Capítulo 21

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Julieta

Domingo a la tarde

Creí que debido a que ayer Malena me frenó, iba a estar mejor, pero eso solo sirvió para aplazarlo. Ahora mismo estoy sentada al borde de mi cama. No recuerdo desde hace cuánto tiempo que estoy en esta posición. Una vez más, trato de calmarme. Veo mis manos y noto que la izquierda está todo rasguñada y ensangrentada. Insulto porque no sé cómo voy a disimular eso.
Cuando estoy a punto de tener un ataque de nervios, a veces, logro evitarlos. Y aunque sé que no es la mejor forma, me tranquiliza el hecho de hacerme daño alguna parte del cuerpo. Me rasguño con tanto odio que la piel me queda irritada y lastimada por días.
Pero hoy, era tanta mi ansiedad que no me di cuenta que estaba lastimándome una parte del cuerpo visible. Ahora, ya calmada, pienso en cómo voy a disimularlo. Tal vez les diga que me lo hizo un gato. Pienso que no tengo un gato y sería poco creíble. Decido ir a bañarme y pensar esto más tarde.

La ducha me relajó, pero por supuesto que al instante comencé a pensar y chau relajación. Sigo sin creer que la vi. Que los vi. Y que él hizo como si nada. Como si nunca hubiese estado en mi casa, como si nunca nos hubiésemos quedado dormidos. Ni siquiera me dió explicaciones de porqué desapareció de esa manera. Como si nada hubiera pasado. Pero, a pesar de que no estoy segura de si fue mi imaginación o no, me pareció ver en sus ojos que quería decirme algo, pero no era el momento ni el lugar.
Quiero dejar de pensar en él, en su novia perfecta, en las autolesiones, quiero ser por una vez en mi vida una adolescente normal. Aprovecho que todavía no escuché a mi mamá por la casa, me cambio con lo primero que encuentro y decido ir a caminar por ahí con el fin de distraerme.

Saben qué es lo bueno de un domingo? Que los adolescentes parecen no existir. Con la resaca, todos desaparecen.
Por lo general, yo también suelo desaparecer los domingos, no por la resaca, bueno, muy pocas veces fue por ese motivo. Pero principalmente es por dormir. Como ésta vez me quedé en lo de Malena, y ella acostumbra a dormir poco, me desperté. Y una vez en mi vida no quise volver a dormir y desaprovechar el día.
La plaza está llena de familias compartiendo, madres enseñando a sus hijos a hamacarse, padres cebando mates, y a pesar del lindo sentimiento que debería de hacerme sentir, el ver a las familias tan unidas, solo me hace entristecer. Porque yo no lo tuve. No tuve domingos en familia, ni mis papás me dieron las buenas noches, ni nada de lo que se supone que hacen las familias. Me pregunto que se sentirá sentirse querida. Pienso que no sé si hice tan bien en venir acá.

Ya que no quiero deprimirme más aún, decido ir a un sitio más alejado. Veo un lindo árbol con sombra, en donde no se ve a muchas personas así que me dirijo ahí.
Saco los auriculares y el celular de mi mochila y veo que tengo un whatsapp de Bautista. Creí que no iba a volver a hablarme. El texto dice:

Bautista: Decime que ayer no te emborrachaste

Pongo los ojos en blanco. ¿En serio? Desaparece por una semana y lo primero que me dice es esto?

Yo: Ayer no me emborraché.

A pesar de que tardé veinte minutos en contestarle, responde de inmediato. Pienso que es lindo que no se preocupe por eso de tardar en contestar lo que tardaron en contestarte a vos.

Bautista: Que cortante que estás hoy

Bautista: En realidad ayer también estuviste cortante. ¿Te pasa algo?

Me pasa que dejaste que me ilusionara, me enteré que tenes novia y además que es re linda. Viniste a mi casa y no me volviste a hablar hasta ayer, que por cierto, estaba tu novia de la que no me habías dicho nada ¿cómo pretendes que esté todo normal?

Yo: Sí. ¿Por qué te fuiste así de casa y desapareciste?

No planeaba ser directa pero quiero tener todo en claro.

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