Capítulo 24. La traición de Brey

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Volví a casa una vez dejé a Leia de camino a dónde había quedado con Han, habíamos salido juntas del palacio. Cuando llegué a casa la luz estaba apagada y no olía tan bien como de costumbre. Supuse que Brey seguiría con sus amigos por ahí y nuestra asistenta tenía el día libre. Entré en casa y solté las cosas encima del mueble de la entrada sumida en mis pensamientos. ¿Cómo estaría Luke? ¿Cómo habría pasado el día. En unos días lo vería por primera vez en tantos años y las ganas que tenía de ello eran enormes. Bail me había comentado que era buena idea comentarle a Luke la verdad, porque Obi-Wan le había confirmado que sus padres están vivos pero que por motivos de seguridad él estaba mejor sin saber sobre ellos. De repente un mal presentimiento me hizo salir de aquellos pensamientos. Momentos después oi perfectamente el sonido de un sable láser encendiéndose. Me quedé paralizada. Me habían encontrado. Todo por lo que había luchado se desvanecía con ese sonido. Ese era mi fin. Suspiré y me giré para ver la cara del que sería mi verdugo.

-¿Qué? - Expresé sorprendida al ver a Brey con el sable jedi de Anakin encendido. - ¿Qué haces tú con eso?

-Esa pregunta debería hacértela yo a ti. ¿Por qué tienes tú un sable láser?

-Lo que tenga yo guardado o deje de tener es asunto mío. - Apagó el sable.

-Claro, es asunto tuyo. Pero ¿sabes el peligro que supone tener esto en casa?

-No supondría algo si tu no hubieses enredado entre mis cosas y sacarlo. No eres nadie para enredar entre mis cosas, empezando por ahí, porque mis cosas son mías.

-No son tuyas. Tú no tienes cosas desde que te casaste conmigo. Tus cosas son mías.

-¿Perdona? ¿Cómo que mis cosas son tuyas? Y aunque no fuese así serían nuestras cosas, pero nunca tuyas.

-No, bonita. Tú eres MI mujer y me perteneces. Y como me perteneces todas tus cosas también.

-¡YO NO PERTENEZCO A NADIE! - Grité ya enfadada pero me arrepentí en ese mismo momento, justo cuando me vi sentada en el sofá con su mano en mi cuello y él demasiado cerca de mí. Sus músculos estaban tensos y sus ojos tenían un brillo especial, un brillo de ira y locura. El mismo brillo que los de Anakin en Mustafar. Me hacía daño, apenas podía respirar debido a la presión de su mano en mi cuello. Mi mente viajó al suceso de Mustafar dieciocho años atrás y recordar lo ocurrido con el recién nombrado en aquel momento Darth Vader provocó que corriera una descarga de adrenalina que, cuando quise darme cuenta, me había soltado y el sable láser, encendido de nuevo, reposaba muy cerca de su cuello. - Vuelves a ponerme una mano encima y serás lo último que hagas en tu vida.

-Que zorra eres.

-Yo seré zorra pero tú un cabrón.

-Pero a mí no me influye. A saber qué le haces tú a tu querido Bail Organa para que te tenga tan superprotegida. Por algo será eso de llevar siempre vestido.

-¿Perdona?

-Ah que no es verdad. - Con ese comentario la ira que tenía guardada se reunió en mi brazo dispuesto a darle una buena bofetada aunque le dio tiempo a parar mi brazo en el aire y tirarme al suelo. Volví a encender el sable y, con él lo mantuve alejado de mí.

-Ni se te ocurra insinuar esas cosas. Porque son mentira. Y en el caso de que fuera verdad tú serías el menos adecuado para meterte en ese tema. Tú, que has pasado por las faldas de medio Aldera. ¿Qué crees? ¿Qué yo no me entero de las cosas? Pues tengo ojos y oídos por toda la ciudad y me entero de muchas más cosas de las que crees.

-Con quien folle o deje de follar no es asunto tuyo

-Pues sí, sí lo es. Porque soy tu mujer. Y un día me juraste lealtad y fidelidad. Juraste amarme y respetarme. Y en todos estos años no he tenido ni amor, ni respeto ni lealtad y fidelidad.

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