CAPITULO 25

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Luego de comer algo y buscar con Sam toda la tarde algún libro de hechizos que me indicara como abrir el portal, sin éxito. El maldito yeso me oprimía la mano, deseaba arrancarlo, resultaba ser una verdadera molestia.

Pensaba en mis padres, en mi situación actual, incluso si Ben vendría al día siguiente, impididiendo que conciliara el preciado sueño.

En este lugar no se sabe si es de noche o día, si te asomabas por las ventanas solo encontrabas un muro de ladrillos, pero los relojes distribuidos por doquier indicaban la hora y me di cuenta, que amaneció sin pegar un ojo. Frustrada me levanté y tomé una larga ducha, me sorprendió ver ropa de mi talla en el armario, no creo que me esperaran ¿Oh sí?

Me puse unos jeans, una camiseta azul marga larga, y casi lloro al ver unas converse en color gris; en definitiva las prendas fueron escogidas a mi gusto. Salí en busca de Sam y un aroma a tocino frito y huevos me haló con dirección a la cocina donde el susodicho cocinaba.

-No sabía que te desenvolvías en el arte culinario. –Me mofé al verlo con delantal.

-Uno de mis dones ocultos a la humanidad, si lo revelas tendré que matarte. –Me mira muy serio y ambos estallamos en una sonora carcajada.

Me sirve acompañado de un vaso con jugo de naranja y tostadas, lo devoro en cuestión de minutos. Sam me observa sorprendido para agregar: -Nadie te lo va a quitar ¿Sabes? No pareces una señorita comiendo de esa forma.

Mis ojos achicados se centraron en él, me sentí avergonzada porque tenía razón pero no di el brazo a torcer.

-¿Qué dijiste? –Lo reto a que lo repita.

-Lo que escuchaste. –Se cruza de brazos.

-Estás en serios problemas.

Me abalanzo sobre él, y lo correteo por toda la cocina, obvio es más rápido que yo, pero eso no impide que en un movimiento no previsto, nos topemos de frente y lo acorralo contra lo pared, logrando mi propósito, atinarle un golpe en el brazo.

-Auchhh. –Se queja el aludido.

-No seas niña. –Le saco la lengua.

-Esto es guerra señorita Arlington.

-Ni lo pienses. –Le advierto, pero es tarde, ahora es él quién me persigue, atrapándome antes de lograr salir de la cocina a territorio seguro, es decir, mi recámara.

Me rodeó con sus brazos por la cintura y me levantó como si fuera un papel, las risas inundaban el lugar; me volteó quedando nuestros rostros a centímetros del otro. La risa se fue apagando poco a poco, cuando me di cuenta Sam me miraba de una manera que nunca lo había hecho antes. Lo que sucedió fue inesperado, se aproximó con intenciones de besarme.

Esto no está ocurriendo, fantasee toda mi vida, o bueno al menos desde los once años hasta el presente, con un beso de Sam, y al fin sucedería, casi uníamos nuestros labios cuando un estridente sonido nos sobresaltó.

-Es la alarma, alguien intenta entrar. –Señaló.

Corrimos en dirección a la puerta principal, movió su mano de un lado al otro en el aire y vimos con claridad al intruso, aunque él no podía vernos a nosotros.

-Parece que tu amigo sí vino.
–Entonó Sam con cierta decepción.

-Pues ábrele.

Lo hizo a regañadientes, Ben se asombró, al aparecer nosotros de la nada.

-Hola. –Lo saludé.

-Hola, es una visita rápida, quería corroborar que estás bien.

-Lo está. –Contestó Sam cortante.

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