[35] Hola Teddy (2/3)

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Habían pasado las vacaciones de invierno y era otro año, pero Brooke no sabía nada sobre su novio.

Aquel Lunes, era el primer día de clases, así que fue corriendo a su casa cubierta de nieve. Tocó la puerta encontrándose con su madre.

—Hola —dijo apunto de cerrarla. Brooke puso su mano firmemente.

—Vengo a ver a Teddy le guste o no —manifestó la rubia.

La mujer rendida abrió la puerta lentamente dejándola pasar a la casa. Brooke subió con velocidad las escaleras y llegó al cuarto de su amigo, el cual tenía la puerta cerrada.

—¿Alguien ahí? —preguntó ella dándole pequeño golpecitos.

No hubo una respuesta, así que repitió los mismos pasos. Había un completo silencio, así que Brooke abrió de golpe la puerta encontrándose con Teddy debajo de las sábanas.

—Ted, ¡Despierta! —exclamó la chica destapándolo.

—Déjame en paz —respondió con la cara enterrada en su almohada.

—Nadie ha sabido nada de ti... —comentó Brooke.

—¿Nada? Se reveló mi mayor secreto, si no lo recuerdas.

La chica lo abrazó por detrás, mientras este seguía pegado a su cama.

—¿No irás a la escuela? —preguntó la rubia.

—¿Para que me golpeen? No gracias —dijo enfadado— tuve suficiente con esa broma del baile.

Se escuchaba su voz romperse, Brooke no sabía que hacer. Jamás lo había visto o escuchado llorar, era algo nuevo para ella y no tenía ni la menor idea de cómo actuar.

—Teddy tranquilo —decía ella una y otra vez acariciando su espalda.

—¡No lo entiendes Brooke! —gritó entrando en llanto.

La chica estaba devastada, su amigo se veía bastante quebrado.

—Tienes que ir a la escuela, te prometo que nada malo te pasará —intentó consolarlo.

Teddy suspiró frustrado, despegó su cara del colchón y se limpió las lágrimas con las magas de su pijama.

—Solo espero que no me maten —dijo encogiéndose de brazos.

La chica lo ayudó a pararse y alistarse para aquel día, iban tarde, pero estaban más preocupados de lo que todos harían.

Por suerte, a ambos les tocaba a primera hora matemáticas. Sintieron como varios dirigían sus miradas hacia ellos, lo cual ponía súper incómodo a Teddy.

De pronto un papel voló hacia el pupitre del chico, él temeroso lo abrió lentamente:

«Marica»

Cerró fuertemente sus puños, conteniendo sus lágrimas. Sabía que no iba a ser un día fácil.

—¿Puedo saber qué está leyendo, Sr Stilson? —preguntó la profesora tomando el papel.

—Dígale señorita —murmuró alguien del salón causando risas.

—¡Fuera de mi clase! —exclamó la mujer al leer la nota— ¿Y quién escribió esto?

Un chico del fondo levantó su mano orgulloso, la profesora enfadada lo mandó donde el director.

—Tranquilo Ted, nadie te hará nada ¿si? —lo tranquilizó Brooke tomándole la mano— nadie le hará daño a mi novio.

Teddy no sabía como sentirse, todavía estaba confundido con Derek. Se avergonzaba al tener que responder con un 'te amo'.

Pasaron más horas hasta el primer receso, Brooke no se despegó de su amigo para que nadie se acercara. Al tocar la campana, Sara vino corriendo hacia ellos.

—Brooke tenemos un problema —dijo la rubia pasándose una mano por el cabello.

—¿Qué pasa? —preguntó ella.

—Verás... ahora que todos saben lo de Teddy, está dañando la —hizo una pausa— reputación del grupo.

—Me vale mierda, Sara. No podemos dejarlo por su cuenta —contestó.

—No —interrumpió el chico— si el grupo cae, todo el plan se acaba. Estaré bien solo, lo prometo.

—Ted, no te dejaré solo.

—Brooke —agregó la chica— llévalo al club de los libros.

La rubia suspiró y lo arrastró a regañadientes hacia la biblioteca. Una vez que se encontraron en la entrada, ella le pasó su vieja tarjeta que traía dentro de su mochila.

—Son buenas personas, no te juzgarán —dijo ella tomándolo de la mano.

—Tranquila, estaré bien.

—Cualquier cosa, envíanos un mensaje, ¿Si? —la chica lo besó dulcemente— esto no durará mucho, lo prometo.

Teddy sonrió y se dirigió hacia el pasillo de religión, ella solo lo miraba de lejos, cuando sintió una mano en su hombro.

—¿Triste, no? —era Astrid, la reconocía por la voz.

—¿Qué quieres? —puso los ojos en blanco.

—Solo venía a decirte que siento lástima por ti, digo, ahora todos están sospechando de tu grupo y sería terrible que ciertos videos salgan a luz —explicó la castaña moviendo su melena.

—¿Qué videos? —tartamudeó un poco al preguntar.

—Oh ya sabes, una pequeña aventura de Anna y tal vez uno de Cory, ¿Recuerdas? Eso debería hundirte.

—Hazlo, no queda nada más que perder —dijo Brooke.

Astrid comenzó a dar vueltas en círculos alrededor de la rubia. La miraba fijamente, como si intentara leer su mente.

—Valiente, me gusta —comentó la castaña— ahora, si es lo que deseas.

—De todas formas me ibas a pedir que dejáramos la popularidad, así que en ambos lados perdemos lo mismo, ¿no?

—Inteligente, aunque solo tengo una pregunta más para ti... ¿Cuántos recuerdan que eres la gallina gorda?

La respiración de Brooke se paró en seco al escuchar aquel viejo sobrenombre, llegándole a la mente millones de horribles recuerdos.

—¿Cómo me llamaste? —tartamudeó la rubia.

—Ya sé por qué te me hacías tan conocida, ¡Eres la gallina gorda! Te ves tan bien sin esos kilos de encima y tus feas cejas, convincente disfraz.

—No me llames así.

—¿O qué, te pondrás a llorar? —se burló la castaña riendo.

—Me vengaré —la amenazó.

—Quiero verte intentándolo —dijo segura.

La campana volvió a sonar, dando por finalizado el receso. Astrid se alejó lentamente mientras reía despiadadamente. Brooke se quedó parada, pensando en aquel cruel sobrenombre que no escuchaba hace unos años. Su amigo, la sorprendió por la espalda con una sonrisa.

—Sigo vivo, gracias por el pase para el club —dijo Teddy— ¿Pasa algo?

—No, nada —mintió.

La chica comenzó a caminar hacia el baño, se encerró en uno de los cubículos y se sentó en la tapa del inodoro.

Su mente viajó hacia dos años atrás, donde pesaba unos diez kilos más y todavía el club de los libros no se fundaba.

—¡Gallina gorda! —exclamó uno de los chicos populares en ese entonces— ven aquí masa grasienta, ¡No he terminado contigo!

Lágrimas recorrían sus mejillas al recordar aquellos días donde era humillada diariamente en los pasillos.

De pronto, volvió a la realidad al sentir una vibración de su bolsillo. Pensó inmediatamente que podía ser Teddy, pero estaba equivocada. El mensaje provenía del teléfono de Astrid.

«Ya no hay un blog del chisme, pero haré saber que Gallina Gorda ha vuelto»

N/A: se acerca el fin bdbdjjs

Mis mejores amigos gaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora