VIII - Dolores

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Abro mis ojos después de haber dormido por largo rato, parece como si hubiesen pasado años. Mi cuerpo está ligero, como si no llevara carga alguna. Miro a mi alrededor y detallo la habitación de hospital en la que estoy. Tengo una vía puesta en la muñeca y un líquido transparente recorre la manguera a donde está conectado. El ambiente huele a medicina, todo está extremadamente limpio. La habitación es sobria, solo tiene un mueble tipo sofá, aparatos médicos, un televisor aéreo y una puerta a lo que creo es el baño privado.

Me pesan los ojos, no sé exactamente la hora que sea ni ek tiempo que he estado aquí. No hay señales de personas cerca y cuando intento sentarme en la camilla, un dolor me atraviesa el cuerpo y la cabeza. Llevo mis manos a ésta como si pudiera calmarlo de esa manera, pero es inútil. El dolor es punzante.

Los recuerdos llegan a mi mente como ina película que se reproduce e inevitablemente las lágrimas de acumulan en mis ojos. Corrí como nunca, huyendo del hombre que me había ofrecido ayuda en un momento de necesidad. Había gritado hasta el punto de dolerme la garganta suplicándole que parara y no ne hiciera daño pero fue en vano. Él no iba a parar y yo tenía muy pocas posibilidades de defenderme. Con las manos y los pies bajo su presión y fuerza, poco era lo qur podía hacer.

De repente la sensación de suciedad me cubre y la mueca de desagrado es evidente en mi rostro. Ganas de restregarme el cuerpo y borrar las huellas de su tacto rústico, de romperme la piel o cambiarla por otra. No solo ha manchado mi cuerpo, sino mi inocencia.

Concentrada en mis pensamientos no me había dado cuenta de que la puerta había sido abierta, giro mi rostro y veo a un hombre sonriendo amablemente con una bata blanca y un estetoscopio colgado alrededor de su cuerpo. No tengo que ser adivina para saber que es el médico.

- Buenos días Amanda, soy tu médico tratante. Me llamo Ernesto. - se presenta amigablemente.

Sonrío a medias pero la duda se instala en mi cabeza y no tardo en preguntar.

- ¿Cómo llegué aquí?

- Llegaste inconsciente. Unos jóvenes te trajeron -dice mirando el expediente que tiene en sus manos-. Amanda sé que puedo sonar imprudente pero es necesario tu respuesta para saber si tengo que llamar a las autoridades.

Trago saliva sabiendo lo que quiere decir, más sin embargo vacilo no queriendo hablar de ello en ente instante.

- No ha sido nada grave y tampoco quiero hablar de eso.

- Amanda es importante -dice acercándose-. ¿Intentaron violarte? ¿Sabes quién fué tu agresor?

Sus preguntas vuelven a reproducir en mi mente las imágenes de lo sucedido. Un inmenso nudo en la garganta no me deja tragar la amargura que siento.

»Sólo quiero ayudarte. - dice en un tono de pesar.

- Entonces no me pregunte al respecto -escupo con rabia-. Ahora si me permite doctor, quiero descansar.

No lo veo ya que miro hacia otro lado pero soy consciente de que se ha ido porque escucho la puerta abrirse y cerrarse.

Suelto el aire que estaba conteniendo y cierro los ojos fuertemente. Las palabras del doctor rondan mi mente. ‹Unos jóvenes te trajeron›. ¿Quienes han podido ser? Me quedo pensando en si cabe la posibilidad de que fuese Eduardo pero, ¿Cómo? ¿De ser él, quién es el o la otra joven? ¿Su hermana? Las dudas incrementan y no me dejan descansar. El silencio es perturbador pero peor está mi cabeza cuando recalco la pregunta que hizo el doctor segundos después. ‹¿Intentaron violarte?. Eso quiere decir que asegura que no me violaron lo que me dice que muy posiblemente me revisaron íntimamente.

Eterno © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora