1. Terror en clases de matemática

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"Creo que los mitos y leyendas, en gran parte, están hechos de verdad" 

J.R.R.Tolkien



Otoño, 2007

El tiempo parecía no avanzar y el reloj de la sala de clases hacía cuenta de ello. Anne lo miró por décima vez y comprobó que solo habían pasado tres minutos después de su última revisión. El profesor, con más apariencia de pingüino que de hombre, seguía anotando números y más números en el pizarrón que, a pesar de que el año no había comenzado hace tanto, ya estaba casi gris y lleno de manchas en las esquinas. "Si sigue anotando así, rayará la muralla" pensó Anne luego de mirar el reloj por décima primera vez. Estaba agotada y claramente la temperatura no ayudaba. El calor era insoportable y casi podía ver vapor emanando de la cabeza de sus compañeros de clase. Era increíble que, a pesar de estar en pleno otoño, a mitades de abril, el calor de aquel día fuera comparable a cualquier otro día de verano.

Un vaporcillo denso era apreciable (al menos para ella) por sobre la cabeza de sus compañeros de clases, tan exhaustos como ella. Descartó la evaporación de agua corporal y sudor por parecerle desagradable y pensó en la posibilidad de que fuera humo por hacer trabajar sus cerebros, aunque también la desechó ya que nadie estaba realmente pendiente de lo que el profesor con aspecto de pingüino estaba haciendo.

Volteó a ver a Sonia, quien dibujaba algo con su mano izquierda mientras trataba de ondular su pelo negro y completamente liso con su dedo índice de la mano derecha. Solo un cintillo de un color rosa chillón le mantenía el pelo lejos de su rostro moreno. En cuanto sintió la mirada de su amiga sobre ella, levantó el cuaderno y le mostró lo que había estado haciendo; un pingüino con un divertido moño en el cuello y grandes lentes redondos frente a un pizarrón lleno de garabatos y rayas en frente, el cual seguía completando con una aleta. Anne se tapó la boca para no reír y volvió a su cuaderno para seguir copiando los ejercicios. A pesar del sentido del humor de su amiga, notó que estaba tan desecha como ella. Pedro e Ignacio, cada uno a su lado, no se veían nada mejor. Pedro estaba a punto de quedarse dormido e Ignacio rayaba su cuaderno sin ningún sentido.

Siguió echando un vistazo por el resto de la sala. Por un momento nada parecía fuera de lo normal, así que siguió copiando los jeroglíficos de la pizarra. Luego, algo hizo que volviera a levantar la vista y mirar hacia atrás, aunque no vio más que a chicos de su edad moribundos por el aburrimiento, los ganchos en la pared que sostenían mochilas y bolsos, los mapas del mundo y el cuerpo humano pegados a la pared sobre ellos. Sin embargo, había algo más que no estaba ahí la primera vez. Parecía solo una sombra, igual que las demás, quizá solo más grande y con forma casi humana. Pero no había nada que pudiera proyectarla.

Pensando que el calor la estaba haciendo alucinar, al igual que con la idea del vapor, volteó a ver el reloj. Faltaban solo cinco minutos y el suplicio acabaría.

Siguió copiando algo más animada pero no pudo evitar volver a mirar hacia atrás. La sombra ya no estaba, solo los mapas, los ganchos y sus compañeros. Quizá nunca estuvo ahí en verdad. Miró la pizarra intranquila y no pudo evitar gritar al ver la sombra justo al lado de su profesor, que parecía ni siquiera notarla. Todos la miraron en cuanto la oyeron gritar. Lo único que pudo hacer fue señalar hacia adelante, donde la sombra ya no estaba.

- Muy gracioso, señorita Torres - dijo el profesor mirándola a través de sus redondos anteojos- Si es tan despreocupada por sus estudios que un simple ejercicio la hace gritar, tendré que anotar eso en su hoja de vida. - Miró a sus compañeros y los señaló a todos con su lápiz. -No tolero bromas respecto a mi asignatura, ustedes lo saben. Sigan copiando.

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora