Capítulo 87: Dime adiós con un beso de bienvenida

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Dulce se despertó y no sabía en qué momento se había quedado dormida. Anoche había sido terrible entre ambos y habían desaprovechado totalmente su última noche. La presencia de Rodrigo los había alterado y habían caído en su juego.

Giró su cuerpo en la cama y se dio cuenta que Christopher estaba al lado suyo durmiendo y supuso que el había sido el responsable de poner unas frazadas para no morirse de frío.

Estaba con la cara hacia ella ¿Cómo habían sido tan idiotas para pelearse su última noche juntos? Se iba hoy, se iba y no sabía cuando volvería a verlo. De hecho, si todo seguía como le decía su cabeza que sería, no lo vería nunca más. Y todo esto por culpa de Rodrigo que había organizado todo para separarlos ¡Lo aborrecía! ¡Lo odiaba! Pero ahora no podía hacer nada. El daño ya estaba hecho.

Christopher abrió los ojos y vio a Dulce con lágrimas cayéndole por la cara mientras acariciaba su mejilla.

-Dulce- pronunció con voz ronca.

-¿Mm?-.

-No llores por favor- y la abrazó mientras ella se tiraba al llanto que había tratado de aguantar para no despertarlo.

Christopher había pasado la mayor parte de la noche sin querer entrar a la pieza porque no se atrevía. Sabía que la había cajeteado pero no quería hacer nada. Estaba tan enojado con su jefe, con Rodrigo y con el mismo que no le daban ganas de hacer comprender a Dulce. Aunque tres horas después ya con un par de caminatas por las calles en madrugada pegándole a los basureros para sacar su furia entró a la pieza de su amada para hablar con ella. Pero esta ya estaba dormida y no habia querido despertarla, se veía tan angelical durmiendo. Por lo que se acostó al lado de ella y la tapo con unas frazadas que había encontrado por ahí. Quedándose dormido junto a ella.

-¿A qué hora es tu vuelo?- preguntó Dulce una vez que estaba más calmada.

-Tengo que salir de aquí a medio día-.

Ella asintió y trago duro -Christopher... lo siento por ayer- se disculpó.

-No te arrepientas hermosa, yo me descoloqué y tenía mucha rabia acumulada. Es que ese Rodrigo...-.

-Es un idiota lo sé- sonrió por primera vez en la mañana.

-¿No va a parar de molestarte alguna vez?-.

-No lo sé- suspiró.

-Deberías demandarlo-.

-¡Ja! Es abogado ¿Qué crees? Ganaría hasta con los ojos cerrados y ni dinero tengo para tener un abogado que le llegue a los hombros-.

-Me preocupas- admitió.

-Por favor paremos de hablar de Rodrigo -rogó- Son nuestras últimas horas juntos y no quiero hablar de ese idiota que me deja un sabor amargo en la boca. Tienes que arreglar tus cosas antes de irte- suspiró haciendo que nuevas lágrimas amenazaran con salir.

-¿Me quieres ayudar a hacer mi maleta?- preguntó acariciandole la cara. Quería terminar lo más rápido posible para poder tener un poco de tiempo para ellos. Fuese lo que fuese.

-Si, quizás así la tengas más ordenada- trató de bromear.

Dulce hizo café para despertar y así hacer un trabajo mucho más eficiente. Se habían despertado por arte de magia a las nueve de la mañana y tenían hasta las 11 según lo estimado para poder tener un tiempo suficiente para ellos.

Armaron la maleta en silencio con música de jazz de fondo. Interrumpidos a veces por suspiros o roces que se daban sin querer haciendo que se les erizaran los pelos.

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