Vera
- ¿Podría repetirme el nombre por favor?- Comenta la mujer de unos treinta años frente a nosotros.
- Santiago Rosso- Le dice Lisandro un poco nervioso mientras ella revisa la lista con paciencia.
- En la planilla está, pero no lo tengo de cara ¿cómo es físicamente?- Lisandro se frustra y haciéndose a un lado comienza a marcar en su teléfono mientras yo comienzo a describirlo.
- Es más alto que yo, y muy parecido a él- señalo a quien ahora estaba hablando con alguien por celular y se veía enojado- rubio y de pelo corto, ojos verdes...
- ¡Ah! Si, ahora si recuerdo, pero es una pena para mi decirte que vino los primeros dos días y después no volvió a aparecer. No se lo veía muy entusiasmado con la idea de salir adelante.
- Vamos- Me toma de la mano y rápidamente me voy agradeciendo por la información.
Una vez que salimos del lugar no hago más que sentir pena por Lisandro, hace como un mes que encontró a su hermano "en otra de sus recaídas", diciendo que nadie lo entendía, no teniendo ni siquiera motivos para dejar de drogarse. Pasó una semana hasta que pudieron llegar al acuerdo de que por el bien que ambos, Santiago se iba a reunir en un grupo de drogadictos en rehabilitación y ahora resulta que lo había dejado.
- ¿Era él? ¿Qué te dijo?- Le pregunto con interés.
- ¿Qué me va a decir? Lo mismo de siempre, es su vida y yo no puedo hacer nada para impedir que la viva, si supiera que sólo se está arruinando- Sus manos chocan fuertemente contra su cara y se frota cansado.
-¿Y ahora qué vamos a hacer?- Me mira fijamente.
- No, yo tengo que hacer. No es tu problema Vera, ya me ayudaste demasiado.
- Pero, yo lo hago porque quiero. Dijiste desde un principio que soy la única que lo sabe, no puedo dejarte sólo.
-Vera, no quiero arrastrarte con mis problemas. Me sentiría mejor si te llevo a tu casa y descansas todo el fin de semana.- Mire su rostro y pude darme cuenta que no tendría sentido discutirlo, de todas maneras ya se hacía tarde y mi abuela iba a matarme. Suspiro en desacuerdo pero finalmente accedo.
En el departamento estaban mis dos abuelos sentados en la mesa y parecía que habían acabado de merendar, porque había facturas y unas tostadas con dulce de leche.
- Kiki que bueno que llegaste ¿Querés que te haga un té?- Me dice mi abuelo levantándose de la mesa para saludarme.
- No gracias abu, no tengo muchas ganas- Le sonrío mientras dejo mis cosas en el sillón.
- ¿De verdad? Un Té por lo menos- Comenta mi abuela con una sonrisa muy poco común. Me parece raro que todavía no me haya dicho nada por el horario.
- No, está bien. Voy a recostarme un rato en mi cama y hablar con Stefania. Sus papás se fueron ayer a la tarde y tuvieron más discusiones.- Mi abuela pone una expresión de preocupación.
- Pobre nena, esa chica necesita compañía después de lo que le tocó vivir con su hermano, y sus papás ni siquiera le prestan atencion. Esta bien, vos anda y haceme saber si necesitas algo.
Camino hacia mi habitación pensando en lo que dijo mi abuela. Ellos eran la familia perfecta, tenian una buena economía pero lo que predominaba era el amor, recuerdo ir a su casa y desear una familia así, con padres que me amaran y hermanos con los que pudiera jugar.
Pero un día mi mejor amiga iba en un auto con su hermano menor y su mamá, ésta ultima perdió el control y chocaron ocasionando así la muerte de Mateo. Gabriela no solo tuvo que soportar el cargo de consciencia, sino que Stefania nunca dejó de culparla por eso.
Ella era la persona con mas carisma, cariño y simpatía que uno se pueda imaginar, pero todo eso se fue cuando despertó del coma después de una semana del accidente y comprendió que nunca más iba a ver a su único hermano varón. Ella se volvió en lo que todos pueden ver ahora, una persona fría y sin tacto. Necesita atención, que puedan quererla y por sobre todas las cosas, que ella se deje querer.

ESTÁS LEYENDO
Destinados
Ficção AdolescenteAlgunas tienen mucho en común, otras muy poco. Algunas sufren mas, otras hacen sufrir. Algunas sienten, otras simplemente no parece que lo hagan... Vera, Malena, Julieta, Stefania y Olivia son cinco amigas con historias y maneras de ver la vida dife...