XII - Para No Olvidar

7 1 0
                                    

Dos semanas después..




Exactamente doce días han transcurrido desde que me fui de la casa de Eduardo. El tiempo parece ir lento cuando quiero que vaya rápido. Lo peor de todo es que hoy es mi cumpleaños y no me siento para nada felíz, éste día debería ser importante en mi vida, el día que marca un antes y un después, pero aún trazando una línea de diferencia, no estoy para nada contenta con el resultado hasta ahora. Se supone que debía terminar los estudios, a estas alturas debería estar iniciando la Universidad y como mínimo debería gozar de un empleo promedio. Pero caso contrario no he hecho nada de lo que ha estado en mi mente desde que me quedé sola en el mundo, sólo he huído de mi realidad buscando la felicidad pero de repente lo conocí y no me lo puedo permitir. Somos tan diferentes, él... Él simplemente está lejos de lo que una chica como yo debe tener.

Si, soy demasiado prejuiciosa, a veces es hasta tal punto que me menosprecio y me siento poca cosa, como si mi existencia en la tierra no fuera suficiente.

Vivo en una total incertidumbre, no sé que rumbo tomará mi vida y no me puedo engañar a mí misma, tengo mucho miedo. Tengo miedo de que todo esto no me lleve a un final feliz, o por lo menos uno agradable. Los días anteriores los he pasado encerrada, y no hablo de estar en la habitación, sino de la casa, no me he dado el gusto de dar un paseo, ni siquiera de contemplar las calles. Me siento como una prófuga en ocasiones, pero tengo miedo de salir y encontrarme con su mirada acusadora y dolida, cargado de un sermón que me desarmaría en un tronar de dedos.

Lo extraño en cantidades que si inexplicables para mi, yo solo me permitía llorar por alguien, extrañar a alguien, hablarle a alguien, y ese no era Eduardo, el nuevo huésped de mis pensamientos, el dueño de mis emociones y mis sueños. Todo ha cambiado en mi, ya no soy la misma chica tímida ante la vida e indefensa de hace unos años. La vida me ha madurado de golpe con la muerte de mi madre, me ha llevado a conocer el amor a temprana edad, a experimentar las sensaciones de tenerlo cerca, de oír su voz, de sentir su tacto. Pero todo se derrumba en mi interior al saber que todo eso ya no estará más. Ya no habrá más Eduardo en mi vida.

Hace pocos días la señora Leyla me comentó muy preocupada que una noticia estaba circulando por las noticias y los periódicos, se trataba de que un joven millonario y conocido estaba buscando a su novia perdida. Hablamos un rato largo y le comenté a medias lo que había sucedido pero le pedí como un gran favor que no le contara a su madre, doña Ana ya que seguramente tendría un sermón para mí.

Pensé mucho en que Eduardo debía estarlo pasando fatal, si realmente está enamorado entonces debe estar sufriendo igual o más que yo. Me frustra que el destino nos haya juntado y también nos haya separado. Pero qué capricho quería con nosotros al unirnos, está claro que sus amistades nos comerían vivos cuando nos vieran. Puede que eso éste pasando ahora con la noticia pública de mi búsqueda.

Unas inmensas ganas de ir a buscarlo y abrazarlo, decirle que nunca nos separaremos me embarga pero tristemente la realidad es otra.

Decidida a no pensar más en Eduardo me doy la tardea de darme una larga ducha para alejar mis pensamientos. Al terminar me coloco ropa casual y salgo de la habitación encontrándome con el envolvente olor a pastel horneado. Respiro fuertemente y dejo que mis pulmones se llenen del rico olor.

Me tambaleo cuando siento unos brazos abrazarme por detrás. Me dejo llevar apoyando mi cabeza en el hombro de la señora Leyla, oliendo su inconfundible perfume.

- No sé cuánto más permanecerás así, solo te diré que allá afuera hay gente que te quiere además de nosotras. - sus palabras taladran mi cabeza, mi corazón y mi alma.

Me quedo quieta recibiendo su ternura y me giro lentamente para abrazarla con más fuerza. Tenía tanto tiempo que no recibía un abrazo maternal que me hacía tanta falta.

- Es una mujer maravillosa señora Leyla -le digo apoyando mi mejilla en su hombro-. Ustedes son realmente especiales.

- Gracias mi niña -dice maternal-, te he llegado a querer incondicionalmente como una hija y me duele que estés sufriendo en silencio mostrando una sonrisa y creyendo que nadie se da cuenta. Yo te veo, yo te observo, yo sé que no estás bien, sé que estás sufriendo y ver que no haces nada para evitarlo me duele más de lo que te imaginas.

Me quedo en silencio y reprimo un sollozo que quiere escaparse de mi boca.

Tiene tanta razón.

»Es absurdo que pregunte pero quiero que me lo digas -dice tras un silencio-. ¿Te sientes cómoda así?

Lentamente me separo y viendo sus ojos logro recordar a mi madre. Inevitablemente las lágrimas llenan mis ojos y cerrándolos con fuerza las dejo salir.

- Estoy bien -trago el nudo que se ha formado en mi garganta-. Sólo que...

Sorbo mi nariz y miro al techo siendo tan difícil dejar salir las palabras que apuñalan mi corazón.

» He estado mejor. - fuerzo una sonrisa y ella viéndome tan frágil, limpia mis lágrimas y vuelve a abrazarme.

Esta vez un poco más fuerte.

No sé cuánto tiempo duramos abrazadas, acompañándome en mi dolor y soledad, pero tenerlas a ellas como una compañía maternal y valiosa, hace que desdicha sea menos.

- Ni siquiera te he felicitado. - dice riendo separándose lentamente.

- Es sólo un año más - digo desanimada.

Hace una mueca triste en sus labios y niega con la cabeza.

- Pero no puede pasar desapercibido. - dice yendo hacia el horno con una enorme sonrisa.

Otro recuerdo de mi madre celebrando mis cumpleaños se hace presente en mi mente.

La miro negando con tristeza y sonriendo débilmente.

La abrazo con fuerza y dejo salir un espasmo del dolor que llevo adentro.

- Jamás las olvidaré.






•••







- Feliz cumpleaños mi hermosa niña - canturrea alegre doña Ana, abrazándome con fuerza.

La señora Leyla se le suma al abrazo de oso por detrás de mí y juntas, me hacen saber que acompañada las heridas son más soportables.

- Solo en éste instante me siento felíz. - digo sincera.

Ambas me giran hacia el pastel que está en la mesa con un gran dieciocho como vela. La señora Leyla toma un fósforo y lo enciende. Cantamos cumpleaños y definitivamente me sentí reconfortada a su lado. No pensé que mi cumpleaños numero dieciocho fuera a ser tan especial.

- Pide un deseo -susurra la señora Leyla en mi oído-, uno que venga de lo más profundo de tu ser.

Sonrío para mis adentros, sabiendo exactamente lo que quiero pedir.

Soplo la vela y segundos después cortamos el pastel y cuando lo probé, nuevamente ocurrió una explosión en mi paladar, estana realmente bueno igual que el anterior.







La noche cae y pasamos el rato conversando, entre anécdotas, bromas y más historias. Mirando a las mujeres sentadas a mis lados, pienso que soy muy afortunada aún cuando mi crianza en los últimos tres años fueran pésimos, contar con la compañía, la comprensión y la solidaridad de éstas personas es mágico, tener su confianza en tan poco tiempo es cosa de Dios y del destino, llevarnos tan bien y que conociéndome, quieran ayudarme y siempre pensando en lo mejor de mí, es más de lo que puedo pedir.

No hay duda de que estos segundos, minutos y tal vez horas, estoy siendo muy felíz. Me hubiese encantado tenerlo a mi lado pero no siendo posible, me conformo con la grata y excelente compañía que tengo.

Algún día volveré y las veré nuevamente, personas como ellas son difíciles de olvidar y dejan huellas buenas e imborrables en tu corazón.

Cuando la hora marca más alla de las dos de la madrugada, decidimos irnos a dormir porque es tarde y el cansancio nos arropa. Tras apagar las luces me recuesto en la cama que será mía hasta ese día y cierro los ojos pensando en el nuevo horizonte que veré al despertar. Nuevo camino, nuevas esperanzas.

Eterno © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora