Dulce estaba tirada en su cama boca arriba leyendo por milésima vez la carta que Christopher le había escrito en la reserva. En esa donde el le había declarado que le gustaría ser algo más que su pareja.
Se sentía orgullosa de si misma porque ya no se ponía a llorar a mares cuando la leía, quizás era porque se sabía tan de memoria las palabras que ya no causaban efecto ninguno. Pero prefería pensar que lo estaba superando. Bajó la carta y se sentó en la cama.
Fue a servirse un vaso de agua a la cocina cuando sintió un ruido en el living. Salió asustada pensando que podía ser ahora.
-Bebé ¿Qué haces?- preguntó yendo en dirección al ruido que se había producido.
Cuando llegó se dio cuenta que la taza de café que había dejado la noche anterior en la mesita estaba en el suelo hecha pedazos.
-¡Triana!- gritó retándola.
Pero la perrita de apenas 3 meses de vida solo la miró con ojos juguetones y fue corriendo hacia ella para poner sus patitas en las piernas de su dueña.
Dulce rió y la tomó.
-¿Cómo me puedo enojar contigo? Mi perrita hermosa-.
La tenía hace tres semanas, un regalo por parte de Maite y Anahí del día siguiente que se habían enterado que Christopher se había ido de México. Ya le había roto dos pares de zapatos, quebrado cinco cosas contando la taza y rasgado tres cojines de su habitación.
-No puedes hacer más destrozos- le dijo abrazándola.
Recibió unas lamidas por toda la cara como respuesta.
Ya estaba aprendiendo donde ir al baño aunque igual la sacaba a pasear dos veces al día. Una en la mañana y otra en la tarde. Pero aún estaba muy cachorra para evitar el desorden.
Dulce dejó a Triana en el suelo y fue a buscar la pala y la escoba para limpiar el desorden. Metió los pedazos de taza en la pala y se dirigió al basurero. Antes de botar las cosas vio la carta de Christopher.
¿A quién engañaría? Siempre hacia lo mismo. La botaba a la basura y luego la recogía. Parecía una rutina.
Recogió la carta. Se prometió a si misma que la leería cuando Christopher solo fuera un lejano recuerdo, aún faltaba mucho para eso. Pero ya había superado la etapa de llorar y no querer hacer nada. Admitía que lo seguía amando pero el resentimiento que le fue sumando con los días hacía más fácil el entender que se había ido sin siquiera despedirse.
Un mes y tres días habían pasado desde que lo vio por última vez en el hospital. Un mes exactamente desde que se había ido. Un mes difícil sin duda.
Paula ahora era la dueña del departamento de Christopher pues le había dejado el bien a su nombre antes de que se fuera a la India sin que ella pudiera pagarle ningún peso. Lo que solo fue un recordatorio para Dulce de que Christopher se había ido para no volver más.
La primera semana Dulce parecía un robot. Iba al trabajo, no hablaba y apenas comía aunque cuando llegaba a su casa se echaba en la cama a llorar. Había faltado a una reunión de damas de honor y ni siquiera le preguntó a Maite si podía acompañarla al doctor a ver como estaba su bebé en la consulta mensual. Cuando Maite le preguntaba que pasaba ella solo decía que estaba cansada y que no había dormido bien.
El sábado en la mañana Anahí y Maite la habían ido a visitar pero ella no quería hablar con ninguna. Ahí fue cuando tocaron al departamento de Christopher pensando que podía estar ahí y para la sorpresa de ambas las recibió Paula que les contó lo sucedido. Media hora después Luis abría la puerta del departamento y sus amigas más Paula entraban al departamento preocupadas. Ella estaba acostada en su cama con los ojos rojos. Les contó como había sido todo y cuanto extrañaba a Christopher. Al día siguiente Maite y Anahí -como había dicho antes- llegaron con Triana con la idea de que la ayudaría a salir adelante. Cosa que funcionó, un poco.
ESTÁS LEYENDO
Piso 5
Teen FictionDulce sabía que había hecho lo correcto. Había tenido todo su futuro planeado con su ex prometido, pero ella se enteró que tenía una amante y lo dejó de un día para otro. Toda su familia había estado en contra de su decisión: -Tu futuro es más i...