CAPITULO 14

4.5K 463 38
                                    

Los chicos pasaban todos los días a dejarme las tareas y explicarme la materia vista en clases. Por suerte, la hinchazón de mi rostro desapareció, igual mis codos y rodillas sanaron bajo los cuidados de papá. Al menos ya no molestaba al caminar, era sábado y le dije a Julissa que hiciéramos una pijamada, Brent se sintió un poco ofendido que lo dejáramos por fuera, pero no me servía para mis planes que él viniera.

Compramos helados, palomitas, refrescos, jarabe de chocolate, y algunos otros implementos alimenticios no aptos para diabéticos y estábamos listas para iniciar. Daban maratón de la segunda temporada de la Bella y la Bestia, y nos peleábamos por Vincent, ambas deseábamos ser Katering, lo que daría por ser ella.

Casi a las 10:00 p.m. mamá llegó a darnos las buenas noches, apenas había dado la vuelta apagué el televisor y encaré a mi amiga.

-Heyyy esa es la mejor parte.
–Forcejea conmigo para quitarme el control del tv.

-Tenemos una misión muy importante esta noche. -Achico mis ojos y la señalo.

-Líbranos Señor, y ahora que ronda por esa cabecita.

-No es nada serio, únicamente quiero espiar a Ben Johnson.

-¿Estás de broma? –Arquea una ceja. –Brent me contó sobre sus antecedentes, bien puede ser un psicópata, uno muy atractivo, pero lo lindo no le quita lo asesino.

-Imagínate tú y yo en una misión especial, como ¡Ethan Hunt!
–Comienzo a tararear la música de Misión Imposible para convencerla como lo hice con Brent cuando incursionamos en la escuela.

-Eso es ilegal sabes, se llama invadir propiedad privada.

-Somos menores de edad, si nos atrapan no nos pueden encarcelar y el máximo castigo por parte de nuestros padres es un mes sin salir o sin mesada, o sin derecho a celular, o...... -Mejor no continué o no lograría mi objetivo. -En fin, míralo como una aventura, estamos resolviendo un misterio.

-No. –Pronuncia muy decidida.

-Te pagaré.

-¿Cuánto? –Logro su atención.

-Cincuenta dólares, no más, son mis ahorros de todo el mes.

-Hecho. –Extiende la mano y nos damos el apretón de complicidad.

Nos vestimos de negro, zapatos cómodos, cerramos la puerta de mi cuarto con cerrojo para que no se les ocurra entrar a mis padres, llevamos dos linternas y dinero para el autobús. Con sábanas hacemos una soga improvisada y comenzamos el descenso, había que dar un salto no tan alto para llegar al suelo, cuando llegó mi turno, la sábana se desgarró y caí sentada sobre los rosales de mamá, juro que me metí una espina en el trasero.

-Duele, duele. –Ahogo un grito.

-Shhhh, ¿Quieres que nos escuchen? –Me regaña Julissa.
–Ponte a dieta.

-No estoy gorda. –Me defiendo haciendo pucheros.

-No fui yo a la que se le reventó la sábana.

-Era vieja y estaba roída.

-Sí claro, apresurémonos, el bus no tarda en pasar.

A pesar de la hora, aún se observaba gente en la calle, el autobús no se demoró en llegar, solo éramos el chofer, un hombre dormido con la boca abierta, una mujer que le hablaba a nadie en particular, mi amiga y yo. Tardamos cerca de veinte minutos en trasladarnos a nuestro destino, nos bajamos y empecé a buscar el número de su casa. La luna llena iluminaba todo a su alrededor por lo que nos facilitaba la labor.

OSCURIDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora