Epílogo.

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Acababa de llegar a aquella cafetería que en poco tiempo se había convertido en una de mis favoritas. No sabía si por el intenso olor a café que siempre tenía, o por su gran familiaridad con otra cafetería que muchos años atrás había dejado en Londres.

Pedí lo de siempre. Café negro completamente solo; sin una pizca de azúcar ni leche. Era, además, una forma muy fácil de evitar que Finn me lo robara.

Hacía un frío muy intenso afuera. A pesar de que llevaba un par de años viviendo en la helada ciudad de Manhattan, todavía no me acostumbraba a la nieve que sin falta nos enterraba cada invierno.

Estaba decidiendo en qué sitio del lugar me iba a terminar mi café cuando lo vi entrar.

Su cabello ligeramente más corto que la última vez que lo había visto, había dejado que su barba creciera también un poco, y quizás no lo hubiera reconocido a no ser por sus intensos ojos verduscos que eran los únicos visibles debido a la bufanda que llevaba al rededor de prácticamente todo su rostro.

Sentí que se me paraba el corazón; y por un momento consideré escapar por la puerta trasera del local, aunque eso supusiera caminar más de regreso a casa. Pero, ¿por qué escapar? Habíamos quedado en buenos términos. O eso creía yo.

No, no era miedo aquello que me paralizó.

¿Alguna vez le han roto el corazón a alguien? ¿Han experimentado ese terrible sentimiento de que alguien a quien no amas te entregue todo lo que es y hasta podría llegar a ser?

En ese momento lo que sentí fue pena. Un terrible sentimiento que de alguna forma había evitado.

Y justo entonces Jackson me miró. Fijamente a los ojos, y aunque creí que su siguiente acción sería ignorarme e irse del lugar, me sonrió. Primero con sus hermosos ojos y después con su todavía deslumbrante sonrisa.

Y mi corazón se encogió.

-Al. Me da gusto verte. -dijo, a la vez que se acercaba y me apretaba cariñosamente el hombro.

-A mi también, Jack. ¿Cómo has estado? -repliqué, sintiendo como mis mejillas se encendían mientras forzaba una sonrisa.

Desde el momento en que tuvimos esa última incómoda conversación en la que le hice saber que prefería a su hermano para pasar el resto de mi vida y no a él, habían sido pocas las veces que lo vi.

Todos sabíamos que iba a ser difícil mantener una buena relación, tanto entre los gemelos como entre ellos y yo, y Jack decidió hacer algo al respecto y comenzó a viajar al rededor del mundo por tiempo indefinido. Por mucho tiempo lo único que la familia Harries y yo recibíamos o sabíamos de él, era a través de fotografías que mandaba con el nombre del lugar escrito a mano.

Supongo que tuvo que ser él el que guardara distancia para que las cosas fluyeran de la mejor forma, y aunque fue un trago amargo, estoy consciente de que sin duda fue necesario.

Antes pasaba mucho tiempo pensando en él, y en si había tomado la decisión correcta. Después me di cuenta que lo único que lograba con eso era preocuparme por algo que estaba fuera de mi control, y que tampoco estaba disfrutando de mi nueva relación con Finn.

Después de un tiempo le perdimos la pista a Jackson, siempre esperando que estuviera bien y simplemente que hubiera olvidado su dirección, a pesar de saber que en realidad no era así. Simplemente dejó de mandar postales; y nosotros de recibirlas.

Finn y yo nos casamos.

Fue una ceremonia preciosa, con pocas personas a las que realmente apreciábamos y que sabíamos que ellas lo hacían también.

Los hermanos Harries.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora