Olivia
Sábado a la noche
- ¿Podés fingir que estás de buen humor? - le reprocho
- Es que no quiero estar acá
- Hagamos algo. Si en una hora seguís sin tener ganas me decís y nos vamos ¿si?
- ¿Para qué te vas a ir vos? No te quiero arruinar la noche, ni a ellas tampoco
- Entonces dale una oportunidad a la fiesta. Si te querés ir, volvemos a mi casa a mirar Netflix y comer. Tampoco es una mala idea
- Morir no es una mala idea tampoco
- ¡Julieta! Miralo de esta manera, trajimos fernet y estamos festejando el cumpleaños de Ve. ¿Ahora le vas a poner onda?
- Solo por el fernet - dice y me da la mano mientras entramos juntas a la fiesta.
Julieta es una de las personas más simpáticas que conozco. Siempre está hablando con todos, haciendo chistes, es una de las típicas personas que conoces y al instante te sentís cómodo. Pero dicen que justamente esas personas, son las que más sufren.
Muchas veces me pregunté si su alegría era falsa. Si finge para no mostrar la tristeza que hay en ella.
Y a veces, me temo, que eso es cierto.
Hay momentos en los que parece desconectarse de este mundo, no se da cuenta de que todos seguimos a su alrededor y se saca el disfraz, que imagino, debe de pesarle demasiado. Esa Julieta que se ve en esos momentos parece otra persona, ya no es más alegre, si no todo lo contrario.En sus ojos hay tanta tristeza, que me dan ganas de abrazarla y decirle que todo va a estar bien. Pero, ¿cómo podría decirle eso? ¿Cómo podría si ni siquiera sé por lo que está pasando?
Ella no es de contar sus cosas, en ese aspecto, es bastante reservada, e imagino que debe de ser todavía más difícil de contar el infierno por el que pasa. A veces suelo repetirme esas palabras, las utilizo como excusa, me digo a mí misma que si le preguntara, ella tampoco me contaría nada.La verdad es que me da miedo. Me da miedo la respuesta. Me da miedo que me diga todo por lo que pasa y no ser capaz de ayudarla. Me da culpa también. ¿Por qué la culpa? Bueno, hace unos años nosotras éramos más unidas. Si bien siempre estuvimos en grupo, suele pasar que algunas se lleven más con otras. Hace tiempo, yo me llevaba más con ella, nos juntábamos siempre, hablábamos, éramos mejores amigas. Y a pesar de lo cercanas que éramos nunca me di cuenta por lo que pasaba. No me di cuenta cuando se fue deprimiendo. Porque no siempre fue así. Antes, su alegría era auténtica. Antes no fingía, era diferente, pero en cierto momento eso cambió, y por eso siento culpa, por no haberme dado cuenta de nada. Por haberla dejado caer de esa manera.
Con el paso del tiempo, Julieta se fue alejando de a poco, seguía mostrando cierta alegría, pero nosotras, sus amigas más cercanas, nos dábamos cuenta de que no era la misma. Fue Stefanía la primera en verle las autolesiones. Se estaba cambiando en su casa, se descuidó y ella la vió. No dijeron nada. Hicieron como si nada hubiera pasado. Días más tarde, cuando Malena nos comentó que veía a Julieta cada vez más rara, Stef nos lo confesó. Ella también sentía culpa, por callarse, por no haberla ayudado. Pero no fue ella sola quien llevaba la mochila de la culpa, ninguna de nosotras hacía la gran cosa. Ya no hablábamos de ella. Nos daba miedo. Callamos, fingimos que nada había pasado. Y Julieta, aunque no lo decía, nos agradecía por ello. Ninguna quería hablar.
Hasta que un día, pasó lo que tanto temíamos, tuvo una crisis, una grave.
Habían pasado dos días y no sabíamos nada de ella, no iba al colegio ni se conectaba a ninguna red social. Preocupadas, decidimos ir a su casa.Su mamá, que por cierto, no es la mejor madre del mundo, nos dijo que Julieta había tenido una crisis.
Cuando ella llegó de trabajar, al ver que Julieta no respondía, fue a verla a su habitación y encontró todo destrozado. Julieta no solo había dado vuelta la habitación, si no que en un ataque de ira, había roto el espejo con su propio puño, y como si eso no fuera poco, siguió cortándose los brazos. Estaba en una especie de shock. Cristina, a pesar del miedo por lo que estaba viendo, le sacó el vidrio de la mano y la llevó a la ducha. Julieta no reaccionaba, era como si no la escuchase, le vendó los brazos, y la acostó. Verificó también, que no quedara ningún vidrio u otro objeto punzante para que pudiese seguir cortándose. Esa noche no durmió. Se llevó una silla a la habitación de su hija y la observó hasta que amaneció.
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Destinados
Teen FictionAlgunas tienen mucho en común, otras muy poco. Algunas sufren mas, otras hacen sufrir. Algunas sienten, otras simplemente no parece que lo hagan... Vera, Malena, Julieta, Stefania y Olivia son cinco amigas con historias y maneras de ver la vida dife...