Capítulo 22. Él no es mi amigo

5K 337 59
                                    

— ¡Genial, Ruby!— me felicitó Harry cuando conseguí hacer mi patronus.

Tan sólo llevaba una semana practicando con el Ejército, pero se sentía como si hubiera estado aquí desde la primera clase.

La liberación de que ya no había nada que ocultar se sentía cada vez mejor. Y no podía estar más contenta de haberles dicho la verdad.

Me había acordado de Draco, porque le debía un "tenías razón", pero entre que Harry y los chicos me pidieron que intentara no contarle demasiado y que no me apetecía mucho tener que darle la razón, pues no tuvimos apenas contacto tras el último encontronazo.

— ¿Habéis oído eso?—preguntó Neville a lo que todos contestamos aguardando silencio y prestando atención.

Neville se acercó a la puerta, que aunque estaba cerrada dejaba ver un cierto temblor entre los ladrillos.

— Neville... — advirtió Harry.— Será mejor que te...

— ¡BOMBARDA MAXIMUS!— se oyó gritar una voz al otro lado de la pared.

Dicho esto, los ladrillos salieron disparados en nuestra dirección, dejando a la vista una Umbridge indignada, seguida de varios prefectos de Slytherin, entre los cuales uno me miró confuso y después me dedicó una casi imperceptible sonrisa.

— ¡Cogedlos! —gritó con su irritante voz.

Miré hacia Harry en busca de explicaciones, pero él estaba igual de sorprendido que los demás.

Todos éramos conscientes de que Umbridge sospechaba de nuestras reuniones, pero no creíamos que fuera capaz de entrar en la Sala de Menesteres. Al menos no por voluntad de la Sala.

Acto seguido Draco Malfoy me obligó a seguir a Umbridge hacia su colorado y estridente despacho.

— Vaya, vaya...— nos reclutó a Harry, Ron, Hermione, Neville y a mi en su despacho, cada uno custodiado por un alumno casualmente de Slytherin.— Pensaba que os había dejado claro las consecuencias que tendrían vuestras estúpidas aventurillas de críos.— me miró concretamente a mi.— Siéntate Potter— me ordenó expresamente a mí.

— No quiero sentarme.— dije tras unos segundos de silencio.

— No es cuestión de gustos, es una orden.

— Eres una zorra. — le dije sin levantar la voz de forma agresiva.

Entrecerró los ojos con furia y me respondió con una fuerte bofetada en la mejilla que nadie vio venir.

Noté como Draco me agarró con fuerza tras oír el golpe.

— ¡Siéntate, Potter!

— Cedric Diggory.

— ¿Qué dices ahora? ¡Haz el favor de sentarte!

— A Cedric Diggory lo mató Lord Voldemort, — le miré firmemente a los ojos.— y no volveré a permitir que lo niegues o afirmes lo contrario.

— A nadie le importa eso ahora, chica. No tiene nada que ver. ¡Siéntate!

— ¡He dicho que no quiero sentarme!

— Tú misma te lo has buscado, niña. ¡IMP...

—¡BASTA!— gritó Harry mientras Draco me movía para ponerse el por delante y cubrirme para que no recibiera el hechizo. Umbridge se detuvo.

— Que tu hermanito y tu novio te protejan no significa que vayas a salirte con la tuya.

— Ni siquiera el ministerio que tanto idólatras aprobaría toda esta locura y dictadura que nos has hecho vivir.—intervino Hermione descolocando un poco a Umbridge.

— El ministerio no va a enterarse de nada que yo no le quiera contar. Y ellos tampoco tienen nada que ver ahora.

— ¡Expelliarmus!— aproveché para desarmar y lanzar por los aires a la profesora.— Uy perdón, es que, pensaba que no se debían decir mentiras.

Draco aprovechó y se volteó hacia nosotros.

— Id a por Sirius.— le dijo concretamente a Harry.— Yo me encargo de ella, os cubro.

Los demás me miraron esperando que dijera algo.

Yo miré a Draco. A ese Draco que no era tan idiota como pensaba. Al que me había sonreído con orgullo porque finalmente me había dignado a decir la verdad y volver a comportarme como la verdadera Ruby.

Entonces le sonreí yo.

— Confiad en él.

La falta de tiempo contribuyó a que se decantaran por aceptar su propuesta y nos marchamos de allí corriendo, mientras Draco sostenía la varita en alto amenazando a Umbridge.

— Ruby. — me llamó antes de salir del despacho, cuando todos ya estaban fuera.

Me detuve esperando que hablase.

— Esta es mi Potter. — me acerqué para darle un beso en la mejilla y me fui corriendo para alcanzar al resto.

Ahora sí que nos marchamos todos corriendo hacia el ministerio.

[. . .]

— Por lo menos ahora el ministerio ya no podrá negar su llegada...— ideó Ron para sacar algo positivo a la situación.

— Lo han matado...— susurró Harry todavía perplejo.— Nos han tendido una trampa... Es...

— Eso no importa, Harry. — aclaró Hermione.— Tú mismo se lo dijiste a Ruby. Vendrán a por nosotros, pero debemos estar juntos. Han matado a Sirius, sí, igual que seguirán matando a cientos de personas hasta que les paremos los pies. Esto demuestra que tenemos que estar más alerta que nunca. — Harry asintió con pesadez.— Voy a preparar mi equipaje, el tren no tardará en salir.

— Yo tengo que hablar con un alumno de Hufflepuff ha quien le he conseguido vender algunas de las cosas que Fred y George se dejaron por aquí. Iré a buscarle.

— Harry... No queda otra, debemos seguir para adelante, ¿verdad?— me asintió con cierta lástima y le di un abrazo.— Hagamos justicia. Tarde o temprano. No dejemos que nadie más muera en vano. — me sonrió.

— Sé que desde que volvimos tienes la duda de si Malfoy fue quién nos tendió la trampa. — dijo para mi sorpresa.— Pero honestamente lo dudo mucho. Primero de todo, dudo que se atreviera a rebelarse contra Umbridge sólo para dejarnos ir. No les interesa llevarse mal con el ministerio, aunque ahora eso ya no tiene relevancia alguna. Y segundo, si te soy sincero, creo que le importas de verdad.

— Pero no es mi amigo, Harry. Tú mismo me lo recordaste.— sonrió irónicamente.

— Venga ya Ruby, tampoco querrías ser precisamente su amiga.

𝑫𝑬𝑱𝑨 𝑫𝑬 𝑶𝑪𝑼𝑳𝑻𝑨𝑹𝑳𝑶 • 𝘿𝙧𝙖𝙘𝙤 𝙈𝙖𝙡𝙛𝙤𝙮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora