Para ser la primera vez que tomaba vino corelliano, el alderaaniano esta menos fuerte en lo referido al alcohol que contiene, me tomé unas copas más de las que debería. Miré el reloj, aunque me costaba enfocar conseguí ver la hora.

-Debería irme, se me está haciendo tarde. - Fui a levantarme pero el mareo producido por el alcohol provocó que volviera a sentarme. - Uff, creo que me he pasado con el vino.

-Puede ser. ¿Te ves para irte a casa?

-Sí, es esperar a que se me pase un poco esto, que parece que ya. - Me volví a levantar pero esta vez fue peor. - Uh, mejor aviso.

-Puedo llevarte. O sino quédate. Aquí hay dos camas así que podemos dormir aquí. Bueno, si lo prefieres puedes quedarte tú y me voy.

-Hablaré con mi padre, conociéndole lo mismo ha mandado alguien a vigilar así que me puede llevar. Voy a preguntarle. - Saqué del bolsillo del vestido el intercomunicador y lo llamé. Para un día que hubiese necesitado a un Guardia cerca de mí no había, debido a la festividad de aquel día había menos efectivos, así que no tendría más remedio que quedarme allí siguiendo su consejo. En ese momento no lo entendí, ¿cómo un padre puede decirle a su hija que pase la noche con un hombre? Ahora lo entiendo, le preocupaba menos lo que pudiera pasar en es nave que lo que pudiera pasar estando la princesa borracha por la calle. - Mi padre me ha dicho que mejor me quede.

-Vale, te llevo a la cama, ahora recojo esto.

-No, yo puedo sol... - Antes de acabar la frase me vi alzada en sus brazos. Pasé los míos por su cuello para sujetarme y no caerme y así me llevó a la cama, a su cama, lo sabía por el tamaño.

Nueva OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora