Capítulo 49. Nueva oportunidad

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La vida es un ciclo, un ciclo que no perdona ni se para. Se nace para morir. Y se muere para que otro pueda nacer. La vida es un ciclo incontrolable. Vamos creciendo y vamos viendo crecer a los que nos rodean. Nacemos. Nos vamos haciendo mayores y vamos aprendiendo, a leer, a sumar, a hacer otras cosas más difíciles y aprendemos a ser seres racionales, aunque algunos más que otros, maduramos y poco a poco nos vamos dando cuenta de las cosas a nuestro alrededor, ¿qué hacemos aquí?, ¿qué somos y qué queremos ser?... preguntas cuyas respuestas van a ir elaborando nuestra vida mientras llevamos a cabo la muy difícil tarea de qué camino elegir. Hacemos amigos, amigos para todo, los hay mejores, los hay peores, algunos con los que puedas contar para algunas cosas, otros para otras, o tal vez para ninguna y solo están ahí para pasar el rato tomando un simple café y hablando de cualquier tema de novedad. Pero ¿qué haríamos sin ellos? Alguien dijo alguna vez: no hay desierto como el de vivir sin amigos. Y es una gran verdad. Después de hacer amigos, nos enamoramos, ¡ay el amor que idiotas nos vuelve a veces! Y qué felices otras, pero no deja de ser un amigo más, un mejor amigo, un amigo especial, un amigo con el que compartes algo más que momentos, sino que compartes tu vida y en muchos casos compartes familia, como estaba a punto de hacer yo. Aunque no siempre salen las cosas como uno quiere. Se nace para morir y a veces se muere para que otro pueda nacer.

La linea que dibujaba el electrocardiógrafo se convirtió en continua provocando tensión en los que se encontraban alrededor.

-¿Leia? ¡LEIA! – Gritó Han con lágrimas en los ojos.

-Tiene que salir, por favor – Le informó uno de los droides médicos.

-¡NO! ¡LEIA, DESPIERTA POR FAVOR!

-Alteza, por favor. Salga y déjenos trabajar – Repitió mientras conseguía ir empujándolo hacia fuera de la sala. El otro droide médico preparaba lo necesario para reanimar a la princesa y, en caso de no lograrlo conseguir salvar al bebé que aún quedaba por nacer. Cualquier ser natural que hubiese entrado en esa habitación podría palpar la tensión en el aire, sin embargo, por la concición de mecánicos ambos droides no lo notaban. Por suerte a la segunda descarga la recta línea comenzó a tener un pequeño y débil movimiento suficiente para mantenerla con vida y conseguir, minutos después, hacer nacer al pequeño que se resistía. – Hemos reestablecido a la princesa y ya ha nacido el niño. – Han miró al suelo más tranquilo y luego miró al droide que llevaba, envuelto en una manta, al pequeño acercándose para acariciarle su manchada carita, ya llevaba a la niña él mismo en brazos.

-¿Cómo está Leia?

-¿Qué ha ocurrido? – Preguntó el Maestro Kenobi detrás del padre de aquellos bebés.

-No sabemos, ahora le haremos un chequeo. Seguramente haya sido provocado por una pérdida excesiva de sangre. – Obi-Wan lo miró enarcando una ceja.

-¿Podría después pasar a revisar yo también? Como usuario de.. medicina alternativa – El droide aceptó y volvió dentro con los bebés y a realizar sus tareas. – Te prometo que estará bien, siento que tengo mayor solución que ellos.

-¿Crees que la Fuerza puede ayudarla? – Comentó el príncipe sin tener muy en claro su pregunta y no muy segura su confianza en ese tema.

-La Fuerza no hace milagros, pero a veces hace algo muy parecido. He sentido a los niños demasiado para ser recién nacidos. Es más que evidente que sienten la Fuerza, pero demasiado.

-¿Crees que el lado oscuro ha tenido algo que ver?

-No, no lo creo. Creo que ha sido ella misma. Lo solucionaré, te lo prometo. – Respondió colocando su brazo en los hombros del contrario transmitiéndole ánimo. Tras avisar al Jedi que ya podía pasar entró encontrándose a Leia dormida mientras, por medio de una máquinas, iba recibiendo sangre nueva. Se mantuvo de pie a su lado, con los ojos cerrados, centrado en la Fuerza, tras ello apoyó su mano en la frente de la princesa para transpasarle algo de la energía que ella había perdido al dársela inconscientemente a sus hijos, tal como era su sospecha. Cuando contempla que ya es la suficiente para no desmejorar él y que ella pueda recuperarse sale para dejarla descansar.

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-¿Cómo está? – Le pregunté al Jedi cuando salió.

-Bien, solo necesita descansar y sentiros cerca a los niños y ti, y comer en cuanto se despierte. Dejo ello en tus manos, he de irme. – Le agradecí y me despedí de él. Pregunté si podía entrar y, tras recibir una respuesta afirmativa, lo hice. Nada más sentarme al lado de la cama llevaron a mis hijos, ya limpios y vestidos con unos bodys de tela suave, en una pequeña cuna con ruedas. Lo miré y luego miré a Leia recordando lo que Obi-Wan acaba de decirme. Agarré con cuidado al niño y se lo coloqué a mi mujer en el pecho de forma que no la molestase para respirar bien y que el niño no se escurriera por los lados y tomé a la niña yo en brazos. El pequeño se escurría como un gusanillo buscando una cómoda postura en el pecho de su madre mientras ella dormía, solo dormía, sé que solo estaba durmiendo, pero mi preocupación era mucha, aunque fuera solo por el miedo de perderla, algo que había estado a punto de pasar. Acaricié su mejilla sin poder apartar la mirada de nuestros hijos mientras oía los pequeños pitidos regulares y esperanzadores de la máquina que habían instalado en la habitación. Haría todo lo necesario para que ella estuviera bien y si para ello tenía que estar a su lado no me separaría ni un segundo. Ella, y ahora nuestros hijos era lo más valioso que tenía. Antes Chewbacca era lo más parecido que tenía a una familia y luego ya no solo que hubo una familia que me acogió sin pensarlo, sino que ahora tenía la mía propia, e iba a cuidarlos con mi vida, si fuese necesario, mi apellido ya no me describía. Era tarde y el sueño comenzaba a invadir mi cuerpo al encontrarme más relajado. Me quité los zapatos y me tumbé con cuidado al lado de mi mujer pasando el brazo para sujetar a los bebés, Jacen, el niño, durmiendo sobre su madre y Jaina, la niña, en el hueco entre el cuerpo de Leia y el mío. Antes de ponerme a dormir levanté la cabeza para ver la cara de Leia por última vez en ese día y sonreí al ver que, inconscientemente ella lo hacía.

La vida es un ciclo, un ciclo que no perdona ni se para. Sin embargo hay excepciones y esta es claramente una de ellas. Una excepción que nos enseña algo, con un fin. A veces es para crear miedo, y el miedo une a los seres. Porque los momentos de tensión y de miedo nos hace luego sentir tranquilos y felices al comprobar que no ha sido más que un susto, nos enseña a valorar lo que tenemos, a valorar el aquí y el ahora. Porque nacemos para morir, eso es un hecho innegable, así que ya que no sabemos cuándo llegará ese momento ¿cómo no aprovechar cada momento que se nos presente?

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