Capítulo 6. La trampa

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Era la quinta vez que me despertaba esa noche con la imagen del local y Han asfixiándose en la cabeza. Hubiese sido tan fácil simplemente dejarlo morir. Hablar al día siguiente con el otro contrabandista para ir yo en lugar de Han y todo sería más sencillo. En fin y al cabo me había visto como su compañera pero desconocía mi verdadera identidad. Pero tenía tanto miedo. Creo que esa fue la primera vez en mi vida que tuve miedo de verdad, y por lo que peor me sentía no era porque fuera por culpa de algo que me pudiese pasar a mí, sino por algo que le pudiera pasar a otro, y ese otro no alguien cercano, sino un simple contrabandista. Yo luchaba por la justicia, y no podía quedarme de brazos cruzados y cometer yo una injusticia. Eso me lo repetía una y otra vez, para concienciarme de que estuvo bien lo que hice. Oí un ruido en la habitación de Han, la cual estaba al lado de la mía, y decidí vestirme con algo más que mi ropa interior que llevaba puesta e ir a ver qué pasaba.

-Han, ¿estás bien? - Pregunté tras golpear levemente la puerta – He escuchado un golpe

-Sí, simplemente me he chocado con un mueble – Dijo sereno pero ocultando el rastro de molestia en su voz. No sabía qué hacer. ¿Me iba? ¿Insistía? ¿O simplemente entraba? Lo tercero me parecía una locura, mas por mí que por su intimidad porque no sabía como estaría él y no quería ver cosas que no debiera.

-¿En serio?

-Sí – respondió pero en un tono menos convincente todavía. Decidí entrar y arriesgarme a ver lo que fuera. Abrí la puerta con los ojos cerrados abriendo uno solo para poder observar como estaba sentado en la cama, en ropa interior, lo que supuso un alivio para mí, agarrándose el costado.

-¿Qué ha pasado, abuelo?

-Salía del baño con la luz apagada y me choqué con el mueble, eso es todo. Pero cuando te duele algo parece que todos los golpes van al mismo lado.

-Pobrecito. - Dije encendiendo la luz de la mesita – Voy a echarte un poco más de crema, a ver si se te pone bien pronto. Túmbate. - Obedeció y se tumbó de lado para que le pudiese echar bien la crema. - Si puedes taparte un poco te lo agradecería por favor. - Le dije mientras abría el botiquín que había usado esa tarde a lo que respondió tapándose con la sábana hasta la cintura. - Eso me vale. - Respondí y saqué la crema para posteriormente repetir el procedimientos de la tarde. - Los cortes de la cara te dan aspecto de macho – Comenté riendo y él intentó enarcar la ceja, pero como le tiró por la herida cambió de opinión a mirarme con cara de odio – Esto ya está. Intenta no irte chocando con todos los muebles. Vuelvo a la cama, que en un rato me levanto, intenta descansar un poco, te vendrá bien

-Lo intentaré. Buenas lo que queda de noche. - Sonreí y me volví a la cama. "¿Por qué sonríes, Leia? No lo hagas, es un sinvergüenza, lo odias, no se lo merece" me decía mi conciencia y yo no tenía respuesta para ello, simplemente me salía solo.

-Leia, a levantarse, debemos partir hacia Alderaan ya.

-¿Tan pron... - No terminé la frase cuando me di cuenta que los rayos del sol ya entraban por la ventana. ¿Y si me había soñado lo de Han? Eso fue algo que descarté cuando vi que llevaba la ropa que me puse para salir del cuarto. - Voy

-Voy a despertar a Anakin, ahora vengo a peinarte. - Asentí y mientras iba a despertar a su hijo me vestí con la ropa que había traído para el viaje de regreso. Un traje enterizo blanco y marrón claro con un cinturón negro. Sí. El blanco ha sido mi color favorito desde siempre y siempre lo será, junto con el azul, por eso no es de extrañar que la mayoría de mi ropa fuese de estos colores. Sabé no tardó en volver lista para peinarme aunque, como teníamos poco tiempo se limitó a recogerme el pelo en dos trenzas que se unían en una que recorría mi espalda. Terminamos y nos dirigimos al comedor. Allí el desayuno estaba ya servido para nosotros tres y el Senador, que nos acompañaría en el viaje de regreso para hacerle una visita a mi padre. La idea era partir unas horas antes de que lo hicieran Han y el otro para poder estar allí sin problemas antes de que ellos llegasen. Y así ocurrió. Llegamos a Alderaan y no había ni rastro de ellos. Nada más llegar Anakin se fue a buscar a su padre y Sabé, el Senador de Corellia y yo nos reunimos con mi padre para contarle los acontecimientos del día anterior. Mi padre escuchaba atentamente sin mencionar media palabra siquiera.

-Majestad, Alteza, se aproximan. - Dijo uno de los Guardias.

-Perfecto, que lo preparen todo.

-Y que detengan a Han también – Ordené y el guardia asintió antes de irse - Espero que Han sea buen actor y finja bien su papel. - Pensé en voz alta

-¿Qué papel? - Preguntó mi padre confundido.

-Algo de lo que hemos hablado esta mañana antes de partir. Ahora vuelvo contigo, he de estar presente cuando los traigan. - Asintió y corrí a mi habitación en busca de lo que yo llamaba la capilla, que no era más que una prenda que me cubría los hombros y parte de un brazo, solía ponérmela cuando iba con ciertos tipos de trajes para este tipo de temas. Mi padre solía llevarlas y habían pasado a formar parte de mi vestimenta también. Cuando bajaba por las escaleras colocandome la tela observé por el ventanal como en el hangar se desarrollaba la detención de los dos contrabandistas. Parecía que de momento Han estaba interpretando bien su papel de sorprendido pataleando intentando escaparse. Al menos por lo que podía ver, ya que era levemente. Volví junto a mi padre y esperé con él a que llegaran con los detenidos al despacho. Ambos permanecíamos de pie delante de la mesa. Oímos como se acercaban los soldados con los dos contrabandistas y no tardó en abrirse la puerta.

-¿¡PERO QUÉ!? - Exclamó Han "sorprendido" y "traicinado" al verme allí, llevando a cabo con precisión el papel que tenía - Tú traidora. Nos has vendido. Confié en ti, ¡me dijiste que me ayudarías a recuperar mi nave, no a hacer que me volviesen a capturar!

-Eso te pasa por dejarte seducir y engañar tan fácilmente. - Mi padre nos miraba sin saber muy bien qué pasaba. - Como todo hombre te has dejado manipular tan rápidamente por una mujer...

-Estuve a punto de dar mi vida por ti.

-Y estoy segura que sabrán recompensarte por salvar la vida de la princesa, pese a todo. ¿Verdad, padre?

-Eso está claro. ¿De qué se les acusa?

-Tenían en su posesión un cargamento de armas. Las hemos encontrado en el registro.

-Bien. Vosotros dos, ¿algo que decir?

-Yo solo quería recuperar mi nave – Comentó Han.

-Pues mañana será vuestro juicio justo donde se determinará vuestra condena. Ahora podéis llevaroslos, en celdas separadas, por favor, a Solo con más vigilancia, que no vuelva a escaparse.

-Por supuesto, majestad.

-Capitán, ahora quedese un momento, por favor. Llevenselos. - El Capitán se queda y esperan a que los demás se vayan. - A Solo lo soltáis y que venga a verme. Es nuestro enlace. - Afirma y se despide militarmente. - Buena jugada esa con Solo, hija.

-Gracias.  

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