Capitulo 9. Que te den, Malfoy

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— Profesor Dumbledore, agredió físicamente a un alumno de mi casa rompiéndole un brazo y dejó inconsciente de un golpe seco a un alumno de Hufflepuff.

— Director Dumbledore, lo de Cedric fue un accidente. Intervino y le di sin querer pero en ningún momento fue mi intención.

— Sin embargo no desmientes la agresión hacia el señorito Malfoy.

— Él me ha hecho esto, profesor Snape. — me defendí señalando mi propia cara, la cual contaba con una ceja y el labio superior partido. — Y si, yo le he roto un brazo pero tiene que entenderlo, Director. Llevaba toda la semana insultando a mis amigos y... a mi hermano. No aguantaba más.

— Te mereces la expulsión inmediata, Potter.

— ¿Y Malfoy que? ¿Él no tiene que pagar por lo que ha hecho?

— Draco recibirá su castigo, señorita Potter. — un hombre de cabello lacio rubio irrumpió en medio del despacho de Dumbledore. — Por su puesto que lo recibirá, pero él no empezó la pelea... muggle.— arrastró la última palabra como si le doliera pronunciarla.

— Ruby, este es el señor Malfoy. — Dumbledore hizo los honores.

— ¿La pelea muggle? — me levanté de la silla. — Oiga, entiendo que aquí se use la magia y sinceramente me parece mucho más útil que la fuerza, pero le aseguro que de donde yo vengo así es como funcionan las cosas, y no se crea que... — pero me callé porque comenzó a sonreír.

— Es increíble como la ignorancia también se hereda, Rubianne. — pero porque parecía tan calmado. — Pero como tú bien has dicho aquí no usamos esos métodos para solucionar las cosas. De hecho me temo que vas a tener que dejar de lado ese comportamiento animal si quieres vivir dentro de este mundo.

— ¿Comportamiento animal? Pero...

— Es suficiente. — Dumbledore me detuvo. — No pienso expulsar a la joven Potter, ni tampoco al joven Malfoy. Pero bien es cierto que ambos recibirán un castigo durante dos semanas con el profesor Snape. Señorita Potter, puede retirarse.

— ¿Y bien? — Ron fue el primero en preguntar, pero tanto Hermione como Harry habían estado esperando impacientes al pie de las escaleras a mi salida. — Hemos visto entrar a Lucius Malfoy.

— Pensaba que Draco era así de imbécil porque tiene que haber de todo en este mundo, pero después de haber visto a su padre empiezo a entender ciertas cosas.

— ¿Te han expulsado?

— No, Hermione. Pero se supone que estoy dos semanas castigada.

— ¿Y a Draco?

— Tiene el mismo castigo.

— Pf. — Ron negó con la cabeza. — Seguro que su padre consigue que se libre de ir.

— ¿Dónde está Cedric? — pregunté.

— Sigue en la enfermería.

— Iré a verlo.

— El puñetazo le dejó inconsciente pero no tardará en despertarse. — me explicó la señora Pomfrey una vez llegué a la enfermería. — ¿Segura que no quieres que te dé otro punto en el labio?

— No, estoy bien. Gracias.

— Estaré fuera por si me necesitáis.

¿Pero cómo podía seguir existiendo gente como Cedric? Nos defendió.
Nos defendió y se interpuso para pararme. Y encima le pegué. Y ahora estaba aquí por mi culpa. Cuando yo llevaba toda la semana evitandolo, él seguía ahí, dispuesto a ayudarme. Y ahora parecía tan inocente. Tan indefenso....

— Lo siento, Cedric. — limpié la lágrima antes de que saliera de mi ojo. — Lo siento por todo...

Aplausos. Ahora se escuchaban aplausos huecos demasiado cerca de la cama de Cedric. Concretamente enfrente.

— ¿No crees que yo también merezco una disculpa? — el rubio llevaba un cabestrillo en su brazo derecho.

— ¿Te crees que a mí lo de mi cara me hace cosquillas? — estaba enfadada pero me acerqué a su cama para que pudiera verme mejor. Pero no mucho.

— Te sigue sangrando el labio.

— Me da igual. Y ya he conocido a tu temido padre.

— ¿Y que tal?

— Siento el mismo aprecio por él que por ti. Osea... Oh, vaya, nada. — ironicé acercándome a lo pies de la cama.

— Creo que el sentimiento de su parte va a ser mutuo.

— Que lástima. Nunca podré ir a cenar a tu casa. — puse cara de pena de mentira, y Draco sonrió negando con la cabeza. — ¿Cuánto se supone que debes llevar eso? — señalé su escayola.

— Un par de días. Madame Pomfrey dice que este jugo repone huesos no tardará en hacer efecto, así que no te librarás de mí por mucho más tiempo.

— Una pena.

— Tu novio es todo un caballero. — señaló con la cabeza la cama de Cedric. — A veces me compadezco de él. Creo que se merece algo mejor.

— ¿Sabes algo? — me senté a los pies de la cama. — Lo cierto es que yo también lo creo.

— La próxima vez tienes que dejar que sea un duelo a varita, Potter. Si no juegas con ventaja.

— ¿Ventaja? Pero si casi me sacas un ojo.

— Un brazo por media ceja no sale rentable.

— Es que no tienes práctica, hombre. Tienes que mejorar.

— Así no vas a poder besar a tu príncipe. — me mira el labio y eso me hace sentir incómoda.

— Sinceramente no te importa.

— La verdad es que me preocupa más como puede besarte con esa cara que tienes. — me reí pero paré porque me escoció el labio y me cayó un hilo de sangre. — Cuidado, Ruby. — hizo ademán de tocar mi labio para ayudarme pero me levanté de la cama porque fue raro.

Fue raro porque nunca me ha llamado Ruby, y porque él mismo ha provocado que mi labio esté así.

— ¡Madame Pomfrey!— la llamó.— Debería ponerte otro punto más.

— Cállate. Esto es por tu culpa.

— Oye yo no quería pegarte, pero...

— Ya claro, yo tampoco quería romperte el brazo. Recuérdame que la próxima vez te parta la cabeza y así nos ahorremos poder hablar para siempre.

— ¿Ruby...? — era Cedric. Se había despertado. Me acerqué a su cama.

— Soy yo, Cedric. Estoy aquí. — respondí y sonrió. — ¿Cómo estás?

— Confundido. — aquello me hizo sonreír. — Pero estoy bien. Y tú... ¿Estás sangrando? — se fijó en mi labio.

— Estoy bien, no pasa nada.

— ¿Que pasa, Malfoy? — le preguntó la enfermera.

— Es Potter.

— He dicho que estoy bien.

— Jovencita, será mejor que dejes tu orgullo a un lado y trates de impresionar a tus pretendientes en otro momento. Siéntate aquí. — accedí sin rechistar aunque el comentario me había molestado porque no era cierto.

Madame Pomfrey cogió su varita y con un par de movimientos ágiles me puso un punto en el labio. Y con un algodón limpió la sangre de mi cara.

— Ya está. Y vete antes de que vuelva a suceder otro incidente entre vosotros tres. Malfoy, tú también puedes irte. Pero vuelve mañana para que te lo revise.

— ¿Ni siquiera un gracias? — me preguntó antes de que me fuera por otro lado.

— Es verdad, perdona. Si quieres también te doy un beso y de paso nos casamos.

— Que te den, Potter.

— Que te den, Malfoy.

𝑫𝑬𝑱𝑨 𝑫𝑬 𝑶𝑪𝑼𝑳𝑻𝑨𝑹𝑳𝑶 • 𝘿𝙧𝙖𝙘𝙤 𝙈𝙖𝙡𝙛𝙤𝙮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora