CAPÍTULO 4

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Les dejo foto de Brent.

Me despertó el sonido de la puerta, su repiqueteo me molestaba. Me levanté molesta y al abrir la puerta me encontré a mi padre restregando sus ojos y con cara de cansancio.

-Pasa. -Le permití entrar.

El cayó sobre su espalda en mi cama, con los brazos extendidos a los lados, parecía una bailarina de valet agotada después de una tediosa presentación.

-¿A qué debo el honor de tu visita? -Me crucé de brazos mientras lo observaba.

-Tu madre. -Fue todo lo que dijo y lo comprendí al instante.

-¿Qué no puede ella limar asperezas por su propia cuenta? ¿Tiene que enviar a un emisario que hable a su favor?

-No te enojes conmigo, el que es mandado, no es culpado.
-Mantiene los ojos cerrados y su voz suena en un murmullo.

-El perro no tiene familia, su dueña murió. -Le comencé a contar.

-Lo sé, Grace me dio todos los detalles. -Pasó su brazo cubriendo los ojos como si la luz de la habitación le molestara, había anochecido y su turno volvió a cambiar, ahora estaba de 6:00 a.m. a 6:00 p.m.

-Papá quiero a Pulgoso.

-Pulgoso. -Repite divertido.

-Ese es el nombre que he elegido para él. No es justo que no pueda tenerlo porque ella le teme a los canes.

-Cariño, ya conoces a tu madre, si durante dieciséis años has estado sin un sabueso y has logrado sobrevivir ¿Por qué te empeñas tanto en tenerlo ahora?

Seguía recostado sobre mi cama, sentía un poco de pena por él, sabía que solo quería dormir y reponer fuerzas, y mi adorable madre lo mandó para convencerme de algo que no pensaba dar el brazo a torcer.

-Porque me encariñé con él desde el momento en que lo vi. No te lo puedo explicar, es amor a primera vista, y no es un capricho, de verdad quiero tenerlo.

Papá se sentó sobre la cama con pesadez, sus ojos estaban irritados del cansancio y algo rojos.

-Sabes que si traes a ese animal tanto tú como Pulgoso. -Sonríe.
-Saldrán al mismo tiempo por la puerta principal. ¿O tu madre o el perro? Pero los dos no pueden convivir bajo el mismo techo.

-Bien, entonces le ayudo a preparar la maleta. -Refiriéndome a mamá. Papá me miró mal pero lo ignoré.

-Tabatha ¿Por qué eres tan testaruda? No es la primera vez que tenemos esta conversación.
-Bosteza mientras estira sus brazos.

-Ni será la última, me quedaré con el perro lo quieran o no, y si no lo aceptan no les volveré a hablar a ninguno de los dos mientras me quede aliento que respirar.

Papá me conocía, yo era perfectamente capaz de llevarlo a cabo, ya una vez lo había hecho a los seis años, quería una bicicleta. Mamá alegó hasta por los codos porque dijo que eran artefactos peligrosos y no quería que papá me comprara una. Siempre ha sido muy sobreprotectora, imagino que es la desventaja de ser hija única. En fin, prometí no comer nada hasta obtener mi obsequio, pasaron dos días que no me hicieron probar bocado, hasta que ella sucumbió logrando mi cometido.

-Está bien, hablaré con ella pero no prometo nada. -Se levanta y se dirige hacia la puerta.

-Gracias papi. -Lo abracé a la altura de la cintura y él plantó un beso en mi cabeza.

Se alejó con paso lento, sabía que se desataría la Tercera Guerra Mundial, esta batalla era a muerte, y solo existiría un ganador "Yo". Papá nunca le llevaba la contraria a mamá, y esto me enojaba. No digo que le cante la gallina pero mi madrecita santa, tiene un carácter del demonio, el cual heredé para mi desventura, y él para evitar discusiones, termina dándole la razón. Se puede decir que ella es la tormenta, y dícese tormenta, con truenos, relámpagos y centellas, en cambio papá es una tarde de verano, tranquila, con los tonos del atardecer bañando el horizonte, la suave brisa que te abraza con delicadeza. Si me lo preguntan son polos opuestos, bien dice el dicho que los polos opuestos se atraen.

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