Capítulo 10

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Ya me encontraba lista y arreglada para irme, pero antes fui a desayunar y vi que los Walker ya estaban ahí esperándome. -Buenos días, Betania -dijo Alfred.

-¿Cómo amaneciste? -preguntó la mujer llamada Sandra, memorice sus nombres al momento en que escuché a la enfermera hablar con ellos y preguntarle sus nombres.

-Estoy bien, gracias -respondí.

-Come tu desayuno, porque yo te voy a llevar al instituto -volvió a decir Sandra.

-Yo iré en unos momentos después de que ustedes se vayan, tengo un asunto pendiente con unos informes del instituto -anunció aquel hombre de traje fino.

-Está bien -asentí con la cabeza, comencé a desayunar y mientras lo hacía nadie dijo nada. Todos nos mantuvimos en silencio durante el desayuno, solo se escuchaba el sonar de los tenedores con la vajilla. Al terminar de desayunar, recogí mis cosas y luego seguí a Sandra hasta su vehículo. Me senté en el lugar del copiloto, me abroché el cinturón de seguridad y, poco después, Sandra se subió a su asiento y se abrochó también. Luego puso sus manos en el volante, introdujo la llave, encendió el motor, ajustó una palanca en reversa para salir del estacionamiento de la mansión y, por último, pisó el acelerador del vehículo. Así arrancamos hacia el instituto, y durante el camino ninguna de nosotras dijo nada. Estar dentro de este coche con ella me hace sentir un poco incómoda. Ni siquiera la fresca y hermosa mañana puede con lo que siento en este momento. El camino estaba tranquilo, había poco tráfico y vi a algunas personas caminando por las calles, pero todas tenían esa tristeza en el rostro. También vi a varios hombres uniformados con sus armas largas en la mano y cómo algunas personas mantenían distancia al verlos. Ver a esta bella mujer con su vista regia puesta en el camino me daba un poco de temor, y más aún que tenía su semblante endurecido. No entiendo de dónde viene esa sensación, y es algo negativo que no puedo explicar. Al llegar al instituto, fuimos saludadas por los civiles que estaban en el gran portón de acero. Cuando me bajé del vehículo, sentí una especie de nostalgia o alguna emoción extraña al ver todas esas edificaciones. Parecía una ciudad dentro de otra ciudad, tan grandes que eran los edificios. Algo me decía que ya había estado aquí antes, pero no sé si tal vez lo soñé, porque no recuerdo haber estudiado aquí. Es como si fuera mi primer día, pero aun así sabía que no era así.

-Betania, ven conmigo. Te mostraré tu sección -dijo mientras hacía un ademán y caminaba hacia el interior del lugar. Su larga cabellera oscura se ondeaba en el viento, lo que llamaba mucho la atención, ese largo cabello brillante que llegaba hasta su espalda baja. Solo asentí y la seguí. Entramos al enorme lugar y no pude evitar contemplar todo a mi alrededor, los estudiantes, el paisaje. Este lugar era acogedor, pero la cara de quienes estaban aquí no se veía muy contenta, y algunos me miraban raramente cuando llegué con la mujer que es mi madre pero que se comporta un poco distante conmigo. Seguí caminando hasta que entramos en el primer edificio junto a Sandra. Tenía que caminar más rápido, ya que ella camina muy rápido a pesar de usar tacones, y yo no podía seguir distrayéndome. Seguí con mi vista al frente, varios chicos se quedaron mirándome como si me conocieran, lo que era obvio, pero no los recordaba.

-Escucha, te llevaré hacia la oficina de la psicóloga para que te dé las terapias que necesitas y podamos ser una familia feliz otra vez -dijo Sandra, mirándome con sus ojos grises. Me tomó de la cara y me dio un beso frío en la frente, tocando un poco mi cabello. Sin duda, no sentí ni un poco de calidez en aquel beso, pero eso no era algo en lo que debía pensar ahora.

-Está bien -asentí. Caminamos por un pasillo y nuevamente sentí esa sensación como si ya hubiera estado en este lugar antes, era una sensación de familiaridad horrible. Llegamos a una oficina y en la puerta había un letrero que decía: "Oficina de la Sra. Stone". Sandra tocó la puerta y se escuchó cómo la Sra. Stone dijo que podíamos pasar. Entramos y Sandra quedó detrás de mí, cerrando la puerta. La psicóloga se puso de pie desde su escritorio y nos saludó a Sandra y a mí con mucho respeto.

Los Secretos de Betania [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora