XX - Lección

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Recién me había despertado, estaba aún en la cama envuelta en las sábanas cuando tomé mi celular y llamé a Sofía. La noche anterior me había llamado un montón de veces y no pude atender porque la verdad estaba bastante cansada y sabía que la conversación con ella se iba a extender.

Tres repiques y su voz enojada se escuchó por el auricular.

- Estoy sumamente molesta contigo -masculló-. ¿Cómo es posible que no me hayas dicho de tu repentino viaje?

- Te lo avisé - notifiqué con un tono neutro.

- ¿Una nota? ¿Es enserio? - dijo evidentemente sorprendida.

- Era suficiente -dije rodando los ojos. Sofía solía ser exagerada-. El viaje fue repentino, tu lo has dicho.

- Si, ajá, pero esperaba más de mi amiga -enfatizó-, además no atiendes mis llamadas, te he dejado más de seis mensajes y hasta ahora es que te dignas a llamarme. ¡Bien por esa Amanda!

- Ok ya, respira hondo y déjalo ¿Si?, No había tenido tiempo y ahora es que me estoy despertando y decidí llamarte para no preocuparte.

- Oh que buena amiga eres -dice en tono sarcástico-. Bueno dejando la discusión de lado, dime ¿Por qué ese viaje a tu antigua ciudad?

- Bueno vine en busca de la felicidad -rio internamente porque el viaje no ha salido como yo esperaba-. Pero no encontré a quien buscaba así que me regreso mañana.

- ¿Felicidad? ¿No encontraste a quién? ¿De qué me hablas? No me habías contado de eso o ¿Si?

- Te hablé una vez de Eduardo, cuando llegué a Panamá te lo conté y supongo que lo olvidaste -silencio de su parte-. Bueno en fin, vine porque recapacité con respecto a la decisión que un día tomé de dejar todo atrás y quise recuperar todo lo que tenía pero él ya no vive aquí así que de nuevo estaré en busca de la felicidad cuando llegue.

- Ok entendí pero ¿Cómo que buscarás la felicidad cuando llegues? ¿Te decidiste a darte una oportunidad? - pregunta con interés y confusión.

- Si pero no con cualquiera -digo suspirando-. Buscaré a Eduardo.

- Ah y supongo que eso significa que vive acá.

- Supones bien - digo sonriendo.

- ¿Y por qué no viajas hoy mismo?

- Porque quiero visitar a alguien primero, además de pasar un poco más de tiempo con Miranda, una amiga y hermana de Eduardo.

- Me parece bien. A todas estas, ¿Cómo estás?

- Bien supongo, la verdad es que al principio perdí las esperanzas pero ya no ocurrirá de nuevo, ésta vez lo encontraré.

- Claro amiga, cuentas conmigo y sabes que con Alaric también.

- Si lo sé. ¿Todo está bien por allá? - cuestioné en general.

- Si. Alaric está más ocupado que nunca. El otro socio llegó y están de reunión en reunión. Por cierto...-comienza a susurrar-, está de un bueno y es muy guapo. Así que si no encuentras a tu amor, aquí tienes uno nuevo.

Me río por su comentario y decido cortar la conversación para alistarme y ponerme al día con lo que haré hoy. Es media mañana y no quiero perder el tiempo porque le diré a Miranda para salir juntas y luego ir a cenar.

Me desvisto rápidamente y entro en la ducha que me trae muchos recuerdos, dejo que el agua caiga sobre mi cuerpo y pienso en todo los años que han transcurrido y todo lo que ha sucedido en todo ése tiempo. Preguntándome si Eduardo estará bien y si será feliz sin mi. Cabe la posibilidad aunque Miranda me dijo que estaba muy distraído y absorto de sus cosas. Hago una mueca de tristeza y me prometo a mí misma buscarlo y pedirle perdón por el abandono. Decirle que aún lo amo y que no he dejado de pensarlo en ningún momento.


Casi son las once de la mañana cuando el taxi me deja en la acera frente a la humildad pero colorida casa de las señoras que un día prometí no olvidar. Asomo mi cabeza por la ventana buscando ver algún indicio de que están en casa pero no se ve ni se oye ningún ruido. Toco la puerta un par de veces y espero pacientemente que me abran, lo cual no pasa mucho tiempo y el rostro sorprendido de la señora Leyla me recibe, abrazándome cuando cae en la realidad de que estoy junto a su puerta.

- Mi niña -me dice con una ternura inexplicable-. Me alegra verte... ¡Estás hermosa! - dice viéndome por completo y volviendo a abrazarme.

Sonrío cálidamente y la aprieto contra mi por todos los años que pasé añorando su presencia. No cabe la felicidad en mi pecho cuando veo a lo lejos a doña Ana, más envejecida y con semblante cansado pero al verme simplemente dibuja una sonrisa amplia y se acerca rápidamente. Juntas nos abrazamos y pierdo la noción del tiempo. Yéndome a los recuerdos de esos afortunados días en los que compartí con ellas. Desde mi llegada hasta la despedida sin olvidarme de mi cumpleaños que hicieron lo posible porque fuera bonito y despejara mi mente de todo lo que en ella había en ese momento.

Cuando han transcurrido unos minutos nos separamos y veo unas pocas lágrimas en los ojos de Leyla, le sonrío tierna y entramos a la casa para sentarnos. Hay muchas cosas de qué hablar y comienzo a pensar que el tiempo será insuficiente para todo lo que tenemos que decirnos.

- ¿Cuándo volviste? - pregunta doña Ana.

- No he vuelto -digo haciendo una mueca-, estoy de paso por un asunto, mañana regresaré a Panamá.

- ¿Por qué te vas tan rápido? Pensé que habías vuelto para quedarte - comenta la señora Leyla mirándome con un atisbo de desilusión.

- No realmente. Me ha costado todos estos años volver y no será por mucho tiempo, siento que ésta ya no es mi ciudad.

Ambas me miran sorprendida pero con tristeza.

- ¿Eso se debe a algún amor por allá? - pregunta curiosa doña Ana.

Niego sonriendo.

- No. Sólo tengo un amor, de hecho he venido a buscarlo y no lo encontré.

- ¿Al joven del que huiste? - vuelve a preguntar.

- Si.

- Te tomaste mucho tiempo en buscarlo - dice la señora Leyla perdida en sus pensamientos.

- Nunca es tarde para el amor verdadero -dice doña Ana refutando las palabras de su hija-. Si están hechos el uno para el otro, tu lo tendrás y él te tendrá a ti.

Asiento esperanzada de que las cosas se den como lo está diciendo y no me lleve otra sorpresa, al menos ruego con todo mi corazón que sea grata y no desagradable.

Al cabo de unos minutos más, continúo hablando y les cuento lo que ocurrió cuando llegué por primera vez a Panamá, les hablo de Sofía y también de Alaric. Les comento mis progresos y todo lo que he vivido en estos años. Tengo ansiedad de volver a ver a Eduardo pero también me causa temor no saber como reaccionará. Les confieso a las amables señoras los sentimientos encontrados que llevo dentro y les pido consejos por sus experiencias. Doña Ana es muy sabia, sin embargo, Leyla no sabe mucho de ese tema puesto que no ha tenido un amor en su vida, ya que se ha dedicado en cuerpo entero a cuidar a su madre, lo que no es malo pero no me gustaría estar en su posición. Pensar en pasar los años que me restan de vida sin alguien a mi lado a quien pueda amar y darle toda mi atención no se me hace alentador. Soy de las personas que quiere tener una buena compañía hasta el final de su vida. No es fácil encontrar la persona correcta, de hecho creo que no hay que buscarla sino esperar que llegue, y ser inteligente para no dejarla ir. Yo creo haberme enamorado de la persona destinada para mi, pero pensé mal en hacer todo a mi manera sin fijarme en los perjudicados. Lo bueno de todo es que al final aprendí la lección y espero me toque la recompensa por haber recapacitado, siempre y cuando esté haciendo todo bien.

Eterno © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora